Se volcarán aquí, cada día 27 de mes, una serie de reflexiones personales —aunque no necesariamente de ideas originales— sobre la mente, la realidad y el conocimiento. La autora es profesora del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportaminento de la Facultad de Psicología de la UCM. En LdN también escribe Una aguja en un pajar.
Uno de los grandes cambios que se ha producido en la educación en los últimos años, junto con el abandono considerable del ejercicio de la memoria, es el fomento de la “opinión propia”. En principio, todos estaríamos de acuerdo en que debería ser uno de los principales objetivos de cualquier sistema educativo y no dejaríamos de abrazar toda iniciativa que fuera en esta dirección. El problema es que, como siempre, los procesos suelen ser pendulares, de forma que hemos pasado del argumento de autoridad como principal herramienta a considerar fundamental espetar lo primero que se nos pasa por la cabeza sin más. La opinión propia sólo tiene valor para los demás cuando ha sido formada, es decir, cuando se basa en ciertos conocimientos o cierta reflexión.
Esta fiebre “opinadora” ha llegado a los medios de comunicación, siendo Internet su máximo exponente, de forma que tenemos todo tipo de periodistas, políticos, famosos, oyentes, espectadores y lectores opinando de cualquier cosa. Por no hablar de las encuestas, donde se pregunta sobre los aspectos más peregrinos de los que uno no tiene por qué tener una idea clara, proporcionando información tan sorprendente como que: “un 31% de los españoles tiene cosas más importantes en las que pensar que en el medio ambiente y un 61,3% no”. A mí lo que me preocupa es que un 61,3% de los españoles no tenga cosas más importantes en las que pensar que en el medio ambiente. Claro que las encuestas merecen un capítulo para ellas solas.
Debería estar claro que formarse una opinión sobre algo es un proceso complicado, requiere beber en muchas fuentes y tener ciertos conocimientos a partir de los que la información pueda interpretarse. Es más, incluso deberíamos considerar que no es necesario tener opinión sobre muchísimos temas. También está claro que no debemos volver al argumento de autoridad exento de espíritu crítico, así que tenemos que replantearnos qué es lo que de verdad queremos fomentar.
Hay una primera distinción de carácter esencial: saber a qué puede aplicarse la opinión y a qué no. Esto, que debería ser evidente, en la mayoría de las ocasiones no lo es. Un dato es algo medible y contrastable y, por tanto, no es susceptible de opinión. Si existe relación entre dos fenómenos o si uno es la causa de otro tampoco es opinable.
Como ejemplo, veamos algunos de los argumentos que se han planteado con respecto a la ley del tabaco. Por un lado, tenemos los aspectos que no son susceptibles de opinión y para lo que no queda más remedio que recurrir y confiar en los expertos:
De hecho esto es lo que se argumenta siempre para declarar obligatorio el uso del cinturón de seguridad, cuyo incumplimiento lleva asociada pérdida de 4 puntos y una multa, sin que se alcen muchas voces pidiendo libertad para no ponérselo.
Lo mismo podemos aplicar a otros problemas como el del cambio climático, donde debemos diferenciar entre la existencia o no de cambio (sólo contrastable científicamente) de si queremos renunciar a nuestro tipo de vida, aún sabiendo que se está produciendo un cambio climático, si vale la pena que los recursos del planeta duren más para la generaciones futuras o preferimos vivir mejor a costa de las nuevas generaciones.
Pero tenemos la costumbre de aplicar la opinión también a los datos, porque uno va recogiendo información de su entorno y se cree que se puede hacer una idea bastante adecuada de lo que ocurre. Sin embargo, hay que ser conscientes de que la mente humana no es muy hábil estimando grandes números ni estableciendo relaciones y causas. Fijaos en esta dos tablas donde aparecen el color de los coches y un registro de accidentes en determinadas situaciones:
Si uno no se detiene mucho, lo que más llama la atención es que hay muchos coches rojos con accidentes, así que se tiende a pensar que existe una relación entre el color del coche y la probabilidad de tener accidente, es más, incluso se suele achacar al color del coche la causa del accidente.
Por suerte, disponemos de herramientas científicas para analizar la realidad y poder comprobar si esta impresión es acertada. Es evidente que el dato combinado de color rojo y accidente es el que nos llama la atención, pero debemos considerar otro dato que debería también atraer nuestra atención: hay más coches rojos, por lo que no es de extrañar que aparezca más ese color en el recuento de accidentes. En el primer caso, veremos que no hay una relación entre el color del coche y la probabilidad de tener un accidente y en segundo caso sí.
En la primera tabla, si calculamos el porcentaje de coches rojos con accidente, 99 de 110, comprobamos que 90% de los coches rojos han tenido accidentes, si calculamos el porcentaje de coches blancos con accidentes vemos que también hay un 90% , 36 de 40. Que además coincide con el porcentaje de coches que tienen accidentes sea cual sea su color, 135 de 150.
Si realizamos el cálculo en la segunda tabla, vemos que este caso, los coches rojos con accidentes son el 90%, como antes, pero el de blancos un 50% (20 de 40). Como el porcentaje de coches que tienen accidentes independientemente de cual sea su color es un 80%, 119 de 150, podemos comprobar que sí hay una relación entre el color del coche y los accidentes siendo más probables entre los coches rojos.
Espero haberme explicarlo con cierta claridad, si no, me consolará el hecho de que os habré convencido de lo complicado que es establecer si existe relación entre dos fenómenos.
Por otro lado, hay que considerar que ni siquiera es probable que el observador humano sea capaz de reproducir estas tablas sin un registro sistemático. Con lo que no es fácil que pueda darse cuenta de las diferencias entre las dos condiciones.
A esto hay que añadir esa pequeña manía que tiene nuestro cerebro de convertir cualquier relación en causa, de manera que en caso de la segunda tabla, donde claramente hay un relación entre el color del coche y tener un accidente, le atribuiremos el accidente al color rojo. Y no nos paramos mucho a considerar explicaciones alternativas, por ejemplo, que a los conductores más agresivos les guste más el color rojo. Es más, esta falsa creencia llevaría a los conductores más prudentes a comprar coches blancos, produciéndose una especie de profecía autocumplida.
Lo complicado del asunto es que tan compleja resulta la comprobación de los hechos como lograr acuerdos sobre las normas. Y lo más sorprendente es que incluso cuando no discrepamos en las normas, para conseguir hacer con nuestra vida lo que nos de la gana, no queda más remedio que negar, con la opinión, los datos, como única forma de llevar el agua nuestro molino: “yo quiero fumar y hacerlo como lo hacía hasta ahora, así que no es malo”, y eso hay que entenderlo.
2011-01-27 14:29
Siempre que leo tu columna, María José, lo hago moviendo la cabeza (lentamente) de arriba a abajo (como asintiendo), y de paso alguna cosa aprendo :-)
Suelo cuidar mucho “mis fuentes” antes de opinar sobre un asunto y con todo no es raro que al cabo del tiempo alguien desvele un dato crítico que termine invalidando dicha fuente.
Te pongo un ejemplo. Este sitio web tiene verdadera obsesión con ciertos temas (farmaceúticas por ejemplo) es interesante pero hay que tomar su información con pinzas y mascarilla. Entre sus patrocinadores se encuentran homeópatas y un “complemento alimentario” con ínfulas milagrosas. ¿Invalida la fuente? No del todo, pero sirve para sospechar :-)
En el caso concreto del tabaco tengo muy claro que mata y que quienes como yo, han fumado o fuman, seremos siempre unos yonkis enfermos expuestos no solo a las enfermedades potenciadas por el hábito sino a recaidas. Sin embargo, respecto a la ley, suelo incidir en el hecho de que las tabaqueras se van de rositas, que gente como César Alierta se vaya se rositas (en causas judiciales donde se reconoce el delito pero libre por que han prescrito) y no solo eso, además se le agasaja y medra en las altas esferas del poder económico y político.
La ley antitabaco tiene aspectos positivos, no me cabe ninguna duda, sin embargo ante la propaganda de sus bondades yo antepongo el fondo perverso que contiene: Criminaliza al enfermo y exime de responsabilidades al narcotraficante. Se necesitaron muchos años para entender el fenómeno social y sanitario de una droga como la heroina y dudo que hoy se entienda bien, pero no escarmentamos.
Y si, está demostrado: Fumar mata. Así de claro, nada de “puede” matar. Pero ¿Qué hacemos con los narcotraficantes de tabaco?. Yo solo se que no se puede hacer absolutamente nada.
Un hecho que no nos exime de tomar las riendas de nuestra propia vida y escojer un camino que, aunque nos expulse del sistema, nos ayude a vivir más años con mejor salud y (dentro de lo posible) felicidad. Pero, eso si, el legislador, sus palmeros y sus “historias” tan alejados de mi como sea posible, tanto o más que el humo del tabaco
2011-01-28 18:58
Bueno, ahora toca ser políticamente incorrecto :-)
Desde mi punto de vista el “fomento de la “opinión propia’” no es es el objetivo del sistema educativo, sino del Mercado de la Atencíón que propician los mercaderes de la Internet. Todo el mundo puede opinar con el objetivo de generar ruido o debate con el que generar audiencias, que devienen en ingresos indirectos. bien sea por publicidad o por facturación vía SMS premium. Esto favorece el chiste fácil, la frase provocadora o ingeniosa. En suma la banalidad concatenada, los tópicos, los “lugares comunes”, el pensamiento débil, la imposibilidad de profundizar en un tema. Todo aquel argumento que ocupe más de 140 (Twitter) caracteres no será tomado en consideración.
Pequeñas imbecilidades que entretienen y se solapan entre sí, como anuncios de TV que no duran más de 20”. Películas con planos secuencia de cortísima duración, porno casero, etc. eso genera ingresos.
Que el método se traslade al aula y que acabe en los templos de saber o la política es inevitable: hay que hacer llegar al mayor número posible de personas el mensaje, Incluso para vender los productos culturales y científicos de extraordinaria complejidad.
Todo el mundo sabe (cree saber) de ciencia, de arte, política … y quiere ser oido: hagamos una Red social donde millones de personas trabajen de forma gratuita para nosotros ¿los contenidos? da absolutamente igual. Si funciona una cadena de TV donde se muestran 24 horas por día las banalidades que suceden entre las paredes una casa ¿porqué no montar algo paracido en la Red? Coste de producción: 0 Beneficios espectaculares
Vosotros poneís los contenidos y yo me llevo la pasta (Blogs en blogger, indexamos contenidos en Google, Facebook, Meneame, Twitter, etc.). Sin embargo los contenidos de calidad del verdadero conocedor del tema son terriblemente caros, cripticos y requieren conocimientos previos de alto nivel: Del todo inviable economicamente. ¿Cual es entonces la solución si consideramos que no es una opción política el subvencionar algo que no interesa a la mayoría pues no se rentabiliza via voto?
Punset ha encontrado una vía explorando y experimentando con un nuevo formato. Alguien que perteneciendo a la élite (culturalmente hablando) baja de la montaña y habla al pueblo usando juegos de prestidijitador. Vale, no es preciso no es siempre riguroso, pero abandona el sillón de la academia para meter las manos en el barro. Quizás sea hora de que los expertos de la comunicación y los científicos se agrupen y salgan de sus cavernas y se pongan a trabajar en un ámbito diferente. Eso quizá les reste algún privilegio que les da su status actual, pero así están las cosas y pueden llegar a estar aún peor.
Sobre todo si se considera que la dictadura de la mayoría puede acabar decidiendo que los trabajos serios de los expertos (los de verdad digo) ya no son necesarios.
Saludos
2011-01-28 22:06
Cayetano, sí estaba en el sistema educativo eso de fomentar la opinión propia, yo recuerdo que cuando estudiaba se hacían debates de muchos temas, sin que antes nos informáramos y por lo que veo en los libros de mi hijo también. Y creo que es un objetivo loable si se hace bien. Y antes no había Internet. Lo que aporta la red es que antes me oían solo mis compañeros y ahora me puede oír cualquiera.
Tampoco estoy de acuerdo con la afirmación: “Sin embargo los contenidos de calidad del verdadero conocedor del tema son terriblemente caros, cripticos y requieren conocimientos previos de alto nivel: Del todo inviable económicamente” Wikipedia (sobre todo la versión inglesa) es un ejemplo de lo contrario y hay muchísimas páginas de calidad de muchas universidades y centros de investigación.
Y lo se Punset es lo de la opinión no formada llevada al máximo exponente. Y no quiero insistir porque no tengo nada en contra de él, pero es que no ha abandonado ningún sillón de la academia es que habla de cosas de las que no tiene ninguna formación, Carl Sagan sí ha hecho eso. Pero es que la principal función de un científico es investigar y que el conocimiento progrese, no divulgarlo, si alguno lo divulga pues mejor, pero yo prefiero que sigan trabajando para el progreso de la ciencia y no para la comunicación de la misma.
En cualquier caso el mensaje que quería transmitir en este artículo es que hay cosas no opinables de las que hacerse una idea adecuada sin herramientas científicas es imposible.
2011-01-29 10:30
Yo creo que la cuestión última está en las bases del conocimiento, los procesos para su obtención y las propiedades que estas dos cosas le confieren.
Sobre si internet ha empeorado las cosas, yo creo que es idealizar los viejos malos tiempos. El amor por el saber riguroso, concienzudo, prudente y esforzado nunca fue cosa de mayorías.
Claro que esta solo es MI verdad ;-))))
2011-01-30 21:36
Estoy en general de acuerdo con Maria José, pero querría apuntar algunos detalles. Primero que la “fiebre opinadota” no es nada nuevo. Ya Josep Pla soltó una frase demoledora hace muchas décadas “Es más difícil describir que opinar, infinitamente más: en vista de lo cual todo el mundo opina“. Si bien es cierto que la fiebre ha subido unos cuantos grados debido a dos fenómenos. Uno, la sublimación de la “libertad individual” a la par que la denigración de toda autoridad (la autoridad científica no es una excepción). Dos, la multiplicación de canales para hacerlo, especialmente Internet.
Sin embargo el post acaba por incidir a mi entender en un problema algo distinto: como se transmite la información científica, y especialmente la estadística que se deriva de ella. Es un tema entre divertido y deprimente, y me permito recomendar dos magníficos blogs: http://www.malaprensa.com/, para los medios. Y http://wonkapistas.blogspot.com/, que comenta y analiza estadísticas más en general, con especial relevancia las del INE y el CIS. A través de ellos llegué también a dos libros que lamentablemente no se han traducido al español pero que son buenisimos y recomiendo encarecidamente. Bad Science de Ben Goldacre no deja títere con cabeza sobre como se malinterpretan los estudios científicos, y dispara en todas direcciones: gobiernos, homeopatia, terapias alternativas, farmaceuticas… Analiza muy bien por ejemplo un fenomeno incipiente en España: el movimiento antivacunación. El otro en realidad son dos: Damned lies and statistics y More Damned lies and statistics de Joel Best. Aquí aprendí una lección que todos deberíamos grabar en piedra: desconfía de los números que te proporcione alguien con intereses en el tema, lo cual es facil si estas en contra, pero se suele olvidar cuando estas a favor.
Ejemplo de manual: toda la polemica sobre la ley antitabaco. ¿Hay una evidencia científica? Cierto. ¿Se ha transmitido bien? Pues no. Y no me refiero a los colectivos pro fumadores, puesto que esos son el “enemigo natural” y sus tergiversaciones fácilmente detectables. Me refiero al gobierno y asociaciones afines, cuyo tratamiento del tema des de hace años se llevaría el primer premio de existir uno llamado “Mintamos por una buena causa” (ex aequo, me temo, con todo tema que trate de género). Las webs anteriormente citadas se han puesto las botas. Algunos ejemplos:
http://wonkapistas.blogspot.com/2006/09/no-esta-nia-no-fuma-un-paquete-al-da.html
http://www.malaprensa.com/2010/02/mucho-humo.html
http://www.malaprensa.com/2004/06/hablando-de-basura.html
http://www.malaprensa.com/2005/02/el-tabaco-mata-poco-poco.html
No he fumado nunca (y en mi caso no es una licencia poetica) y la ley no me parece mal. Sin embargo hay aspectos de la polemica des de que se inició de lo mas enervantes para alguien con sentido comun. ¿Fumar es malo? Cierto, pero por favor no me traten como si fuera idiota…
2011-01-31 00:07
Rosie, de acuerdo en que el fenómeno no es nuevo. Y mi idea no era tanto hablar de cómo se transmite la información ni cómo se hace a través de la estadística, sino, por una parte, establecer la diferencia entre los aspectos susceptibles de opinión y los que no y, por otra, que nos demos que la mente humana no es capaz sin herramientas científicas (la estadística es sólo una de ellas) de hacerse una idea adecuada de las relaciones entre los fenómenos.
2011-01-31 23:37
Establecer la diferencia entre los aspectos susceptibles de opinión y los que no… pues no es tan facil, lamentablemente. Afortunado el problema social que esta meridianamente claro en este sentido. En una discusión, lo más probable es que cada parte se pertreche de datos y estudios. El problema es que la opinión pública raramente tiene el bagage necesario para evaluar si le estan dando datos ciertos, exagerados/minimizados o falsos. De ahi la importancia de que estos datos y estudios de divulguen con mucho rigor, cosa que no siempre ocurre, por desgracia. No basta que haya una evidencia científica, tiene que transmitirse adecuadamente a la opinión pública.
2011-02-01 17:40
Pido disculpas a Maria josé si traigo este asunto a colación, pero tengo “fiebre opinadora”.
No se mucho, salvo lo que me cuentan los profesionales de la cosa. Los hospitales psiquiatricos, de momento, no incluyen dentro de la especialidad de drogopendencias a los fumadores, pero si el (gravísimo problema del) alcoholismo.
Es por eso que esta “noticia” (y otras parecidas ensalzando la calidad de los caldos patrios y su incidencia en la economía) puede tener cierto interés El vino vuelve a la Alhóndiga
Por comentar y hacerme más preguntas ¿Quien, cómo y porqué se pone el foco en un asunto y no en otros? Vale, ese es otro debate :-) Saludos
2011-02-01 19:33
Bueno, Cayetano, aunque no es el debate, una cosa es ser alcohólico y otra que el consumo de alcohol donde están otros tenga repercusión sobre su salud. De hecho, están prohibidas conductas (como conducir) bajos sus efectos que sí podrían perjudicar a los demás. Son temas distintos, se prohibe fumar en sitios donde pueda llegar el humo a otros. De momento no se prohibe fumar.
2011-02-01 21:24
Perdón a todos, a veces presupongo de que la gente está enterada de cosas que no tiene porqué. En la noticia El vino vuelve a la Alhóndiga vemos como la entdad que organiza el evento, Enolia, utiliza el Museo Guggenheim de Bilbao y el Artium Vitoria para promocionar el consumo alcohol.
Tambien se dedican partidas importantes de dinero público para promoción del Txakolí, investigación enológica, proceso de producción, etc.
Lo que quiero destacar es como se promociona un producto dañino, como se convierte en algo socialmente aceptado (incluso subvencionado por las administraciones públicas), etc. mientras que, al menos aquí en el Pais Vasco, se desbarata toda la red de hospitales y programas relacionados con enfermedades psiquiatricas.
Por ahí iba el enlace. Viendo esto (y otras cien cosas más) que nadie se extrañe que no me crea en nada que venga de la autoridad competente, ni administrativa, ni científica: Y no me vale ya la historia de que el “experto reputado” solo tiene que hacer su bien su trabajo. Tambien debería cuidar su responsabilidad social comunicando (buscando la manera) de difundir, denunciar y educar socialmente transmitiendo sus conocimientos.
De eso iba el enlace, pero debo ser un tipo raro que lee las noticias entre líneas y en diagonal. Obviamente no estoy hablando de anécdotas, es decir fumadores o borrachos, sino de algunas de las razones de mi incredulidad ante todos los datos que se me ofrecen para dibujar la realidad. Iconoclasta radical que le dicen :-)