Francisco Serradilla es poeta y doctor en Informática. Su línea principal de investigación se refiere al desarrollo de Softbots (Robots Software) y Agentes Inteligentes en Internet. Ha colaborado abundamentemente con Almacén como articulista. Computación creativa y otros sueños se publicará los 25 de cada mes.
Más o menos todo el mundo sabe lo que es un estándar: un acuerdo entre fabricantes que define y normaliza cierto procedimiento o componente de determinada categoría de producto. Según la wikipedia, un estándar es “lo que es establecido por la autoridad, la costumbre o el consentimiento general. En este sentido se utiliza como sinónimo de norma”. El “consentimiento general” se refiere a lo que se ha dado en llamar estándar de facto, es decir, en estos casos no hay acuerdo entre fabricantes, sino que un único fabricante crea un procedimiento o componente que es masivamente aceptado por el mercado o el resto de los fabricantes. Alcanzar un estándar de facto es el sueño dorado de todas las empresas (naturalmente previa patente del componente o procedimiento). Algunas, como Sony, insisten especialmente en esta dirección (cito a modo de ejemplo: el prácticamente difunto mini-disk y el memory stick). Es una apuesta fuerte que si se gana producirá grandes beneficios. En otros casos, los fabricantes se alinean en torno a dos o más estándares, que compiten por imponerse en el mercado. Y lo de menos es la calidad técnica; aquí entran en juego infinidad de factores socio-económicos. Ejemplo de esto fue la disputa entre los sistemas de video 2000, beta y VHS. En la actualidad se ha dado el pistoletazo de salida a la guerra HD-DVD versus Blu-ray. Lo que sí parece claro (al menos históricamente) es que al final sólo queda uno.
Los estándares nos afectan a todos, desde los cables de conexión de aparatos hasta los lenguajes de programación. Por ejemplo, actualmente el estándar casi absoluto de interconexión de aparatos de imagen es el euroconector. Pensado para transmitir casi cualquier tipo de codificación de señal (video compuesto, s-video, RGB…) nos somete a los usuarios a un trace de conexión casi insufrible. Vamos, que puede transportar casi cualquier señal pero es in-enchufable; supongo que todos lo habéis experimentado. ¡Además siempre están en los lugares más inaccesibles! Una de las alternativas, el RCA, que proviene del mundo del audio, tiene el inconveniente de que hace falta un conector por cada señal individual que queramos transmitir (una si es video compuesto más audio izquierdo y derecho, es decir, tres conectores; cinco si es RGB más audio estéreo) pero la ventaja es que el acto de “enchufar” es infinitamente más simple. Todavía mejor es el caso de los jack y mini-jack (estos provienen, cómo no, del mundo de la música profesional), que permiten encapsular una o varias señales en un único conector que además por su diseño ayuda al humano en la tarea de conectar. Que provengan de la música profesional es absolutamente lógico, porque en ella los instrumentos y aparatos se enchufan y se desenchufan frecuentemente. El euroconector se pensó en una época en que al televisor se le enchufaba el video y listo. Era para siempre. Pero con la proliferación de discos duros capaces de reproducir video y la rápida evolución de nuevos productos tengo la sensación de que estamos constantemente enchufando y desenchufando aparatos, lo que genera un odio al euroconector y a sus diseñadores que mejor no comentar aquí.
Pero el euroconector es un estándar de hecho y de derecho, es decir, llegó para quedarse. Porque cuando un estándar se afianza en el mercado se frena la evolución. ¿Quién fabricaría un DVD con un tipo de conexión que no tuviera ningún televisor? La única salida a este pozo gravitatorio es incluir en los aparatos varios tipos de conectores en la esperanza de que el mercado se decante por algún otro. Así los televisores empiezan a incluir conexiones DVI, RCA, SPDIF, VGA, etc. Ya veremos si alguna de ellas finalmente acaba con el odiado euroconector.
Pero bueno, yo en realidad empecé este artículo queriendo hablar de lenguajes de programación y he acabado hablando de conectores. Dejaremos los lenguajes de programación para el mes que viene.
Como ejercicio, pensad en cómo el USB ha derrocado a los puertos serie y paralelo e incluso al todopoderoso Firewire.