TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Se trata de cómo construir el futuro. De renunciar a centurias de conocimiento o asimilarlas y fecundarse con ellas; de rehusar la complejidad, los caminos abstrusos, la angostura, la profundidad, o utilizarlos para un pensamiento creativo; de rendirse ante la escala o emplear la pendiente y el vértigo para la conjetura; de edificar, como en el cuento, con paja o con ladrillos.
Desde la escuela primaria, su sombra gigantesca se recorta en el horizonte: «Homero no es un hombre, es un dios», rezaba una frase que el niño debía copiar ya desde una de sus primeras lecciones de escritura; cuando aprendía a leer, descrifraba, según hemos visto, listas de nombres en las escuelas desfilaban los héroes homéricos; cuando llegaba el turno de los primeros textos corridos, el niño se encontraba con algunos versos escogidos de la Odisea, introducidos solemnemente mediante la indicación «versos épicos».
El niño no abordaba inmediatamente el texto de los poetas; se le facilitaban antes unos resúmenes: el argumento completo de una epopeya o de tal o cual canto, de piezas de teatro o de discursos. [...] El maestro, según parece, se valía de cuadros murales y de bajorrelieves que representaban, esculpidos en miniatura, los principales episodios de la leyenda heróica, acompañados de un texto resumido y de las leyendas que permitiesen la identificación de los personajes o de las escenas. [...] El estudio propiamente dicho de los autores sólo comenzaba de verdad con la «lectura expresiva». [...] La falta de separación entre las palabras y la falta de puntuación hacía la lectura más difícil que en la actualidad. [...] Una lectura cuidadosa exigía, pues, un estudio atento del texto, toda una preparación previa. [...] Se perseguía con ello una declamación expresiva que tuviera en cuenta el sentido del texto, la medida de los versos y el tono general de la obra: heróico para la tragedia, realista para la comedia, etcétera. [...] Un estudio tan minucioso del texto facilitaba su memorización. Todo parece indicar que tanto en la escuela primaria como en la del gramático la recitación del texto aprendido de memoria sucedía a la lectura. [...] Ante todo había que comprender el sentido mismo del texto, y como se trataba de poetas, Homero en particular, de lengua arcaica y especial, las dificultades no eran nada desdeñables. La primera tarea del escolar consistía, pues, en la “preparación” o, como se decía entonces, en «Homero palabra por palabra».
Henry-Irenee Marrou, Historia de la educación en la antigüedad, Akal, 1985
¿Expulsamos a los clásicos de la educación? Ya estamos en ello. Adaptaciones quijotescas, brevísimas selecciones de textos, lecturas juveniles. Es la consecuencia de una educación que ha confundido la igualdad de oportunidades con la igualdad en los resultados obtenidos, una carrera de cojos en la que sólo destaca el que tenga la prótesis más cara. Se rinde Francisco Rico a la evidencia de la modernidad, y propone las adaptaciones y antologías para plegarse a las exigencias y supuestos intereses de la sociedad actual. Se equivoca: hay que volver a los clásicos y utilizarlos para afianzar las mentes y engordarlas, crearles surcos, abismos, senderos abruptos, maremotos y huracanes que les permitan crecer y entender y recibir armados con machetes y bombas de sentido la cruel, despiadada y embozada sociedad que se les viene encima.
2007-02-05 14:36
Es todo bastante complicado, sí, y me cuesta posicionarme. En segundo de carrera tuve una asignatura llamada “Literatura española contemporánea”. Tiene gracia, se supone que con ella tocábamos la literatura española (que no en español) del siglo XX… algo pelín difícil cuando tienes sólo un cuatrimestre para ello. La profesora Bellido nos propuso el primer día dos opciones: vistazo general de todo o profundización de cada cosa y hasta donde lleguemos.
Optamos por la opción dos y sólo dimos Juan Ramón. Profundamente, verso a verso, lo tengo indeleble en la cabeza. Pero el resto de la literatura… pues vaya, porque a mí me interesa y lo estudié por mi cuenta.
Siguiendo con las batallitas me voy varios años atrás y llego al instituto. Allí con 15 años una profesora horrenda nos obliga a leernos los clásicos porque es lo que debemos hacer. Hubo muchas víctimas, calculo que el 80% de la clase odió la literatura desde ese momento.
Al año siguiente un buen profesor nos obligó a leer aún más: el Quijote entero, Cartas Marruecas, la Regenta… las víctimas fueron aún más numerosas. Suerte que no hay clase en el mundo que me haga aborrecer la literatura. Pero a otros muchos sí.
En los cursos del CAP tuve un profesor que defendía cambiar las lecturas obligatorias y que apostaba por enseñar el amor por la lectura en secundaria mucho más que por enseñar la literatura y los clásicos. Contó su pelea con su departamento porque ponían como lectura obligatoria a los catorceañeros “Las ratas” de Delibes, ya que “había mucho vocabulario”. Él quiso proponer un par de libros de la colección juvenil de Alfaguara. Salió trasquilado.
Yo que sé Marcos. ¿Es razonable hacer leer a alguien de 16 años el Quijote de pe a pa?
Me da la sensación de que en mi comentario no aporto nada de nada…
2007-02-05 14:47
Quizás haya que ser bélico y pensar que son “víctimas” necesarias.
En serio: una opción sería (dado que no piensan cambiar la lamentable división actual) dejar la animación a la lectura para la primaria y la ESO, optando por lecturas abiertas y juveniles (o infantiles) y dando sólo algunas apuntas, fragmentos y selecciones en 3º y 4º sólo como introducción a los clásicos, y dejar para el bachillerato las lecturas completas: Celestina, Quijote, etc… el que haga bachiller que sepa que la cosa va en serio, que no cualquier puede obtener ese título. Pero claro, esto es como hablar de dios, puro acto de fe.
Saludos