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Tebeos Raros por Álvaro Pons

Álvaro Pons es lector de tebeos y colaborador en diversas publicaciones. Edita La cárcel de papel, sitio imprescindible en español sobre el mundo del cómic. Tebeos raros dejó de actualizarse en abril del 2006.

Humor olvidado

Apenas hace un mes, en esta misma columna, llamaba ‘tebeos raros’ a los clásicos de prensa americana, obras inencontrables que comienzan a llegar gota a gota a nuestras librerías. Un calificativo que se me queda corto si lo aplicamos por extensión a los clásicos del tebeo español. Ya no es sólo que sea difícil su publicación, sino que su desconocimiento es sencillamente brutal. Autores como K-Hito, Angel Puigmiquel, los hermanos Blasco o Emilio Freixas pertenecen casi a una etapa arqueológica que no ha sido explorada. Son nombres que apenas unos cuantos llegan a reivindicar o simplemente recordar. Una dolorosa actitud que alcanza su más triste expresión con los autores que emergieron en uno de los momentos más fértiles del tebeo español: la década de los cincuenta.
En un periodo donde la censura de la dictadura franquista abortaba cualquier intento de creatividad, las inquietudes de los autores sólo tenían la opción de la marginalidad, de la ocultación ante la persecución. La cultura oficial, la permitida por el régimen, sólo mostraba la imagen del español que se veía en el NO-DO, una fotografía retocada que obviaba todos los sufrimientos y carencias que sufría una sociedad marcada por la posguerra. Curiosamente, algo se escapó a esa versión oficial. Los tebeos, esa forma de subcultura que sólo leían niños, parecía no importar demasiado a la censura, permitiendo que un grupo de autores lanzara un mensaje durísimo hacia la sociedad, una feroz crónica de la época que se escondía con la piel de borreguito de un simple tebeo infantil.
Los tebeos de la editorial Bruguera, con el Pulgarcito y el DDT a la cabeza, acogieron un grupo de autores que supieron bordear con inteligencia el límite de lo permitido para ofrecer el testimonio más veraz y exacto de la vida del españolito de a pie. Desde las páginas del DDT, Escobar era capaz de demoler sarcásticamente la institución familiar con “Doña Tula”, mientras otros autores como Jorge, Peñarroya, Vázquez, Conti, Nadal o Cifré, entre otros, hacían lo propio con personajes que no eran más que reflejos de lo que veían. ‘Amapolo Nevera’, el pícaro vividor que busca aprovecharse del trabajo de los demás; el eterno enamorado ‘Cucufato Pí’, ejemplo de la represión sexual que caía como una losa sobre los ciudadanos; ‘Doña Urraca’, o la intolerancia llevada a su máxima expresión; los negocios fraudulentos de empresarios como ‘Apolino Tarúguez’ o las dificultades de una familia media como la ‘Familia Trapisonda’ o las desdichas de la pareja recién casada en ‘Casildo Calasparra’… Ejemplos que permiten construir, cual puzzle, un retablo fidedigno de la realidad de la sociedad de los cincuenta, de sus anhelos, deseos y miedos. Autores que, valientemente, supieron ir mucho más allá del chiste fácil para buscar que el sarcasmo y la ironía hablasen a través de personajes que parecían tan inocentes como niños.
Una situación que apenas se prolongó unos años, hasta que algún avispado censor fue consciente de hasta qué punto los autores de Bruguera habían conseguido traspasar su duro muro de intolerancia y represión, pero que se puede contar ya como uno de esos momentos donde la libertad creativa se alía con el pueblo para convertirse en su voz.
Relegados al olvido, todo indicaba que esa generación perdería su historía para pasar a ser recordada, sencillamente, como la de los autores de tebeos para niños. Un gran error que remedia, en parte, la edición de dos libros sobre la escuela de Humor de Bruguera. Por un lado, ediciones El Jueves ha publicado “Cuando los cómics se llamaban tebeos”, de Antoni Guiral, un denso y riguroso repaso a las dos décadas más importantes de la escuela Bruguera (1940-1963), que incluye una extraordinaria selección de historietas de la época que permiten acercarnos a la impresionante labor de estos autores. Un texto fundamental que debe incitar a la recuperación de unas historietas que son, además, testimonio de una época.
Por su parte, Editorial Glenat publica “Guía Visual de la Editorial Bruguera”, de Tino Reguera, un perfecto complemento del libro anterior que cataloga de forma exhaustiva las distintas colecciones de humor de la editorial en su larga vida. Un trabajo exhaustivo que permite hacerse una idea veraz de la extensa cantidad de autores que pasaron por la editorial y del largo trabajo que se tiene por delante para poder recuperar ese trocito de nuestra historia.

Álvaro Pons | 15 de febrero de 2005

Comentarios

  1. Agustin
    2005-02-15 21:01 Me alegra saber la publicacion de estos dos libros. ¿Alguien sabe si se han hecho copias recientes del PULGARCITO o EL DDT?. ¿Hay alguna biblioteca donde se puedan consultar estos tebeos?.

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