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Buscando a Johnny Jones
Hijo de la prolífica generación del 78, Francisco José Palomares asomó la cabeza al mundo en Barcelona. Hay quien dice que su primera reacción fue volverse a esconder, refunfuñando “dejadme tranquilo, con lo agustito que estaba yo ahí dentro”. Un mito, probablemente.
Aunque iba para ingeniero químico, la aparición de los videojuegos en su vida le hicieron replantearse su futuro y meterse en una ingeniería superior informática. Nadie le avisó de que los primeros y la segunda tenían más bien poquito que ver. Aún así, consiguió sobreponerse a la sobredosis de matemáticas, física y demás materias de escasa aplicación práctica y obtener el título.
Metido de lleno en el apasionante (o no) mundo de la consultoría, mata el aburrimiento quitándole el polvo a soplidos a juegos clásicos y codeándose con algún que otro Magnífico de Saber y Ganar en una liga online de Trivial Pursuit. Por casualidad, por allí pulula un tal Alberto, que le reclutó para Libro de Notas en verano de 2007 para escribir sobre su afición favorita.
Y así, nuestro héroe logró por fin dedicarse a algo relacionado con los videojuegos. Aunque sea algo para lo que más le habría valido librarse de matemáticas discretas y sistemas expertos y estudiar periodismo o una filología. Manda objetos ovoides…