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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

La pesadumbre, de otra manera

Un mes para recorrer trescientos kilómetros. De otra manera, de la poeta norteamericana Jane Kenyon en edición de Hilario Barrero, tardó un mes en llegar desde una librería de León hasta mi casa. Y en el trayecto varios correos y llamadas telefónicas, anuncios de llegada, confusiones, idas y venidas infructuosas. El libro no encontró su destino en un primer acercamiento, y semanas después estuvo a las puertas, pero no estaba Cerbero; y la tarde en que finalmente llegó a mis manos tuve previamente que departir con tres mensajeros distintos, como si la casa fuese una conjetura de Borges y yo mismo una quimera. Después, creánme, tardé diez minutos en retirar los envoltorios, puras corazas de cartón y celo sólo vencibles con acero y una pasión cercana al que retira los hierros protectores de alguna castidad.

¿Hasta qué punto las amistades perfilan nuestras lecturas? ¿Hasta dónde cincelan nuestros gustos? ¿Cuánto hay en nuestro mundo libresco de los universos de los que nos rodean? Nunca hubiera llegado hasta Kenyon si Hilario no me la hubiese acercado. Es probable que, si hubiese llegado a tener entre mis manos en una librería el bonito ejemplar de Pre-textos, tampoco me hubiesen llamado la atención la lectura fugaz de algunos de sus versos.

DOS DÍAS SOLA

Tú no estás aquí. Mantengo
el fuego encendido, aunque no hace frío,
alimentando la estufa hambrienta.
Leo el periódico de la tarde
mientras cinco generaciones
me observan por encima del hombro.

En la leñera
la oscuridad me rodea y penetra en mí.
El único sonido que escucho
es mi propia respiración. Quizás
ya no encaje aquí.
Nada me dice lo contrario.

[TWO DAYS ALONE. You are not here. I keep / the fire going, though it isn’t cold, / feeding the stove-animal. / I read the evening paper / with five generations / looking over my shoulder. // In the woodshed / darkness is all around and inside me. / The only sound I hear / is my own breathing. Maybe / I don’t belong here. / Nothing tells me that I don’t.]

Y es que después de la afanosa y odiséica consecución del ejemplar, uno esperaría, en una especie de paralelismo metafórico, encontrarse un intrincado e imposible poema de Góngora. Pero en Kenyon tenemos casi un antagonista: una luminosidad tenue en cada verso, una lenta y cotidiana descripción de su entorno, que funciona como un espejo de su ánimo, o viceversa. Uno va leyendo esos versos íntimos y pudorosos casi como se mira un cuadro impresionista de escenas hogareñas y sencillas, y pausadamente va entrando en su mundo de sentidos en ebullición, su percepción de que lo físico y material que le rodea es parte —emanada o provocadora— de sí misma. Y hay como una pesadumbre serena, una sombra, una presencia sutil de la enfermedad y la tristeza.

Hilario Barrero selecciona poemas de los cinco libros publicados por la poeta de Michigan, desde 1978 a 1995, cuando murió de leucemia a los 48 años, y los ofrece en una cuidada edición bilingüe. Una breve introducción prepara al lector muy exactamente para afrontar la lectura, aportando algunos datos claves de su vida y de su estética, en lo que supone el primer acercamiento en español a una de las poetas más leídas de Norteamérica.

Marcos Taracido | 24 de mayo de 2007

Comentarios

  1. Candi
    2007-05-25 12:43

    No había leído este artículo, antes, Marcos.

    En mí el proceso ha sido inverso.

    El lector vierte su empatía sobre las líneas que recorren sus ojos y añade gozo al libro. Y, del mismo modo, todos tenemos en nuestra mente una lista personal de autores ‘malditos’.

    También tengo pendiente el libro de Jane Kenyon, que ahora me apetece aún más leer. ¡Pero ayer me llegó, desde una librería de Illinois: «In tempore belli»!, de Hilario Barrero. Aún lo estoy disfrutando.

    Saludos cordiales.

  2. Marcos
    2007-05-25 13:00

    Ese es otro tema apasionante, que desconozco por completo: ¿hasta donde leemos al traductor y no al poeta traducido? ¿Qué parte de los versos pertenece a Barrero y qué parte a Kenyon? Yo creo que mucho es del traductor, muchísimo; pero es sólo una intuición. De ahí me viene mi “aversión” a leer traducciones; y por eso me pierdo mucho, pues no dominio apenas idiomas extranjeros.

    Saludos

  3. María José
    2007-05-25 21:53

    Cuando se quiere utilizar un test que está en otro idioma, entre otras cosas, debe hacerse lo que se llama una ““backtranslation”. Supongamos que el test está en inglés y quiero traducirlo al castellano. Una persona cuya primera lengua sea el castellano debe traducirlo del inglés, después una segunda persona que no conozca la versión en inglesa, y cuya primera lengua sea el inglés, debe volver a traducirlo a la lengua original. En la medida que la primera y segunda versión sean casi iguales, podemos considerar que las pruebas son equivalentes. Como podréis imaginar una tarea no sencilla, pero tampoco imposible dado el lenguaje que se utiliza en un test. Me imagino que si se intentara hacer algo parecido con la poesía, lejos de converger la mayoría de las veces las dos versiones estarían muy distantes.

    Yo nunca leo poesía traducida, ni con edición bilingüe. No lo hago por dos motivos.

    Aunque, como dice Marcos, no está claro hasta qué punto leemos al poeta o al traductor, eso para mí como lectora podría ser bastante irrelevante si el resultado fuese tan bueno o mejor que el original. Pero si ya es difícil encontrar a un poeta bueno, la conjunción de un poeta bueno con un traductor bueno es menos probable todavía.

    No domino el inglés; puedo leerlo, sobre todo si tengo ayuda de una traducción, pero no puedo sentir mientras leo en inglés. Puedo hacer una interpretación intelectual del poema, pero nada más. Cuando leo, ““mientras cinco generaciones/me observan por encima del hombro“”, más allá de lo que signifique la palabra generación, en mí se desencadena una serie de ideas, imágenes, sensaciones,... que no lo hace la palabra ““generations“” en ““with five generations/looking over my shoulder””.

    La carga emocional que tienen para mí las palabras en castellano no la tienen en inglés. En novela no me parece muy importante pero en poesía sí.

    En cualquier caso, en esta ocasión, la traducción y/o el poema original están muy bien escogidos.

    María José

  4. hb
    2007-05-26 02:21

    Muchas gracias a los tres comentarios que iluminan la difícil y casi imposible tarea de traducir poesía. He dedicado, entre unas cosas y otras, casi cinco años en completar este volumen. A veces me atascaba en algunas palabras o imágenes que se resistían a ser traducidas. Me descorazona cuando recuerdo lo que decía Voltaire: “Traducir poesía es imposible. ¿Acaso se puede traducir la música?” y no me olvido de que: “las traducciones son como las mujeres: si son fieles, no son bellas; y si son bellas, no son fieles»

    ¡Qué interesante la idea que apunta usted, María José sobre la palabra generación! Esta fue una de las que se resistía porque a mí la palabra generación me traía a la mente una idea literaria (la del 98, la del 27…), pero por otra parte tenía una carga familiar que, para los parámetros americanos, me parecía una eternidad.

    Uno siempre tiene el complejo de traidor a la hora de traducir, ya se sabe el clásico “traduttori, traditori”, pero, por otra parte, a uno le consuela saber que la poesía de Jane Kenyon, aparte de su aparente facilidad, es precisa y transparente. Es, una poesía que resuelve enigmas, que nos conforta, nos alivia y nos lleva a un lugar seguro.

    PD.- Candi, estoy seguro de que el ejemplar que te ha llegado desde Illinois !qué lejos! habrá tardado menos en llegar a tu poder que el de Marcos, desde León. :)
  5. Ana Lorenzo
    2007-05-28 11:21

    Gracias a Hilario Barrero por «pelearse» y recrear la poesía de Jane Kenyon, y gracias a Marcos por reseñárnosla. Mi cuñada, norteamericana, me la aconsejaba y me la prestó; en qué momento… no paraba de darle la tabarra preguntando. Ahora, con esa edición bilingüe, espero poder disfrutarla. Lo que siempre he creído es que para traducir a un poeta es necesario otro poeta.
    Aparte, puedo disfrutar del francés; con esfuerzo y diccionario, puedo disfrutar del inglés y del catalán; pero, sin un buen traductor, me perdería el alemán, el ruso, el chino, el árabe… No soy capaz de renunciar a tantos libros, ni en prosa ni en verso. Que vivan los buenos traductores.

    Un saludo

  6. cm
    2007-05-30 11:53

    Deberíamos sentirnos igualmente agradecidos al autor que al traductor —y las editoriales no contribuyen a ello—. Un buen traductor es también un creador literario, y traslada, lo más fielmente posible, el texto de una lengua a otra. Ciertamente, en el caso de un poema, a veces la traducción rompe la magia, porque se pierde la rima, la métrica, la onomatopeya, la aliteración, el ritmo original del poema. Pero, ¿quién mejor que un poeta para traducir a una poetisa? Véase la muestra.

    Efectivamente, Hilario, el libro tardó seis días menos en llegarme que el de Marcos. Pero no todo es negativo en esa espera: añade deseo.

    Saludos.


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