En LdN:
Bodega de bodegones [Hasta abril de 2005]
La vida en sociedad [Hasta octubre del 2006]
Pasajero sin retorno
PRÓLOGO
1957 Viver (Castellón). En los 60 llega a Almansa (Albacete) donde se traslada su familia, ciudad en la que vive hasta los 18 años… Conoce la fotografía ayudando a su amigo de la infancia Julio Manzano, en los estudios que su padre tenía en esta ciudad.
“...Después de jugar al fútbol, o de salir del colegio, terminábamos los trabajos de laboratorio que su padre dejaba pendientes para próximos días. Revelábamos ampliábamos, esmaltábamos y metíamos en sobres… lo que más gracia me causaba, era el sonido de las copias cuando estas se despegaban de la placa de la esmaltadora. Lo que más me molestaba, el olor a gato, o que Julio no me dejara meter los dedos en los químicos de las cubetas. Lo que más me impresionaba, la proyección de una “imagen rara” sobre el papel, imagen que desaparecía para volver a aparecer lentamente, cuando ese papel estaba en el revelador. ...En los años 80, la última vez que vi a Julio y le dije que me dedicaba a la fotografía, nos reímos un buen rato.”DESARROLLO
Desde los 70 reside en Valencia; desecha sus primeras vocaciones equívocas, trabaja, estudia, y comienza a dedicarse a la fotografía, ejerciendo en gran parte de sus campos y aplicaciones, aunque no siempre ha podido vivir de ella, publicidad, moda, prensa, arquitectura… incluso la promoción y difusión; forma parte de DESTALL AC y del proyecto CA REVOLTA.
“...mi actitud positivista, me impide la creencia de que en cualquier momento yo sea capaz de vivir únicamente de vender mis fotos.”En ello sigue, aunque a finales de los 90 deja a un lado la fotografía comercial, para dedicarse únicamente a la enseñanza de la fotografía, y al desarrollo de sus proyectos fotográficos y de vida. Con tal fin, crea junto con su amigo, el escritor y director de teatro Roger Colom, el sello editorial LETRAS Y FOTOS DE LAS DIABLAS y el movimiento NUEVA FOTOGRAFÍA RECIENTEMENTE OLVIDADA.
“...el trabajo que Roger y yo hacemos juntos es muy motivador. Él tiene una impronta fotográfica que desarrolla literariamente y yo tengo una impronta literaria que desarrollo fotográficamente.”“...Me interesa eso que nos hace girar la cabeza o detenernos y averiguar que significado tiene lo que miramos.
Más tarde olvidamos, podemos y debemos olvidar tranquilamente. No tenemos que pasar un examen y no somos culpables de otra cosa que no sea vivir nuestro tiempo. Así que lo único que tenemos que hacer para sobrevivir; es pensar cuando y por donde vamos a romper la baraja.”
“…Pienso que la fotografía esta pasando un “momento difícil”, del que en mi fuero interno quiero creer que saldrá fortalecida. Ese “momento difícil”, viene dado por el carácter de la tecnología digital, muy interesante si los fotógrafos la sabemos utilizar-aprovechar, y la asunción de la fotografía como herramienta de uso por los “artistas”, que me parece estupendo. Esto ha traído una seudo confusión-amalgama entre fotografía, imagen de síntesis y arte, así como entre las figuras que trabajan en uno u otro campo, lo que llamamos hibridación o mestizaje y que de ninguna manera constato para denostar…yo me declaro fotógrafo, desde la toma hasta la adecuación de esta para su uso específico y utilizando cualquier tipo de formato- soporte, en toda su acepción y con conocimiento de causa. Pienso que lo único que hay que saber, para no enloquecer del todo, es quien y que eres”
EPÍLOGO
El fragmento Nuvolari
Un regalo a Fernando Villavert.
... su lenguaje precocinado. Algo que viene en las latas contaminadas del silencio administrativo. Aquel emporio de congelados donde todos los discursos se venden al peso y empiezan a soltar agua de camino a casa, mientras uno los memoriza. Largos pasillos donde lo que hay que decir viene envuelto en los más vivos colores patrios de la nada consumista. Un montón de etiquetas que desde los estantes nos gritan todas las novedades sintácticas que la Real (Academia y no Sociedad) tardarán años en reclutar, todos los refuerzos que ocuparán las columnas del DRAE, ese hospital geriátrico de nuestro idioma. El supermercado del lenguaje padece la competencia desleal de la teletienda, que llega hasta nuestras conciencias de pvc con la última verdad en descampados verbales.
Institucionalización de la mentira mal contada. Burocratización del silencio. En las líneas de producción no dejan hablar. No vaya a ser que cuatro o cinco frases venidas a menos desde el aburrimiento vuelvan a construir una conciencia de clase.
Yo digo cuatro palabras seguidas y alguien celebra lo bien que hablamos en el tercer mundo. Contesto que será porque en las pateras, sin tierra a la vista, uno ensaya la lengua de Cervantes con el resto de los pasajeros, por si nos hundimos y luego nadie más vuelve a hablar de nosotros.
Me atrae, me envuelve como una manta suave en otoño, la afasia que nos promete todo emporio consumista. El presente absoluto del lenguaje. Hable ahora y pague después. Por cada palabra que escuche le daremos un punto; acumule millones de puntos y recibirá, absolutamente gratis más gastos de envío, una camisa de fuerza, una pensión no contributiva, un aparato para la sordera. Llame ahora y por la módica cantidad de su primer primogénito, usted también podrá pertenecer al cero absoluto.
Como si ya sólo quedara comprar y vender.
El político como máxima expresión de la clase vendedora, alguien que sólo existe de palabra; sin palabra, que dirá tanta gente nostálgica, su destino único, sin paradas de descanso, la extinción.
Voy al súper en busca de un adjetivo y me regalan todas las terminaciones adverbiales que quiera. Las tienen en una bandeja de plástico. De camino a pillar dos o tres, una azafata con charolita me pregunta si quiero probar la nueva gama de palabras pijas para nombrar deportes de riesgo: rafting, puenting, cañoning. Estoy encantado con su escote. Le pregunto si alguna vez ha utilizado el transporte público interurbano en Colombia. Como no sabe no contesta, le ofrezco el colectiving, de mi propia cosecha. El gerente, que me oyó de pasada, se detiene a explicarme que en este recinto sagrado del comercio no vale entrar con mercancía de fuera. Sólo salir con sucedáneos bien empaquetados. Bien maquillados y peinados, como cuando uno la palma y debe ser expuesto al último adiós a moco tendido de amigos y familiares.
En el desierto de nuestro lenguaje, los nombres son cactus, el adjetivo una piedra para apedrearlos, el verbo un cuchillo; la arena es el silencio. Una tormenta de silencio. ¿Quién lanzará el primer adjetivo? ¿Quién clavará un verbo en su propio nombre, en los nombres de todas las cosas? ¿Qué es lo que busca? ¿Agua, quizás? ¿La mera supervivencia en la intemperie del lenguaje? En el súper de la esquina venden filetes de cactus, ya sin espinas; bolsas de gravilla congelada; cuchillos con el filo en el mango.
La televisión aprendió su estridencia del supermercado. Luego creció y se puso a dar clases. Ahora, nuestros hogares son invadidos a diario por un montón de gritones; cualquier asunto se convierte en concurso de belleza de barrio, donde los jueces escancian piropos y guarradas sobre las concursantes con…
[Texto de Roger Colom, 7 de Noviembre 1999]