Se volcarán aquí, cada día 27 de mes, una serie de reflexiones personales —aunque no necesariamente de ideas originales— sobre la mente, la realidad y el conocimiento. La autora es profesora del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportaminento de la Facultad de Psicología de la UCM. En LdN también escribe Una aguja en un pajar.
Dice Leonard Mlodinow en “El andar del borracho” que la mayor parte de las cosas que nos ocurren en la vida dependen en gran parte del azar. Sin embargo, la mente humana intenta buscar siempre una explicación en términos de causa-efecto. Como ya he comentado otra veces, somos detectores o más bien generadores de patrones, estén o no en la realidad, y la causalidad es uno más de ellos. Refiere en el libro algunos experimentos en los que se presentan series aleatorias de estímulos, con la única particularidad de que un tipo de estímulo se presenta más veces que otro, y se pide a los participantes que averigüen cuál es el estímulo que sigue la serie. Las ratas reaccionan basándose sólo en la probabilidad de aparición de los estímulos, mientras que las personas intentan descubrir el patrón que guía la serie. En este tipo de tareas, la eficacia de la rata es mayor. Pero hay aspectos de la naturaleza donde se dan secuencias no aleatorias y donde detectar el patrón es de gran utilidad, de ahí que el desarrollo científico de las ratas sea considerablemente menor que el de los humanos, aunque su nivel de adaptación no tenga nada que envidiarle al nuestro. Así que debemos pensar que no es fácil que el hombre renuncie a esa capacidad. Sin embargo, ese afán no siempre es provechoso para nuestro día a día.
En cierto modo, concebimos la vida como una línea de proyección en la que de alguna manera nos reconocemos, y vivir consiste en gran medida en intentar volver al camino cuando las pequeñas o grandes alteraciones aleatorias nos han empujado fuera. No cabe duda de que los individuos mejor adaptados son aquellos que son capaces de absorber los impactos que los cambios azarosos van produciendo. Pero, ¿se puede luchar a largo plazo contra el azar? No es fácil. Existen acontecimientos que escapan a la capacidad humana para poder volver a retomar el camino. Sin embargo, en la mayor parte de las ocasiones, tenemos que saber cómo jugar con los dados para que al final el resultado caiga un poco más de nuestro lado. A veces basta con perseverar y así aumentar nuestras probabilidades de que un suceso poco probable ocurra. Edison consiguió la bombilla después de muchísimos intentos y ya sabemos que la inspiración y la genialidad te tienen que coger trabajando.
El problema es que la mente humana se empeña en entender y así poder predecir y conseguir el resultado deseado; no le convence mucho el azar. Ya hemos aprendido que cuando el suceso azaroso se produce por algún fenómeno natural, no queda más remedio que continuar adelante sin darle muchas vueltas. En otras épocas (o en otras culturas) se atribuían intenciones a la naturaleza. Actualmente no tenemos mucha sensación de control sobre ella y, sobre todo, no le suponemos un plan estratégico al que tendremos que enfrentarnos. Pero a otro ser humano sí. Así que cuando el azar lo que nos pone por delante es una piedra en forma de ser humano es muy difícil resistir la tentación de buscar explicaciones.
Cuando esto ocurre nos quedan dos opciones: una consiste en convertirnos en el estratega que nunca quisimos ser, lo que nos obligará a tomar decisiones que no habríamos tomado, a intentar descifrar qué modelo del mundo tiene nuestro enemigo y que al final nuestra vida se convierta un poco en la vida según otro. La otra es intentar que el otro nos aparte lo menos posible de nuestro camino, con el posible riesgo de que nos tome la delantera en aspectos que al final pueden ser importantes para nosotros.
De cualquier manera, al final afectan a tu vida, bien porque has decidido presentar batalla, o bien porque has decido no presentarla y el otro puede obtener ciertas ventajas de tu inactividad. Supongo que la naturaleza de cada uno le lleva a elegir una de las opciones y debe ser muy difícil actuar contra la propia naturaleza, como le ocurre al escorpión, pero lo que no está claro es que el éxito caiga necesariamente del lado del que presenta batalla, como habitualmente suele pensarse.
Si después de haber aprendido las tácticas de la batalla uno consigue adelantarse a los movimientos del enemigo, al final, en un porcentaje de casos, puede incluso llegar a obtener una victoria. Pero no sé hasta qué punto el haber cambiado tu visión del mundo, haber dedicado tu vida y tus esfuerzos al afán de otro, no es pagar un precio demasiado alto. Si uno no ha entrado al trapo puede que pierda alguna de las batallas, pero el mundo se parecerá más a la realidad que uno quiere, “que puede ser infierno o cielo azul / según la calidad del hombre que la invente.”1
Pero además, no hay que perder de vista que en muchas ocasiones ese ser humano se parece mucho a la naturaleza, con lo que intentar encontrar un patrón en su conducta, comprenderla e intentar un diálogo con él, puede ser tan estéril como intentar hacerlo con un león en mitad de la selva.
_______________
1 Francisco Serradilla Las abstracciones de un gato albino.
2010-03-27 22:02
María José, me guardo los cuatro últimos párrafos. Me gustan tanto que quisiera haberlos escrito yo.