Álvaro Pons es lector de tebeos y colaborador en diversas publicaciones. Edita La cárcel de papel, sitio imprescindible en español sobre el mundo del cómic. Tebeos raros dejó de actualizarse en abril del 2006.
Vamos a jugar a los símiles. Supongamos que es usted un empedernido cinéfilo, buen conocedor de los clásicos del medio como Welles, Ford o Hawks y de los que se precian en darse una vueltecita por algún gran almacén y coger ese DVD extraño que parece no querer nadie de una versión remasterizada de un clásico de Murnau o de Griffith. Algo que le parece tan natural como poder ir a la filmoteca a ver un ciclo de Billy Wilder o Fassbinder, que para gustos ya se sabe. O pongamos que usted es un empedernido lector: estoy seguro que gozará de forma casi orgiástica al pasarse horas en una librería decidiendo qué libro comprar, pudiendo elegir entre un autor de narrativa hispana, extranjera o dándose el regalo de una edición de lujo de una obra de Cortazar, de Dickens o de Cervantes, ya que estamos en el quijotiano año. O a lo mejor es usted un melómano que se pasa horas en la tienda de discos decidiendo cuál es la mejor formación que acompañaba a Oscar Peterson o la mejor versión de una tocata de Bach. Seguro que muchos de ustedes se pueden ver reflejados en los tres tipos que he descrito y que no encuentran nada extraño en esos comportamientos.
Pues ahora imagínense que no pudieran hacer nada de esto: que el cinéfilo sólo pudiera disfrutar del estreno de turno, que el lector empedernido sólo pudiese comprar la última novela de un autor o que el melómano tan sólo dispusiese de los 40 principales de turno. Y a darse prisa, porque en menos de un mes desaparecen de pantallas o estanterías para siempre.
Terrible ¿no? Casi parece una situación de película de terror, donde el pasado desaparece engullido por el presente a velocidad endiablada…
Pues es realidad. Es la triste realidad del mundo del tebeo. En este momento, en España, es prácticamente imposible poder comprar una edición en condiciones de cualquier clásico americano, europeo y mucho menos, español. Por desgracia, el mundo del tebeo se ha acostumbrado a una política de novedades que excluye de forma sistemática a los clásicos que llegan a ser verdaderas joyas de coleccionista. Las jóvenes generaciones de lectores no pueden acceder a autores como Winsor McCay, Herriman, Caniff o el recientemente desaparecido Eisner por la simple razón de que no hay ninguna edición que puedan comprar. Mientras en otros medios siempre hay disponibles para el consumidor cultural una u otra versión, en el tebeo esta posibilidad se cercena de forma radical y tan sólo de vez en cuando es posible acceder a algún tipo de edición.
Cierto es que, de un tiempo a esta parte se están viendo tímidas iniciativas de recuperación de estas obras: Planeta DeAgostini está editando los Clásicos de la EC, Alack Sinner y recientemente Rip Kirby, habiéndose anunciado ya una futura edición de Príncipe Valiente. Norma está editando Los Archivos de Spirit y Sinsentido editó una lujosísima edición de Los Mitos de Cthulhu de Breccia. Pasos correctos y adecuados, pero que siguen teniendo el gravísimo problema de la falta de presencia continuada en el mercado. Una vez agotadas las tiradas iniciales, la posibilidad de una reedición es nula o casi nula.
Un grave problema que impide conocer las obras que definieron el medio, que crearon un lenguaje con hallazgos gráficos que aún hoy no han sido superados. Por desgracia, los lectores actuales se sorprenden ante figuras o estilos que parecen “modernos” cuando fueron ya usados y trabajados casi un siglo antes.
Pero si para los lectores es importante, todavía más lo es para los autores, que tienen que comenzar sus trabajos sin conocer la experiencia previa de los maestros. Mientras que en cualquier otra disciplina artística los discípulos van de la mano de los veteranos, siguiendo caminos que han sido ya construidos para dejar que después sean ellos los que busquen nuevos caminos, en la historieta los jóvenes autores deben labrar su propio camino desde el principio, casi desde el desconocimiento absoluto, perdiendo tiempo y esfuerzos que deberían ser dedicados a la creación pura de nuevas experiencias. Porque la experiencia dice que cuando un autor se basa en esa plataforma de los clásicos, su impulso creativo se magnifica de forma exponencial. Buen ejemplo puede ser Chris Ware, el autor de Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo, que consigue una de las obras más interesantes de la década gracias a un conocimiento, respeto y admiración a clásicos como Frank King, Winsor McCay o George Herriman.
De momento, no se pierdan lo poco a lo que se puede acceder: los maravillosos tebeos de la EC, Rip Kirby, Los Archivos de Spirit… joyas que deben ser atesoradas en previsión de un futuro incierto.