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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Recogiendo flores o la soledad del antólogo

Apenas elegir, sea sólo entre dos cosas, está cercano a la tragedia. Un prado extenso y un paseo, en el que con cuidado evitamos aplastar las hierbas más crecidas y recogemos con mimo las flores más enhiestas, aquellas en que el color o la forma han madurado como vino en barril de madera vieja. Y salimos del campo a salvo de las víboras y con un ramo generoso a los sentidos, que lo será mientras su savia acumulada les dé vigor. Coleccionar. Así las florestas renacentistas: cancioneros, silvas, jardines, floretos, florestas, de poemas, de apotegmas, de cuentos, de dichos, de sentencias. Recopilaciones más cercanas a la labor del inventario, más libres, más alegres, más vivaces en la heterodoxia. Después ya fueron muchos, crecido el material como el agua se desborda en la riada, y no llegaban ya ni libros ni cuadernos para acapararlos, y hubieron de imponerse los criterios, los rangos, el valiente y pérfido ejercicio de la selección. Vino entonces el antólogo, y fue como una hidra: temida por los más, odiada por muchos y sólo amada por los cercanos al fuego [dice Covarrubias de la hidra: «Por esta serpiente hidra entiendo yo la herejía, y los herejes por los viboreznos; deben ser consumidos con fuego antes que destruyan la tierra]. Todos llevamos un antólogo dentro, como esos hombres que ilustraban las teratologías medievales de cuyo vientre surgía una cabeza. Y esa cabeza grita su selección para denigrar las otras. Cualquier antología nace llena de muertos; cualquiera está hecha con fragmentos arrancados a otro cuerpo, todas son la criatura de Frankestein, construidas con pedazos, tiernos, brutales y siempre incomprendidos. Y todas son imprescindibles.

(Me envía muy amablemente Paquita Suárez Coalla Aquí me tocó escribir (Trabe, Oviedo, 2006), de subtítulo Antología de escritores latinos en Nueva York, libro del que ella es hacedora. La idea es sumamente interesante: se muestran 14 escritores latinos residentes en Nueva York, no meros visitantes, y esto permite conocer el resultado de esa mezcla en esa literatura de emigrante, con la unión de la lengua y la relación de todos con la ciudad. El punto de partida es, a mi juicio, el mayor problema: Suárez Coalla selecciona —sale aquí de mi vientre la cabeza— por un lado excesivas muestras de lo que ella misma llama literatura de lesbianas y de gays, algo que uno cree inexistente pues la única diferencia perceptible es que los personajes mantienen relaciones sexuales lésbicas u homosexuales, y por otro escoge tres fragmentos de novela, coitus interruptus que siempre deja mal sabor de boca. Por lo demás, la muestra es rica y variada, e interesa leer los diferentes estilos lingüísticos y temáticos, y sobre todo esa libertad, no tanto política como social, que hace que varios escriban en NY lo que nunca escribirían en sus países de origen, como la propia antóloga resalta. La crudeza (sexual y carcelaria respectivamente) de los cuentos de Alfredo Villanueva Collado y Margarita Drago, y la propia Suárez Coalla, con unos cuentos breves de una prosa mínima, sencilla y llena de lírica (una muestra), y los fragmentos de los diarios de Hilario Barrero (Las estaciones del día y De amores y temores) son lo mejor y más cercano del libro.)

Marcos Taracido | 14 de diciembre de 2006

Comentarios

  1. María José
    2006-12-15 20:21

    La verdad es que es un auténtico placer leerte, hasta para describir lo que puede ser una antología.

    Por cierto, al mirar los textos de Suárez Coalla, he leído en uno de los comentarios “tan libres y tan atados a los rumores y a los genes”. Es una pena que quede perdido en un comentario, tiene una fuerza impresionante, esa sorprendente unión de rumores y genes, tan extraña como acertada.

    María José

  2. Marcos
    2006-12-16 11:36

    Soy tremendamente perezoso para escribir, lo que significa que trabajo muy poco, corrijo muy muy poco lo que escribo; el trabajo viene de antes, en la cabeza, así que cuando escribo tengo ya bastante claro lo que voy a poner. Es quizás por eso que me olvido rápido de lo que escribí, y me sucede que lo releo tiempo después y me parece ajeno, extraño, escrito por otro. Me pasa con ese comentario, y la verdad es que me gusta. Quizás lo retome un día de estos. Y quizás también algún día escriba mis memorias :) y cuente ese ambiente rural de mi infancia que todavía llevo dentro.

    Saludos.


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