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Opiniones misceláneas por Pablo Muñoz

Prefacios juveniles, reseñas de media tarde, lecturas a tiempo parcial… Un intento meridiano de soñarse columnista, por supuesto. Aquí vienen a leerse libros, a recomendarse unos cuantos y a discutir(los).

Mis problemas con Harry Potter

JK Rowling, Harry Potter and the Half-Blood Prince. Bloomsbury, 2005.

Acabo de leer la sexta y mejor entrega de la hiperexitosa saga Harry Potter de la escritora inglesa Joanne Murray, conocida por su nom de plume como JK Rowling. Es la primera entrega que podría defender sin reservas y esto me lleva a todos mis problemas con la franquicia. Algunos están glosados por A.S. Byatt en este estupendo ensayo, otros deben precisarse mejor.

1. El bien contra el Mal…del modo moroso posible

Durante siete entregas, la escritora quiere narrarnos parte de la juventud del mago Potter, hijo de un mago y de una humana, huérfano sub-dickensiano que vive con sus crueles y repugnantes tíos. Su archienemigo es Voldemort, cuyo nombre no debe ser pronunciado en el mundo mágico, y es la razón por la cual goza ya de una fama considerable en la primera entrega: siendo un niño, Potter adquiere su célebre cicatriz tras sobrevivir a la maldición de Voldemort y convertirse en una especie de mesías aparentemente indicado para vencer a Voldemort.

El malvado intenta vencer a Potter en las siguientes entregas….pero del modo más tópico posible, ideando un plan con terceros que rara vez deja a Potter realmente asustado (o sin otro susto que el de la visita anual del villano): el Voldemort de los primeros libros se asemeja más a un adorable y extravagante supervillano que aparece para revelar sus planes y desaparecer sin que nada ocurra.

2. No es excusa para el esquema

En la fantasía adulta más innovadora (La torre Oscura; Juego de Tronos) la primera norma es dejar atrás una fórmula y lanzarse al cliffhanger que implique giros absolutos en los esquemas habituales y marcar así la evolución de los personajes. Los cinco libros de Harry Potter se permiten muy pocas variaciones y hacen de ella una coartada para la evolución. Sin embargo, los cinco libros de Harry Potter empiezan:

-Una breve crónica del tedioso verano de Potter en casa de los Dursley, con una súbita interrupción de la magia para alegría del incomprendido protagonista y darle buenas noticias.

-El incidente camino de Hogwarths en el que deberán llegar in extremis sorteando algún que otro peligro.

-La llegada del nuevo profesor de Artes Oscuras que levantará todo tipo de recelos.

-La sombra de una amenaza misteriosa y de algún artilugio mágico, de exótico origen, que deberá colocarse en alguna otra parte o rescatarse de otra.

-El inevitable desencanto con el profesor de Artes Oscuras y el enfrentamiento con Voldemort o sus secuaces hacia el final del libro.

Puedo comprender la intención de Rowling de configurar un viaje iniciático repitiendo los elementos más reconocibles de la realidad cotidiana de sus lectores año tras año: Harry Potter pretende ser la fantasía más secular de todos los tiempos y por eso Rowling quiere identificar los hábitos académicos como pista inequívoca para sus lectores. Sin embargo, esta estrategia tiene una contrapartida terrible: los saltos narrativos son escasos y las posibilidades de que Potter actúe de un modo inesperado deben verse compensadas al final de la entrega o reservarse para la última.

3. Un imaginario desaprovechado.

El universo descrito por Rowling es cada vez más vasto: existe un grupo de súper-magos llamado la Orden del Fénix, una lejana prisión, llamada Azkaban, y todo tipo de seres y trucos lejanos y de cachivaches y trucos aprendidos a lo largo de la Historia y los sitios. Sin embargo….todo el escenario es Londres, Hogwarths, el Ministerio de la Mgia y la fantasía se ciñe al grado local. Y qué decir de los objetos: en la tercera entrega descubríamos que se podía viajar en el tiempo, bajo parámetros deterministas, y su uso….quedó allí.

4. Una transición apresurada.

El cuarto libro, hasta la lectura del sexto, contó enseguida con todas mis simpatías. No era difícil: pese a que seguía a rajatabla la estructura marcada por el resto, era, como dijo Stephen King en el New York Times, una fantasía absolutamente diurna. Mezcla de amable versión para teens de un misterio típico de Agatha Christie con elementos estimulantes como el Pensador, un almacén de recuerdos que actúa como dispositivo narrativo hiperrealista digno del mejor Bioy Casares.

Sin embargo, mientras que el cuarto se permitía el lujo de presentar a un Voldemort levemente amenazador (asesinaba a un secundario, introducido en el propio libro, pero con cierta brutalidad), el quinto libro es una de las experiencias lectoras más francamente aburridas que recuerdo: chusca alegoría sociopolítica en clave de Irak, centrada en el Ministerio de la Magia, implicaba la primera gran pérdida para Potter, narrada sin atisbo de emoción y que, retrospectivamente, no dejaba de ser un recursos sencillo (Black era un personaje introducido en el tercer libro y Rowling jamás pone en peligro a sus tres protagonistas, Potter, Granger y Weasley).

Bien, pues no considero exagerado asegurarles que la mayoría de estos reparos han sido solucionados en la sexta entrega. La primera vez en la saga que los flashbacks tienen un papel relevante y que rompen el esquema, la primera vez que tenemos la sensación de asistir a una verdadera narrativa ya que aquí se retoman todos los hilos abiertos en la segunda, cuarta y quinta entrega. Y el descubrimiento del personaje más complejo en la mitología de Rowling: Tom Marvolo Ryddle, luego conocido como Lord Voldemort. Descendiente del fundador de Slytherin, Rowling convierte el origen del villano vagamente reminiscente al de Potter (un talentudo que destaca en su escuela) y descubre la sangre nacionalista que brota en su origen. Pero también de las contradicciones que hay, al tener el aspecto de un humano triador.

Este es el mejor personaje de esta novela, que no esquiva capítulos previsibles, como el dedicado a las vicisitudes de Ron en el quidditch o la inocentona confusión de los bombones, desventuras más propias del cuarto libro y prescindibles porque Rowling quiere que el lector sienta también como espaciadas los encuentros entre Potter y el director de la institución. Ninguno de estos errores es nuevo y ninguno de ellos entorpece la diversión de la novela, incluyendo la sospecha de Snape y la continuación de viejos prejuicios familiares, además de una pérdida seria como la que ocurre al final del libro.

Así pues, esta novela funciona porque niega casi totalmente el esquema de la saga. Las concesiones son comprensibles. Y también como tremendo preludio al anunciado final.

Pablo Muñoz | 19 de junio de 2010

Comentarios

  1. Ana Lorenzo
    2010-06-24 14:18

    Pablo, estupendo artículo.
    A mí me parece que el esquema que utiliza Rowling en los primeros cuatro libros (a veces confundo si algo se introduce en el tercero, en el cuarto… hace tiempo que los leí con mi hija mayor, así que mil perdones) y que has calado muy bien es precisamente uno que se repite hasta la saciedad: tú hablas de Dickens, pero en todos los que había de Enid Blyton (la serie Aventura en…, Misterio de…, Los cinco, Torres de Mallory, Las mellizas en Santa Clara, etc.) venía a ser igual, sobre todo los que se desarrollaban en internados. Creo que Rowling actualiza esas series de internados metiendo: la magia, pero sin salir del mundo real; la muerte y la maldad total, a diferencia de los complejos y la asociabilidad de los personajes de Blyton, y algunas cosas más.
    Para mí, de pequeña, todos esos libros de Enid Blyton eran exóticos, en el sentido de que los internados en España no eran lo común, en que los mayores eran prefectos, en los deportes (el lacrosse me fascinó más que el quidditch), en las vacaciones trimestrales (la de invierno, la de primavera…), en los alimentos (las galletas con sardinas y gaseosa de bola no faltaban nunca)… Si esa fórmula funcionaba con nosotros (ya, sé que con todos no, que María José no se enganchó nunca, que lo sé :-)), con mis hijas no lo ha hecho. Les parecen lentos, aburridos, no suficientemente lejanos ni lo bastante cercanos. Harry Potter es justo el ritmo trepidante, la cercanía-lejanía que ellas buscaban, con la magia de por medio…pero sigue siendo un niño y adolescente que, injustamente maltratado, con un pasado que le han ocultado, pasa a convertirse en alguien (como en Dickens, como en los cuentos clásicos…), y a formar parte de una de las escuelas de Howarts, y a renunciar con carácter a dejarse llevar por la facilidad de irse a Slytherin con Lucius Malfoy y convertirse en un ser superior. Vamos, que esconde los mismos valores que escondían muchos personajes de los libros juveniles de siempre.
    Estoy contigo en que Voldemort (ya-sabes-quién, que no hay ni que mentarlo) no es un enemigo tremendo y real al principio: es lo que ha hecho y cómo hablan de él lo que trata de transmitir su perversidad.
    Sí, en el sexto y en el séptimo cambia el esquema. Pero conste que el final del sexto, con el que he de reconocer que lloré (soy muy sugestionable yo), no me tuvo ofuscada más de unas horas: le dije a mi hija que ya vería en el séptimo (aún no había sido publicado, ni en inglés) cómo no era lo que parecía ;-)
    Y es que, realmente, las pistas encajan, como en una de Agatha Christie.
    A todo esto, hay que decir que las películas, casi siempre decepcionantes cuando uno ha leído antes el libro, a medida que se va saliendo de Hogwarts, van siendo peores, o, al menos, van quitando más y más cosas que no sé cómo resolverán en las dos que tengo entendido que harán del último libro. La del sexto es una de las peores, vaya.
    Lo que me encanta de las películas es la música del comienzo y que se repite a menudo, compuesta por el maravilloso John Williams y ejecutada por la Filarmónica de Praga: Hedwigs Theme
    Un beso.
    (Ups, perdón por el rollo)


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