Álvaro Pons es lector de tebeos y colaborador en diversas publicaciones. Edita La cárcel de papel, sitio imprescindible en español sobre el mundo del cómic. Tebeos raros dejó de actualizarse en abril del 2006.
Lo de poner a esta sección el nombre de Tebeos Raros podría ser considerado como un guiño a esas historietas minoritarias, elitistas según algunos, raras según muchos que tanto se dan en el panorama patrio del noveno arte.
Pero no, oigan, no. Es que en este país, lo que es raro es el mundo del tebeo y su fauna. Y lo que le rodea y, supongo que por extensión, los propios tebeos.
Miren si no ustedes la que se ha armado mediáticamente (es un decir, pero gusta eso de pensar que cuatro foros y unas cuantas weblogs tienen cierta repercusión) durante los últimos meses. Resulta que hace ahora casi un año, se anunciaba que la editorial Planeta DeAgostini, que detentaba hasta el momento los derechos de publicación en España de los superhéroes Marvel, dejaba el testigo a la sucursal española de la italiana Panini. Un movimiento empresarial que provocó ríos de tinta (más bien ríos de píxeles) que iban desde las celebraciones orgiásticas a las predicciones del próximo Apocalipsis sin necesidad de que San Malaquías o Nostradamus intervinieran. Un culebrón de noticias que dio una vuelta de tuerca digna del mejor Hitchcock cuando se destapa que la editorial Planeta DeAgostini está negociando la compra de los derechos de la otra gran productora de superhéroes, la casa madre de Superman y Batman, DC. Unos derechos que hasta el momento eran explotados por la editorial Norma. Y de nuevo, las celebraciones en un sentido y otro, eso sí, con cambio de actores, porque los que antes cantaban las tribulaciones apocalípticas, poco más o menos que ahora entonaban aleluyas y viceversa.
Increíble. Una noticia empresarial, se convierte en el centro de la histeria del ‘fandom’. Porque al final de toda esta historia, la realidad es que, sencillamente, unos derechos pasan de una a otra editorial. Un movimiento típico de las industrias del libro, en los que los fichajes de ‘estrellas’ o compras/ventas/robos de derechos están a la orden del día. Y a nadie le extraña que hoy Pérez Reverte sea publicado por una editorial y mañana por otra, siempre y cuando esté publicado, único hecho que al final de todo el camino debería importar al lector.
Pero no, el mundo del tebeo es completamente diferente, que no imprevisible o incomprensible, porque todos estos lodos vienen de unas lluvias muy definidas: el limitadísimo tamaño del mercado del tebeo en España. Podría decirse sin temor a equívoco que somos cuatro gatos. Quizás cinco, pero no más. Un grupo de lectores (y coleccionistas) fieles que lo compra todo, compulsivamente, que alimenta la vida de un grupo de 200 librerías que son la base de ventas de un aluvión de pequeñas editoriales, en su gran mayoría alentadas y sustentadas por aficionados que, aprovechando las ventajas de las nuevas tecnologías y algún ahorrillo, han dado el salto a convertirse en editores con toda la buena fe del mundo. Pero claro, en un mercadillo como el que nos movemos, con las hipotecas pendientes al mejor estilo de Damocles, la gran mayoría de editores apenas puede invertir más que lo que le queda a fin de mes, lo que se traduce en pequeñas, ínfimas tiradas de a lo sumo 2000 ejemplares. Hechos con todo el cariño y la voluntad del mundo, pero que tiene que colocarse en las estanterías a precios prohibitivos a poco que uno haga las mínimas matemáticas para simplemente recuperar la inversión. Y claro, cual pescadilla que se muerde la cola, con precios altos las ventas no acompañan y las tiradas se tienen que ajustar todavía más, aumentando los precios, lo que lleva a un bucle sin fin en el que, en este momento está encerrado el mundo del tebeo.
Paradoja curiosa cuanto menos, la de un mercado reducido que se ve convulsionado por noticias de prensa salmón. O quizás relación causa-efecto, porque lo reducido se transforma casi en familiaridad de unos lectores que ven a los editores casi como parientes que les proporcionan su vicio preferido.
Pero es lo que hay.