Francisco Serradilla es poeta y doctor en Informática. Su línea principal de investigación se refiere al desarrollo de Softbots (Robots Software) y Agentes Inteligentes en Internet. Ha colaborado abundamentemente con Almacén como articulista. Computación creativa y otros sueños se publicará los 25 de cada mes.
Yo no crecí en un pueblo, y por eso siempre me llamó mucho la atención la falta de privacidad de los pueblos pequeños: todo el mundo sabía quién era quién, qué deslices había cometido en su vida y si se podía confiar en su honradez. Se sabía si era listo o torpe, si era de izquierdas o de derechas, cómo se ganaba la vida y cómo se la había ganado en el pasado. Se sabía cómo era cada uno y cómo habían sido sus padres, y sus abuelos, y sus bisabuelos.
Cuando iba de visita a un pueblo, en las casas se hablaba abiertamente de estos asuntos en unas conversaciones imposibles de seguir para mí, porque en ellas se referían historias que a veces se remontaban varias generaciones en el pasado y casi siempre involucraban a personas totalmente desconocidas, o nombradas por su apodo familiar: las letris, los bocarranas, los embarraos, los chatopiojos, los petrujos…
La revolución industrial trajo la masificación de las ciudades, y con ello una extraña nueva posibilidad: no conocer ni a nuestros vecinos. ¿Eso es bueno? No lo sé, aunque personalmente –como muchos de mi generación– me he criado en ese mundo y me encuentro más cómodo con el anonimato.
Yo creo que ese interés por conocer las vidas de los demás, que sin duda forma parte de nuestra herencia genética, se manifiesta en nuestra “moderna y avanzada sociedad” de diversos modos, siendo uno de los más habituales la afición por los programas que airean las vidas de los famosos, las telenovelas y las series. Es la recuperación de una costumbre social, la necesidad del conocimiento de otras vidas, que el crecimiento de las ciudades desterró.
Y ahora saltan las alarmas por la falta de privacidad de la red, porque los adolescentes (y otros no tan adolescentes) publican sus datos personales, sus fotos y hasta sus intimidades en la web. Y yo creo que nos escandalizamos porque somos fruto de esa corta etapa histórica en la que nadie sabía nada de nadie y consideramos que la difusión de nuestros datos personales es una auténtica invasión.
Algunos alumnos me han preguntado sobre el tema, normalmente preocupados por la cantidad de datos que empresas como Google o Facebook pueden recabar de sus usuarios, y yo siempre les contesto lo mismo, con es el recurso obvio que tenemos los de mi generación, y que tan bien funciona dentro los pueblos con los que vamos de visita: ¿por qué no te registras con un nick?
Pero claro, entonces “no mola”.
2010-05-25 11:19
El sistema de privacidad de los pueblos pequeños funciona como funcionaba el colegio cuando yo era pequeño. Todos sabemos los motes del los compañeros, todos nos conocemos y todos sabemos lo que había hecho tal o cual siempre que se hiciese público (ya fuese directamente o porque alguien se había chivado).
El problema de la privacidad de la red es que puede llegar a cualquier parte.Una historia contada en un pueblo puede llegar a todos los habitantes del pueblo… y poco más. Una historia contada en internet (vease el niño alemán loco, por ejemplo) puede llegar a todo el mundo, convirtiendose en algo que te puede marcar vayas donde vayas, con el añadido de que además pueden encontrarte facilmente.
En mi opinión, la red es más peligrosa por dónde puede llegar lo que pones que por lo que puedas poner en si mismo.
2010-05-25 11:57
Um, creo que tu primer párrafo elude un tema peliagudo: efectivamente, en los pueblos todos conocen a todos… relativamente: creen conocerse; pero ese conocimiento, superficial en la inmensa mayoría de las ocasiones, lleva/llevaba a la manipulación y el control, el dominio, el apartamiento del distinto, la utlización de la falta de privacidad para el sometimiento y la unificación de conductas. Sólo lo apunto por lo que pueda suponer para el tema del artículo.
Saludos
2010-05-25 13:43
Efectivamente, no es más que un símil que no pretende llegar a la identificación absoluta de los dos escenarios, pero lo que pretendo en el artículo es especialmente reivindicar el uso de nicks en la red.
Los problemas surgen cuando uno se identifica con nombres y apellidos. Fijaos que en los pueblos todo el mundo sabe de quién se está hablando, pero si salimos del ámbito del pueblo nadie conoce quién es el embarrao o la petruja, así que su privacidad está en cierto modo protegida más allá de su comunidad.
En lo que no estoy nada de acuerdo es que el conocimiento que tienen unos de otros en los pueblos sea superficial. No sé en Galicia, pero en Andalucía es bien profundo, como mínimo como el que se pueda tener de un usuario de Facebook admitido en tu círculo de amigos.
2010-05-26 19:16
Estoy bastante de acuerdo con Paco. Aunque he nacido en Madrid existe cierto pueblito en Toledo en el que tengo “nick” por derecho hereditario.
Pero me ha llamado la atención la idea de que la vida urbanita no es natural (vaya perogrullada!). No me refiero a natural de naturaleza, sino al medio óptimo de desarrollo de nuestra circunstancia humana. Me explico: en los pueblos teníamos un contexto común con los vecinos, saltamos a las ciudades donde es casi imposible cultivar dicho contexto pero como ese impulso, esa necesidad sigue existiendo, usamos la tecnología y virtualizamos la plaza del pueblo o la tasca o la iglesia.
La idea de “huir de la ciudad” no es nueva, pero siempre la estábamos enmarcando únicamente en dirigirnos al campo. A lo mejor deberíamos huir de ella sin movernos, convirtiéndola en algo más, añadiéndole las cosas que no tiene, aunque sea de manera virtual.
2010-06-07 20:04
No estoy en contra de las redes sociales, simplemente no participo en ellas abiertamente (Facebok, twiter, etc) (de momento). Tengo perfil público pero de ámbito familiar (Messengers, correos, web), osea de andar por casa, nada de extraños, aunque siempre y eso lo sabemos todos estamos en la red al antojo de cualquiera.
La esencia del perfil público a mi infancia no ha cambiado sustancialmente, pero, la accesibilidad y las magnitudes si.
Me rencuentro con amistades de la infancia que casi no nos llegamos a reconocer en la actualidad ni rebuscando en la memoria y sin embargo fueron importantes en su momento, si ese contacto se borró con el paso del tiempo, pienso que estos ciberamigos o niks serán importantes pero totalmente y mucho más efímeros si cabe, no?
Nací y me crié en un pueblo desde el que se ve toda la urbe de Sevilla, en el aljarafe.
Gracias Paco por estar ahí! sigue así.