Francisco Serradilla es poeta y doctor en Informática. Su línea principal de investigación se refiere al desarrollo de Softbots (Robots Software) y Agentes Inteligentes en Internet. Ha colaborado abundamentemente con Almacén como articulista. Computación creativa y otros sueños se publicará los 25 de cada mes.
Tema candente este de las patentes de software, al menos entre los informáticos. Y como está candente y además he visto en algunos foros que hay un poco de confusión al respecto creo que merece la pena que dedique el artículo de este mes a aclarar algunos conceptos.
En la actualidad en software se considera bajo el amparo de la “propiedad intelectual”, como sucede con libros, discos y películas, entre otros (iba a decir “productos” como le gustaría a la SGAE y a la ministra, pero me lo callo).
Esto significa que alguien es propietario de lo que ha hecho por el mero hecho de haberlo hecho (me ha quedado bastante aliterativo, ¿eh?) No hace falta ni siquiera registrar un libro o un programa de ordenador en ningún sitio para que su autoría nos pertenezca si la podemos demostrar de algún modo, aunque el registro de la propiedad intelectual es una prueba más, ni necesaria ni tampoco suficiente. Pero cuidado, una cosa son los derechos intelectuales (“esto lo he creado yo”) y otra cosa los económicos (“distribúyelo tú y te ganas lo que puedas, quizá dándome una parte”). Los derechos intelectuales son intransferibles, pertenecen al autor lo quiera o no (quizá por eso muchos autores han perseguido sus libros para quemarlos, porque no podían cambiar la autoría), mientras que los económicos se pueden vender, alquilar o lo que sea según las reglas de mercado. Evidentemente, mientras no haya algún contrato de por medio, los derechos económicos pertenecen inicialmente a la persona que ostente los intelectuales.
La patente es una cosa bien distinta. No se refiere a quién creo algo, sino a quién lo puede explotar, incluso ¡sin haberlo creado todavía o habiendo sido creado por otro que no lo patentó! Ejemplos hay muchos de lo absurda que puede llegar a ser una patente, en especial en el terreno del software informático. Por ejemplo Sony ha presentado hace poco una patente sobre la posibilidad de transmitir datos directamente al cerebro. ¿Increíble? Donde las dan las toman, porque también ha sufrido las consecuencias de la aplicación de una patente sobre el control de la vibración del mando de una consola según la acción del juego que le ha obligado a suspender las ventas de sus Playstations en Estados Unidos.
Es obvio que para poderse desenvolver en un mundo de patentes hace falta una enorme capacidad económica, porque el registro de una patente es caro y la ejecución todavía más. El tema de las patentes mueve cifras astronómicas que sólo pueden permitirse las grandes, es más, diría muy grandes, empresas.
¿Frenan las patentes la creación? Para responder a esto voy a clasificar la creación software macro-creación y en micro-creación. Llamaré macro-creación a la invención de una categoría de software que abre las puertas a una nueva concepción de una tarea. Suelo poner como ejemplo la creación de la World Wide Web en 1990 por parte de Tim Berners Lee y la programación del primer navegador (WorldWideWeb) y el primer servidor Web, aunque cualquier categoría genérica de programa tuvo un programa original que creó la categoría (hojas de cálculo, proceso de textos, incluso sistema operativo o compilador). Este tipo de macro-creación tiene casi siempre consecuencias sociales importantes, como hemos podido comprobar en el caso de la Web. La micro-creación, no menos importante desde el punto de vista económico, quizá incluso más importante, se refiere a las pequeñas modificaciones en la concepción de un tipo de software que ya existe, como por ejemplo la realizada por Mozilla cuando implementó el navegador FireFox. El tipo de software ya existía, pero Mozilla lo ha mejorado, hecho más utilizable, etc. También existe creación en este proceso, aunque es menos profunda. Seguramente es menos creación pero más ingeniería.
Quizá pudiéramos comparar la macro-creación y la micro-creación con la composición de una obra y la interpretación de la misma, sobre todo en el ámbito del Jazz o en el flamenco, géneros en los que el intérprete tiene un papel mucho más importante que en otros tipos de música.
Es posible (es lo que argumentan las grandes empresas) que la instauración de un sistema de patentes para el software potencie la macro-creación, ya que estas grandes empresas podrían invertir más en equipos de personas que generasen nuevas ideas, sin riesgo a que estas ideas fueran luego utilizadas por otros para enriquecerse. Pero lo que para mí está claro es que las patentes acabarían con la micro-creación, porque las pequeñas empresas o particulares que quisieran reimplementar una idea ya existente tendrían que pagar por ello, y el precio de la patente lo fija la empresa propietaria. Es decir, prácticamente se imposibilitaría la reimplementación de ideas. Sólo el compositor podría tocar su obra. Y nadie mejoraría los productos.
¿Para qué querría Microsoft mejorar el IExplorer si no tuviera competencia? Afortunadamente ni Microsoft ni nadie tiene la patente de creación de navegadores, lo que como sin duda sabéis ha permitido el nacimiento de un producto mucho mejor y de código abierto, FireFox, que ha obligado a Microsoft a decir que sacará en breve una nueva versión de IExplorer, porque está perdiendo cuota de mercado a pasos agigantados.
2005-07-07 19:44 Afortunadamente la directiva de patentes ha sido rechazada, aunque de seguro volverán al ataque más adelante (http://www.elmundo.es/navegante/2005/07/06/softlibre/1120638414.html)