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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Cantares, recreaciones y la vida jugada

Regocijarse en la recopilación de los datos esenciales; recorrer libros y más libros anotando, aprehendiendo los aromas, las maderas, los usos y facciones; utilizar saberes de otros, crónicas, memoriales, atestados… para fijar, como lo haría un ejército de esclavos, los cimientos de tu propia obra; este placer en mí es doblemente útil, pues demoro con él hasta la evitación (existe, existe) mi propia escritura. Crear una novela histórica se asemeja a la labor de los ladrones de tumbas, y tiene también de la paciencia de los arqueólogos de cepillo, y, si hay genio, al trabajo de los ilusionistas que levantan una torre pétrea y erguida a nuestros ojos y hecha de humo y luz.

No me interesa el género novela histórica —entiéndase, no me interesa ningún género, sino las obras— sino es por su didactismo, por cómo puede servir a la ambientación, a la comprensión de una época dificilmente cognoscible, y pienso sobre todo en la docencia. Acabo de leer Juglar (Minotauro, colección Ucronías, 2006), de Rafael Marín y desde las primeras páginas tuve la sensación de que era la novela perfecta para introducir a los adolescentes estudiantes de literatura en el mundo medieval de los cantares de gesta y el Poema de Mío Cid. Lejos del picoteo insulso y absurdo en nombres, fechas y brevísimos fragmentos inconexos y descontextualizados en que se ha convertido la literatura en los institutos, dedicar un trimestre entero al Cantar: si se entiende el inicio, si realmente se percibe y recibe la génesis de nuestra literatura, se estará preparado para afrontar cualquier otra obra. Y en esa tarea, Juglar puede jugar un papel importante: reproduce el polvo, la suciedad, la sangre, el miedo, la honra y el honor medieval, las creencias, la geografía agónica, las fronteras difusas, la convivencia de las tres culturas lejos de los idealismos actuales. Tiene, además, incentivos a la hora de la lectura juvenil: acción, dinamismo, sexo (un punto bastante, quizás, pero en cualquier caso nada parecido a la perversión de muchos anuncios televisivos) y la justa dificultad prosística como para requerir un esfuerzo a los zagales que les exija pero no les agote. Pasma un tanto, para los efectos que trato, que la magia sea el elemento estructurador de la trama, pero veamos también en esto los aspectos positivos: es un recurso atractivo al joven y es patria, es decir, que es una magia anclada en la tradición peninsular y no la nórdica u oriental a la que están acostumbrados.

Sería interesantísimo complementar este tipo de libros (pienso en el Alatriste para el Siglo de Oro, por ejemplo) con una web guía y llena de recursos; no sólo enciclopédicos, con las referencias históricas de los personajes de la novela (los reyes Sancho y Alfonso, los soldados del Cid, Bellido Dolfos, los jeques musulmanes) y los lugares (conventos, palacios, castillos), sino geográficos (mapas de los trayectos, distancias, etc), de vesturario y utensilios (trajes, armaduras y armas de los distintos ejércitos)... donde el alumno distinga y aprecie lo real y lo ficticio, y se acerque a los entresijos de la creación. Una plataforma donde celebrar entrevistas al autor sería un buen colofón. Y todo ello una atractiva manera de ir acercándose a la confluencia entre papel y bytes.

(No todo es elogio a la novela de Marín. La magia juega un papel excesivo, y la novela creo yo que hubiese ganado si el elemento fantástico fuese un actor secundario, una neblina que envolviese a los personajes, los molestase, pero no interfiriese decisivamente en sus destinos. Por otro lado, si el personaje principal es felizmente maltratado por el autor, creando un humano hecho y derecho, valiente, vil, débil, poderoso, imprevisible, no ocurre lo mismo con otros personajes, sobre todo los ligados al Cantar, demasiado cercano a la visión mítica que nos legó la historia literaria.)

Marcos Taracido | 04 de enero de 2007

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