Libro de notas

Edición LdN
el ojo que ve por María José Hernández Lloreda

Se volcarán aquí, cada día 27 de mes, una serie de reflexiones personales —aunque no necesariamente de ideas originales— sobre la mente, la realidad y el conocimiento. La autora es profesora del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportaminento de la Facultad de Psicología de la UCM. En LdN también escribe Una aguja en un pajar.

La purga de Hernando

Uno de los rasgos que más me sorprenden de mi generación, y de las generaciones siguientes a la mía, es el rechazo bastante generalizado hacia el pensamiento occidental y todas las manifestaciones que de él han surgido. He de reconocer que soy bastante occidental, y se verá mi sesgo a lo largo de esta argumentación; en alguna ocasión he dicho que donde se ponga Kant que se quiten los haikus. Y, aunque no deja de sorprenderme el éxito de estos últimos, al fin y al cabo no es más que una forma de obtener placer y sobre cómo cada uno disfruta de la vida o el arte no tengo mucho que decir. Sin embargo, hay un tema sobre el que llevo tiempo reflexionando y que por más vueltas que le doy no consigo entender: esa manía creciente contra la medicina “occidental” o científica, fundamentalmente focalizada en la industria farmacéutica, y esa capacidad para abrazar cualquier remedio siempre que no venga de ahí.

Esta claro que si preguntamos a la gente si les gustaría que desapareciera la industria farmacéutica, la inmensa mayoría dirían que no. Nadie querría volver a ser operado sin anestesia, nadie querría volver a la época anterior a la penicilina, ni anterior a las vacunas y, sin embargo, cualquier información contraria a ellas prende como la pólvora. Supongo que uno se acostumbra tan pronto a lo bueno que no es posible hacerse una idea de cómo sería la vida sin la medicina tal y como la conocemos. O, tal vez, lo que ocurra es que esperábamos más de ella, queremos que lo solucione todo y si no lo hace es que no es muy buena.

Estas nuevas generaciones, que han desechado la posibilidad de la existencia de dios apoyándose en un pensamiento racional y científico, abrazan cualquier terapia alternativa, sin que para ello sean necesarias las pruebas de ese mismo pensamiento racional.

Cuando se discute de este tema más o menos vienen a utilizarse los siguientes argumentos contra la medicina científica:
1. No considera al organismo como un todo y sólo ataca el síntoma.
2. Muestra malas prácticas a la hora de hacer las investigaciones.
3. Sólo busca el enriquecimiento.

Como no soy experta en medicina no voy a argumentar sobre ninguno de estos puntos, sino que voy a intentar hacer lo que siempre hago en mi sección, que es tratar de ver lo que otros ven.

No considera al organismo como un todo y sólo ataca el síntoma

A veces tengo la impresión de que la gente no busca un médico, sino una especie de equivalente al consultor espiritual pero con relación al cuerpo. Alguien que nos diga cómo tenemos que vivir para que nuestro modo de vida no afecte a nuestra salud física. Así que proliferan los libros donde nos dicen cómo alimentarnos, cómo andar, cómo sentarnos, cómo respirar, qué ejercicios físicos tenemos que practicar… De forma que si uno tuviera que leerlos y seguirlos al pie de la letra no tendría tiempo para vivir. Porque creo que nos estamos olvidando de eso, de que vivir conlleva ciertas molestias y deterioros con los que tenemos que aprender a convivir.

Las terapias alternativas sirven muy bien a este fin, son una nueva forma de religión, donde alguien te escucha y te dice lo que debes hacer, cómo orientar tu vida, independientemente de que esa información haya sido contrastada de forma científica.

Siempre hay que diferenciar dos aspectos cuando hablamos de terapias; en primer lugar hay que demostrar que algo funciona y, en segundo (y esto no siempre es posible ni necesario), explicar por qué. A la mayoría de los científicos lo que les interesa es este segundo aspecto, pero una terapia puede funcionar y no tener un modelo explicativo de cómo lo hace. Muchos medicamentos consiguen atacar un síntoma sin tener una explicación muy clara de por qué sucede. Es evidente que si con el tiempo se llega a un mayor conocimiento, éste será bienvenido, pero el no tener una explicación completa no impide hacer uso del conocimiento parcial. Por el contrario, una buena explicación a priori si luego el resultado no funciona, no tiene ningún interés.

Las terapias alternativas pueden carecer de lo primero, pero nunca les falta su “principio explicativo” que es en definitiva el motor de su éxito.

Ya sabemos lo poco hábil que es el ser humano evaluando la información a favor o en contra de un hecho (dedicaremos un artículo entero a este tema) y la única forma de poder demostrarlo es la de hacer estudios controlados. Parece que la mayoría de las terapias alternativas no salen muy bien paradas. Pero independientemente de los estudios, ya que no hay por qué ser experto y leerlos, hay una pregunta que cualquier lego puede hacerse: si es un remedio que funciona, ¿por qué no lo comercializa una industria farmaceútica? Pero claro, el tipo de pruebas que se les pide a los medicamentos no se les pide al resto de terapias, que aún así, siguen permitiéndose; total, no tienen efectos secundarios físicos.

Como por la vía de demostrarnos que funcionan no parece que tengan mucho éxito, recurren a las explicaciones, en lenguaje pseudocientífico y, como suenan bien, pues nos las creemos. Es sorprendente el éxito de la pulsera “power balance” que entre otras cosas tiene “frecuencias”, que no es más que una unidad de medida, es poco menos que decir que tiene litros. Pero nos “reequilibra” y eso nos gusta. Nos gusta que nos recoloquen las energías, que nos den karma… eso sí es ocuparse del ser humano en su integridad y no lo que hace la medicina convencional.

Yo adoro los remedios que atacan el síntoma, aunque no me den una explicación integral de mi vida y de por qué me ocurren tales cosas. En mi caso, el síntoma es una jaqueca con halo que me fastidia bastante cuando aparece. La padecemos varios miembros de la familia y desde hace algunas generaciones. A lo largo de mi vida me he ido encontrando con muchas personas que me proponen una alternativa a la medicación que tomo, pese a que yo estoy encantada con ella: la acupuntura, la homeopatía… y sobre todo que si no me he planteado encontrar la causa de la misma que puede deberse a un desequilibrio de mi vida… una especie de búsqueda más bien de tipo freudiano. Yo, que no me quito mi filtro occidental ni para dormir, no acabo de entender qué hacemos mal desde un punto de vista psicológico varios miembros de mi familia de diferentes generaciones, que ni siquiera se han conocido, con vidas totalmente diferentes, para sufrir este martirio de vez en cuando. Así que mientras lo averiguo sigo con lo mío.

Muestra malas prácticas a la hora de hacer las investigaciones

Es evidente que ahí no hay nada que decir, que todos estaríamos de acuerdo en que deben regularse aún más, que deben prohibirse ciertas prácticas, tanto en las investigaciones como en los métodos para vender más sus productos… pero eso no resta eficacia a los medicamentos.

Sólo busca el enriquecimiento

Por supuesto, según este modelo, los únicos que quieren enriquecerse son los de las farmacéuticas, el resto de los mortales, incluidos los que venden remedios naturales, homeopáticos…, incluidos todos y cada uno de nosotros cuando trabajamos, lo único que pretendemos es hacer un bien a la humanidad. Pero incluso aunque este modelo tan irreal fuera cierto, a mí me da igual, si alguien se enriquece y a mí me ayuda, mejor para los dos. Porque no deja de ser curioso que nadie critique que los Beatles se forraran y que les parezca mal que lo hagan las farmacéuticas.

Pero lo más sorprendente es que la información que uno recoge no justifica esta balanza tan desequilibrada en contra de la medicina científica y a favor de las terapias alternativas. No creo que haya mucha gente que haya visto efectos graves de una vacuna, teniendo en cuenta todas las que se ponen, ni que los dolores no se curen con analgésicos. Si uno hace un registro objetivo de todas las personas de su entorno a las que la medicina científica les ha supuesto un beneficio, el número sería altísimo. Sin embargo, nadie argumenta con este tipo de cosas, supongo que se dan por hechas, y sí que conocen a alguien a quién la homeopatía le ha supuesto la solución definitiva a todos sus males.

En el fondo, las terapias alternativas representan el modelo ideal de solución: sirven para el problema concreto y particular de cada uno a la vez que sirven para todo, no tienen efectos secundarios y le dan una explicación en términos espirituales, colocando de nuevo al ser humano en ese lugar místico del que la ciencia se ha empeñado en bajar.

Aunque lo que uno no debe olvidar es que vivir es la principal causa del cáncer, hipertensión, infartos, deterioro, envejecimiento y cuanto más viva más efectos negativos tendrá la vida sobre su salud. Y de momento, no hay remedio contra ello, ni de la medicina científica, ni de las alternativas. Si después de una búsqueda razonable no ha encontrado el remedio a su mal, o su supuesto mal como la falta de equilibrio, deberá aprender a convivir con él, que casi siempre se puede.

María José Hernández Lloreda | 27 de junio de 2010

Comentarios

  1. Ender Muab'Dib
    2010-06-27 15:12

    Totalmente acertado. La crítica a la medicina científica se ha convertido en una moda más, algo cool con lo que sentirse más progre o yo qué sé qué.

    La causa del triunfo de las supercherías alternativas la apuntas en tu artículo, y recientemente también lo leí de un médico (pero no he conseguido encontrar el enlace). Las consultas médicas están muy mecanizadas para atender al mayor número de enfermos con el menor número de médicos posible. Esto provoca que sean consultas totalmente impersonales en las que algunos médicos ni siquiera tienen tiempo de mirarte a los ojos.

    Y la gente, con su salud, necesita el trato personal, el factor psicológico, la confianza de que el tratamiento va a funcionar. Y las medicinas alternativas, con sus palabras bonitas, consiguen conectar con el enfermo, despertar empatía; consiguiendo conectar con éste.

    Ése, creo yo, es el factor diferencial para que cada vez consigan más creyentes.

    Un saludo.

  2. Antonio López-Peláez
    2010-06-27 20:31

    Un artículo contudente, lúcido y certero. Se puede decir más alto, pero no más claro. En cuanto al motivo de esa búsqueda desesperada de “algo más”, me temo que lo llevamos dentro. Pese a las abrumadoras pruebas en contra, está en nuestra naturaleza seguir creyendo en el fantasma en la máquina. A menudo es lo único que nos permite seguir en pie.

    http://antoniolopezpelaez.com

  3. Richo
    2010-06-27 20:39

    Este mismo análisis aplica también para el psicoanálisis y cualquier otra psicoterapia.

  4. xg
    2010-06-28 11:08

    Creo que para responder a estos sistemas de creencia, podemos y debemos aplicar el mismo test a todos. Y la medicina industrial de nuestros días sigue siendo el más avanzado de esos sistemas, con el acicate perverso de ser uno de los mayores negocios del mundo contemporáneo. No es lo mismo Kant que la Bayer. Ni siquiera los Beatles! Y mi médico de cabecera sigue siendo lo más parecido a un cura… dispensando sus obleas de salvación en nombre de su iglesia: el negocio reverendísimo.

    Vamos que aunque comparto el sentido general del artículo en cuanto a desmitificar esta superchería alternativa, considero un poco ingenuo apostar por el control total al que nos somete la institución médica y sus industrias en la actualidad.

    También diré que como antiguo sufridor de jaquecas lo que mejor me sentó a mi fue negarme a las terapias de choque que me ofrecían los charlatanes de la neurología y limitar los abusos de trabajo, Internet y de auriculares.

    Eso si, si esto no funcionase estaría dispuesto a drogarme… que todo muere.

    Un saludo a todxs

  5. Ana Lorenzo
    2010-06-30 11:29

    Me ha encantado el artículo, María José.
    Creo que las observaciones que la gente hace sobre las medicinas y las farmacéuticas, aparte de que, como bien apuntas, no influirían en tomarlas o no, tratan de demonizar; y es que es mucho más fácil no usar y pasar de aquello que uno odia; en este caso, aquello que no tiene intención de curar, que eso es un efecto colateral: su principal razón de existir es la de sacarnos la pasta (menuda novedad, ¿son gratis el pan, los coches, los seguros obligatorios, los libros de texto, etcétera, etcétera?). Por supuesto, se argumenta con medias verdades: solo cura el síntoma, muestra malas prácticas a la hora de realizar las investigaciones, y solo busca el enriquecimiento; en estas tres afirmaciones hay algo de verdad y algo que no lo es, pero si nos agarramos a lo que sí se cumple, ya tenemos al demonio de las grandes farmacéuticas que no dejan liberar las patentes ni dar medicación gratuita o barata a los países del tercer mundo; las que solo investigan si la enfermedad tiene un público suficiente con el que forrarse, así que fuera las enfermedades raras; las que no informan de efectos secundarios muy perjudiciales, aun a sabiendas de que existen; etcétera.
    Pero demonizar a una industria, se tenga más o menos razón, no hace que lo que produce sea malo, ni automáticamente convierte en bueno las medicinas alternativas. Estas, además, si hablamos de enriquecimiento, investigación y malas prácticas, y síntomas y salud, saldrían peor paradas. Ah, pero no están dentro del stablishment…, pues sí que lo están.
    En cuanto al párrafo con el que cierras, es genial. Quizá si la gente dejara de buscar estar completamente sano siempre, podría disfrutar más de la vida, con muletas como las medicinas, en caso de enfermedades crónicas que haya que controlar, y sin ellas si la enfermedad es asintomática y no reviste importancia, o si el síntoma es tan poco relevante que uno no lo nota casi. La gente que busca que le tengan todo el día sano sanote puro machote no se ha enterado de que vivir tiene todos los riesgos del mundo y hay cosas que se pueden controlar y otras que no.
    Entiendo que, desesperada, una persona se lance en manos de la homeopatía o de un gurú: yo no sé si lo haría en caso de que me dijeran que una de mis hijas está desahuciada y estuviese sufriendo dolores, pero que se haga desde la tranquilidad más pasmosa, con cualquier cosita, lleva a pensar qué sociedad tenemos que cree antes en las power balance y en tomar oro —tan diluido que no sé si habrá oro— que en compuestos químicos que hace años que demostraron científicamente su eficacia.
    Vamos, que si bajase Jesucristo, no creas que causaría mucho asombro a nadie con sus milagros ;-)

  6. Antonio López-Peláez
    2010-06-30 20:29

    Muy cierto lo que dice Ana Lorenzo: hay cosas que se pueden controlar y hay cosas que no. Y hay, me atrevo a aventurar, cosas que se pueden controlar hasta cierto punto y no más allá. No se trata de algo que guste oír ni tampoco decir, pero está más que claro que nuestro margen de maniobra es infinitamente más limitado de lo que creemos. O de lo que fingimos creer.

    http://antoniolopezpelaez.com

  7. Antonio López-Peláez
    2010-06-30 20:30

    Muy cierto lo que dice Ana Lorenzo: hay cosas que se pueden controlar y hay cosas que no. Y hay, me atrevo a aventurar, cosas que se pueden controlar hasta cierto punto y no más allá. No se trata de algo que guste oír (ni tampoco decir), pero está más que claro que nuestro margen de maniobra es infinitamente más limitado de lo que creemos. O de lo que fingimos creer.

    http://antoniolopezpelaez.com


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