Francisco Serradilla es poeta y doctor en Informática. Su línea principal de investigación se refiere al desarrollo de Softbots (Robots Software) y Agentes Inteligentes en Internet. Ha colaborado abundamentemente con Almacén como articulista. Computación creativa y otros sueños se publicará los 25 de cada mes.
En una de las escenas más famosas de la historia del cine, Orson Welles nos muestra a Charles Foster Kane, justo antes de morir, pronunciando una palabra: rosebud. A lo largo de toda la película un periodista investiga lo que quiso decir, y esta investigación sirve de hilo conductor para narrarnos, en una serie de flashbacks, la vida del magnate.
(Atención, a partir de aquí se dan algunos detalles de la película. Si aún no la has visto no sé a qué estás esperando. Vete inmediatamente a verla y vuelve luego al artículo.)
Al final de la película el espectador descubre que Rosebud no era más que el nombre de un trineo con el que Kane jugaba en su infancia, antes de amasar su inmensa fortuna, y que seguramente le vino a la memoria viendo la falsa nieve de la bola que sostenía en sus manos.
Yo también tuve mi Rosebud. De pequeño me regalaron unos ositos con los que jugaba constantemente a inventar mil historias. Estaba tan unido a esos muñecos que recuerdo haber pensado que cuando fuera mayor y me casara tendría que explicarle a mi mujer que no me podía separar de ellos y que me los llevaría a nuestra nueva casa. ¡Qué maravillosa ingenuidad infantil que luego destruye la adolescencia!
Porque esta adolescencia me hizo olvidar a mis osos en la antigua casa cuando unos años después mis padres se mudaron a otro barrio. Esta historia, similar a la que también de modo magistral se cuenta en Toy Story, ha debido pasarnos a todos y seguirá pasando una y otra vez hasta el fin de los tiempos.
Y ahora vuelvo a la carga con esa enorme herramienta cultural que es la Web. Conté a mi hija la historia y ella se puso un poco triste pensando en esos ositos perdidos, y me dijo que si no podía comprar otros iguales. Me sonreí. Cómo es la mente infantil que piensa que se pueden comprar unos muñecos fabricados a principios de los 70, hace más de cuarenta años. Ja. Mi madre, que andaba de visita, añadió una clave que yo había olvidado: eran sacapuntas.
Con esa información pensé que habría una remota posibilidad de recuperar quizá una fotografía de uno de esos osos en la Web. Seguramente imposible, pero… ¿Por qué no intentarlo? En otras ocasiones he encontrado en la red comics antiguos escaneados y cosas por el estilo.
Escribí en google “osito sacapuntas” y seleccioné “búsqueda de imágenes” y, asombrosamente “allí estaba”, idéntico, el original.
Pero es que la cosa iba más alla: la fotografía pertenecía a una red de anticuarios que habían ofrecido en venta ese artículo, que para mi desesperación (y la de mi hija) ya había sido vendido. Lo que sí pude averiguar es que el oso sacapuntas era de la marca “play me”.
Refinando la búsqueda con el nuevo término capturado pude encontrar otro lugar similar que ofrecía el mismo osito, y aún estaba a la venta. No me lo podía creer, y mi madre tampoco. A mi hija, claro, no le parecía nada sobrenatural. Así que lo compré y ya lo tengo en casa. Bueno, lo tiene mi hija, y lo cuida y lo mima como el tesoro que es y la larga historia que tiene, al menos hasta que ella misma llegue a la adolescencia, esa edad de olvidar todo lo que suene a infantil.
Al final de “Cuidadano Kane” se ve como alguien ha echado el trineo, de marca “Rosebud”, a una hoguera, y éste se consume en las llamas. En ese momento es cuando el espectador descubre el significado del término, tarea en la que el periodista había fracasado. La broma magistral que Welles nos deja entre líneas es que nadie pudo oír al magnate pronunciando la palabra sobre la que se monta todo el argumento, porque en el momento de su muerte estaba solo en su habitación.
Quizá la Web no tenga el poder de recuperar el pasado, pero sí el de conectar recuerdos fragmentarios para completar historias, lo que me gusta llamar “cabos sueltos culturales”. Con la Web tenemos en nuestras manos un inmenso pozo de conocimiento que puede utilizarse, entre otras cosas, para recuperar parte de nuestra identidad olvidada o perdida, siempre que sepamos utilizar correctamente las herramientas técnicas que ayudan a atravesar ese océano de información.
2011-05-25 11:54
Yo también los tuve y me encantaban! y recuerdo perfectamente el olor!
Tenian un olor muy especial, ¿lo recuerdas?
2011-05-25 16:28
Emocionante y tierna historia. Todos tenemos nuestros ositos sacapuntas. Pero cuidado! como decía Sabina, …al lugar donde fuiste feliz, no debieras tratar de volver…
2011-05-25 17:52
Judith: has dado en el clavo. Era una cosa que yo no recordaba, el olor, pero ahora mi hija me dice “estás todo el rato oliéndolo”. Un olor muy especial…
Óscar: creo que soy feliz en casi cualquier lugar. He llegado a la conclusión de que es un tema genético.
2011-05-27 00:14
Me alegro mucho de tu adquisición! y de que seas feliz en casi cualquier lugar.