Libro de notas

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el ojo que ve por María José Hernández Lloreda

Se volcarán aquí, cada día 27 de mes, una serie de reflexiones personales —aunque no necesariamente de ideas originales— sobre la mente, la realidad y el conocimiento. La autora es profesora del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportaminento de la Facultad de Psicología de la UCM. En LdN también escribe Una aguja en un pajar.

En el país de los ciegos

Parece que a nuestro sistema visual no le gusta nada la monotonía, como parece que tampoco le gusta al resto de nuestro cerebro. Si se presenta un campo uniforme en la retina, lo que se conoce como efecto ganzfeld, la percepción desaparece; si no existe movimiento en los receptores, si no se actualiza la información mediante los movimientos oculares, tampoco podemos ver nada. Necesitamos del contraste para percibir o, mejor dicho, percibimos por contraste. Y no es sólo que nuestro sistema utilice sin más las diferencias de la estimulación física, es que las acentúa.

Si se observa sin mucho detenimiento la imagen que está a continuación, los dos cuadrados centrales se ven con tonos de rojo distintos, más claro el de la derecha y más oscuro el de la izquierda.





Y si se mira con más detenimiento, también. La única forma de comprobarlo es eliminar el contexto. Este fenómeno se conoce como el efecto de contraste. El cuadrado rojo de la derecha está rodeado de un fondo oscuro que induce en él un tono más claro. El cuadrado rojo de la izquierda está rodeado de un fondo más claro que induce en él un tono más oscuro. Esto es, nuestro sistema perceptivo acentúa el contraste entre un objeto y su entorno para diferenciarlos.

Pero también tenemos el efecto contrario, en este caso el rojo que está entre las franjas oscuras se percibe más oscuro y el que está entre las franjas más claras se percibe más claro. En este caso el color se mimetiza con el tono general del entorno. Se conoce como efecto de asimilación.





La diferencia entre los dos fenómenos tiene que ver con la configuración de los estímulos. Si tiene suficiente entidad para formar un objeto, este se reafirma frente al contexto, si no, se mimetiza.

Podría afirmarse, como tantas veces se dice, que nuestros sentidos nos engañan; ya dedicaré un artículo a esta reflexión, pero yo no acabo de verlo así. Nada dice que el mundo deba percibirse como una mera yuxtaposición de las unidades individuales; ya sabemos desde el magnífico insight de los teóricos de la Gestalt, que el todo no es la mera suma de las partes. Y eso hace que nuestro mundo sea de alguna forma más rico, que emerjan configuraciones nuevas por la forma en la que combinamos los elementos. Si nuestro sistema aísla cada una de estas unidades, o las enmarca en el mismo contexto, las percibe del mismo color. De alguna manera nuestro sistema de conocimiento utiliza la comparación como forma de ir construyendo su mundo. Y de alguna manera la comparación debe ser exagerada para que quede bien marcada, y, probablemente, nos sea más útil.

Y no debe ser nada fácil sustraerse de esa comparación. No lo es para la percepción del color y no debe serlo para el resto de aspectos de la vida. ¿Cómo es uno mismo en un contexto y en otro?, ¿podemos pedirle a alguien que no se compare con los que le rodean o que elija otro contexto diferente para hacer su comparación? ¿Realmente existen esas características de forma aislada, sin referirlas al contexto social en el que nos movemos? ¿Hay realmente algo que es uno mismo independiente del contexto en el que está? Yo no tengo una respuesta clara para todas estas preguntas, pero mucho me temo que están más cerca del no que del sí.

¿Quién no ha conocido a alguien en un contexto y al verlo en otro distinto ha sufrido una profunda decepción, o no se ha sentido alguna vez como pez fuera del agua?

Y a esto contribuye también nuestra memoria, acrecentando en nuestro recuerdo esas diferencias. Los colores tienden a recordarse con las características predominantes en el estímulo acentuadas: los brillantes más brillantes, los oscuros más oscuros y todos tienden a recordarse más puros. Esto ocurre tanto para intervalos temporales breves como para la memoria de estímulos familiares. Los que hacen revelado fotográfico lo saben y dan más brillo y saturación para que el cliente quede satisfecho.

De alguna manera necesitamos acentuar las diferencias, para percibir y para recordar. Y aunque soy consciente de que doy un salto conceptual, supongo que este es el mismo proceso que hace que a partir de una pequeña diferencia generemos diferencias casi irreconciliables. Si alguien ha sido un poco antipático yo lo recordaré como antipatiquísimo. Y salvo que se produzca un conocimiento más profundo, recordamos todas las características que nos han llamado al atención de una persona acentuadas, las buenas más buenas, las malas más malas. Está bien saberlo.

Así que debemos ser conscientes de que nuestra concepción del mundo siempre es en contexto y, por lo tanto, relativa al mismo. Y en la medida que uno pueda, está bien elegir el que más le favorezca. Porque ya se sabe: en el país de los ciegos el tuerto es el rey.

María José Hernández Lloreda | 27 de febrero de 2008

Comentarios

  1. Cayetano
    2008-02-27 13:15

    Lo primero: la lectura me ha remontado 25 años atrás cuando me interesé (mucho) por los trabajos de Bruno Munari.

    Suelo emplear la palabras ámbito y contexto para referirme a cosas diferentes, y a veces las empleo mal. Lo correcto, según me explicaron, es utilizar ámbito refiriéndose al espacio y contexto cuando se incluyen aspectos sociales, formales, etc.

    Como tiendo a verlo como imagen uso ámbito, incluso las emociones. para mi el espacio personal es un ámbito en tanto que delimita fronteras (y que tienen forma en un espacio dado). Es una antigua idea: En tanto que protejamos el espacio personal (no permitiendo la invasión) mantendremos cierta independencia de criterio.

    Enriquecerse en lo personal sería hacer pagar un precio a los “productos importados” manufacturándolos y adecuandolos a nuestras necesidades. Las ideas y presiones del “contexto” no entran sin más, se reelaborar se negocia, etc. (¿Porqué aceptar la realidad, moral, de los otros? ¿A cambio de qué? Etc.)

    Ambito autónomo y personal ;)

    En vez de eso lo habitual es difuminar, incluso diluir, los contornos de nuestro ámbito con los del medio, el mundo, la realidad de los otros, etc.

    Yo valoro, en las personas, la dureza de esa membrana. Tambien que haya un bajo nivel de dependencia respecto del medio, sobre todo respcto a concepción del mundo (de ahí mi interés por los místicos o determinados artistas, una especie de autismo reconocido por los otros como genialidad).

    Hay más cosas, pero estoy en un contexto donde reclaman constantemente mi atención, con la membrana en modo ultraflexible ;)

    Gracias por la exposición, a la curiosidad pública, de este interesante texto.

  2. David
    2008-02-27 23:10

    Muy interesante, de nuevo, tu texto. A parte de las implicaciones epistemológicas en las que no entraré, me ha recordado muchas de las cuestiones propias de la psicología social, especialmente a los estudios que ilustraban “el poder de la situación” y cómo tendemos a explicar nuestro comportamiento a partir de características individuales, cuando su explicación está en el entorno, mejor dicho, en su interacción con el entorno. Por ejemplo, cuando los tiernos estudiantes norteamericanos, una vez asignados aleatoriamente a la condición de carcelero o de prisionero, acababan por infringir serios castigos y vejaciones a los “reclusos”. Ya sé que el comentario se aleja del contenido del texto, pero es por esto por lo que me parece atractivo. Entre tanta supuesta especialización, se agradecen reflexiones “básicas”, en el mejor sentido de esta palabra, sobre cuestiones fundamentales.

  3. María José
    2008-02-27 23:29

    Cayetano, me parece bien la distinción, pero en percepción visual se suele hablar de contexto en el que se encuentra el estímulo.

    Por otra parte, mi enfoque tiene que ver más con el que observa que con el propio objeto, por lo tanto, aunque alguien se aísle y se impermeabilice, yo lo percibo en contexto y al otro le queda poca opción. Por ejemplo, el caso del místico, yo lo percibo en su contexto o ámbito y si por cualquier circunstancia tengo oportunidad de observarlo en otro ámbito o contexto, pues mi percepción de él será distinta. Y, aunque no era el tema del artículo tampoco me parece bueno, aislarse y volverse demasiado impermeable al contexto, no creo que la mente esté muy preparada para esto y puede llevar a lo que se conoce como aislamiento psicótico (aunque yo de esto no sé mucho).

    David, yo creo que tu ejemplo está muy bien escogido, como puede uno en un contexto como el de ese experimento llegar a percibir a los demás de una manera que nunca lo hubieran hecho, ni pensado que habrían hecho.

  4. Cayetano
    2008-02-28 00:57

    Gracias por la aclaración, Maria José. Aunque ando espeso solo añadir algo antes de que lo olvide.

    Me desviaba del asunto, como ya es constumbre en mi, y no explicaba lo de Bruno Munari (mas escuela de Bauhaus). En la que estos pretendían construir (diseñar) todo el escenario (que aqui llamamos contexto) en el cual situariamos al sujeto … objeto de la observación ;)

    Lo que nunca he llegado a entender es si un grupo social ha de adaptarse a un contexto, prediseñado a tal fin, por ejemplo el vestibulo del guggenheim – bilbao usado para una comida, pase de moda, presentación … en la que los invitados no han de desentonar. Esos mismos invitados en su casa en zapatillas en su casa …

    Tiene mucho que ver con la representación de los actores (y muy especialmente en la opera) que en función del contexto enfatizan unos u otros registros interpretativos. Sin embargo todos los registros posibles están en el actor (en una escena épica o un salon en zapatillas).

    A donde quería llegar: La capacidad del observador para distinguir que es verdadero y lo que es interpretación. cierta generosidad para juzgar al objeto observado, considerando que quizá no esté en un contexto adecuado (más aún sino lo ha diseñado él, le viene impuesto, etc.).

    ¿Qué hago yo en alpargatas en un espacio diseñado por el Barón Foster de Thames Bank ?. Así, en ese contexto, no es de extrañar que la Doctora Elena Otxoa (como observador) prefiera al Barón que a éste que usa alpargatas. (presuponiendo que coincidiéramos todos en una estación de metro de Bilbao).

    Seguiré pero no hoy

  5. Mariví
    2008-02-28 20:32

    Gracias por el artículo. Me ha generado una serie de reflexiones sobre los diferentes papeles que uno juega en diferentes contextos (papeles percibidos por los otros) y los que hacemos jugar a otros por mucho que se esfuercen. En primer lugar, curioso eso de que “te decepciona en otro contexto” ¿es una visión pesimista o es que es más difícil que se de en el otro sentido? ¿Se magnifica más lo negativo o necesitamos más evidencia de lo positivo para seguir manteniéndolo? Por otro lado, ¿qué hay de la experiencia pasada, más en concreto, de su recuerdo “magnificado” como parte integrante del nuevo contexto e influyendo, por tanto, en la percepción actual del objeto? Un mismo comportamiento realizado por personas distintas es percibido por el observador de forma distinta en función de las percepciones anteriores que de esa persona tenga. Así que, aunque cambien el contexto y el comportamiento, la información pasada (y encima exagerada) seguirá influyendo en la percepción del objeto. ¿Será por eso lo de la importancia de la primera impresión o continúa siendo ésta una visión pesimista? Quizá me he ido un poco del tema, lo siento, pero mi contexto es lo que me ha hecho entender.

  6. María José
    2008-02-29 02:52

    Mariví, no te has ido del contexto, de hecho pensé en poner también ejemplos que tuvieran que ver con el contexto anterior, pero me parecía que iba a alargarlo mucho.

    Y lo de que “te decepcione en otro” yo creo que también se da en la dirección contraria, pero me parece a mí que es menos frecuente, supongo que porque la mayoría de la gente se mueve en el contexto que “más le favorece”.


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