TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Ramón Ramón
La memoria es un modo de ficción; recordar es recrear: la realidad sólo existe en el exacto instante en que la estamos habitando; lo demás es una estela espectral que tratamos de asir y acaparar para volver sobre ella como sobre un libro, pero se deshace y hay que volver a darle forma y sentido. A veces nos ocurre que perdemos un rostro y ya nunca más lo recuperamos por entero, y sólo nos queda una reconstrucción de esbozo, apenas la sonrisa o el brillo en los ojos que pueda ser más un reflejo que de verdad su gesto. A veces el recuerdo es doloroso y entonces lo endulzamos o agravamos, matizamos o ensalzamos detalles escabrosos o aquellos momentos en que la quemazón viaja desde el pasado hasta un dolor cierto, como una grima que te cruza el cuerpo. Rememoramos cuando niños y las imágenes nos llegan retocadas, puro reflejo sensible labrado en el cerebro, una novela cuyos protagonistas conocimos pero que ya son otros. Recordar es fabular sobre hechos conocidos.
Su facunda y su originalidad eran prodigiosas, sencillamente prodigiosas, y si a veces se eclipsaban era porque su cáncer interior retoñaba también y la miseria le imposibilitaba la pluma, aunque el enfermo grave se levantaba y se iba a despotricar al café, a dictar testamentos admirables. Está inspirado y soliviantado don Ramón, y escribe con toda libertad, y con estrambóticos estrambotes, todo lo que se le ocurre. Su complejo de carlista convertido al liberalismo le hace despotricar, como republicano nuevo, de la reina de que abominaron también los carlistas viejos. Celebra así la aberración de su duplo, y escribe contra Isabel II la Farsa y licencia de la reina castiza. Como España es un país fantástico y con mucha más libertad de la que se pueda suponer —quizá el más ultratolerante de los pueblos, dígase lo que se quiera—, don Ramón tiene la osadía de enviar el primer ejemplar de su lúbrico y poético libreto a Su Majestad el Rey de España, nieto de la versificada y vilipendiada reina.
Ramón Gómez de la Serna, Don Ramón María del Valle-Inclán Gran Austral, Madrid, 2006
Borges pensó en unos cartógrafos que hicieran un mapa del mundo tan grande como el mundo; ese es el único modo en que una biografía no sea un género de ficción. En Ramón Gómez de la Serna no hay atisbo de ese ambicioso arte cartográfico; lejos de eso, renuncia a cualquier recurso del género y elude precisión, cronología o relato thesáurico de acontecimientos cuando nos cuenta la vida de don Ramón María del Valle-Inclán. Uno avanza en una lectura nebulosa, sin saber casi nunca a ciencia cierta en que año se está relatando o cuál es la ocupación del escritor en cada página. En realidad Ramón habla de sí mismo a través de Valle, pero así y todo se tiene la certeza de que es el Valle más auténtico el que aprehendemos, un Valle tan de ficción que se diluye con sus libros y se amalgama con Banderas, Mari-Galia, Bradomín, Max Estrella… y con Ramón mismo, que se escribe al escribirle, y no sabemos a cuál de ambos reflejos debemos admirar más.
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2007-04-05 12:17
“La memoria es un modo de ficción”... Fantástico.
2007-04-05 12:27
Santo Dios, pero si hay alguien leyendo en internet en Semana Santa! Y yo que pensé que el artículo de hoy no lo leería nadie…
En fin, sin pretender ser modesto, mi propia memoria es patética (y por lo tanto muy dada a cubrir los huecos con fantasía ad hoc), pero juraría que esa frase no es mía. Es decir, que cuando la escribí lo hacía con la certeza indemostrable de que yo la escribía porque ya la había leído antes en algún sitio. Aunque ahora que lo pienso… quizás lo que ya oí es que las memorias (en plural) son un género de ficción. Gracias en cualquier caso.
Saludos
2007-04-05 16:56
Si recorrer nuestras páginas preferidas, un día de diario es un modo de aligerar el peso de ese día, hacerlo en un día festivo es añadir fiesta a la fiesta.
Muy bueno ese comienzo. Pero me ha gustado, de un modo especial, este párrafo: «A veces nos ocurre que perdemos un rostro y ya nunca más lo recuperamos por entero, y sólo nos queda una reconstrucción de esbozo, apenas la sonrisa o el brillo en los ojos que pueda ser más un reflejo que de verdad su gesto.»
No sé si siempre, pero me consta que se conservan muchas cartas escritas por Ramón Gómez de la Serna con tinta roja, sobre papel amarillo.
Saludos.
2007-04-05 23:37
Ya ves, por Semana Santa y seguimos viniendo a tus Textos del Cuervo.
Me encantó, también, todo el comienzo. Y qué decir de los protagonistas del título «Ramón Ramón» (¿no hay aquí un guiño al cine?): son de lo mejor. Rescato de mis recuerdos la primera obra de teatro que vi —con la desaprobación de mi madre, que esto no es para ella, que es muy niña—; me quedé fascinada con Max Estrella y el callejón de los espejos que deformaban, y el cementerio, y… salí con el programa y con el libro de Ramón María del Valle Inclán, y juro que era Ramón y Max el mismo que vi luego, cuando, curiosa, con ocho años, correteé hasta encontrarle en un pasillo delante de la puerta aún con el bastón. Pero claro, es un recuerdo y seguro que mi mente lo ha retocado.
Un beso
2007-04-06 12:49
Una modalidad memorativa muy perversa es la que robamos a las fotos. Nos pasa que durante años tenemos un recuerdo nítido de tal o cual evento y un día, casualmente, nos enteramos por algún familiar que ese recuerdo es una fotografía familiar, que no es nuestro, que debimos ver la foto en algún momento y nos la apropiamos y la incorporamos a nuestra memoria. Un fraude. Una pena.
Saludos.