Francisco Serradilla es poeta y doctor en Informática. Su línea principal de investigación se refiere al desarrollo de Softbots (Robots Software) y Agentes Inteligentes en Internet. Ha colaborado abundamentemente con Almacén como articulista. Computación creativa y otros sueños se publicará los 25 de cada mes.
En esta columna hemos elogiado en muchas ocasiones a los procesos de innovación. Hemos hablado de su capacidad transformadora del mundo en que vivimos y de la dificultad de llevarla a cabo en un contexto económico no siempre favorable. Incluso de las limitaciones de la mente humana para crear nuevos conceptos rompedores y en la frecuencia con que se imita o incluso descaradamente se copia en lugar de innovar.
Pero hoy vamos a hablar del conservadurismo. No precisamente del político, sino del conservadurismo personal (aunque algo deberían tener que ver). Este conservadurismo de las personas incide especialmente en el campo de los interfaces de usuario. Podríamos decir que una mejora en ergonomía sobre un interfaz de usuario tiene una probabilidad de éxito inversamente proporcional al tiempo necesario para aprender el nuevo interfaz. Así, es relativamente sencillo pasar de conducir un coche de cambio manual a uno de cambio automático, pero a la inversa es mucho más complicado, como bien saben los norteamericanos que vienen a vivir a Europa. Podría argumentarse que esto sucede porque el cambio automático es más ergonómico que en cambio manual, y seguramente es cierto. Pero, ¿es siempre así?
La distribución de letras en un teclado típico occidental se denomina Qwerty, y recibe este nombre por la concatenación de las seis primeras letras comenzando arriba a la izquierda. Esta distribución no se debe a criterios ergonómicos –es decir, de facilidad para el humano al teclear, ni siquiera de velocidad–. De hecho las primeras máquinas de escribir utilizaban una ordenación alfabética, sin duda mucho más fácil de aprender. El problema era técnico. Con una ordenación alfabética, las varillas de las máquinas de escribir se atascaban al teclear a mucha velocidad.
August Dvorak patentó una nueva distribución de teclado, denominada Dvorak Simplified Keyboard (DSK) en 1936, utilizando para ello un estudio ergonómico que sugería una mayor velocidad de escritura y una mejor distribución de trabajo entre las dos manos, intentando responder a los problemas achacados tradicionalmente al Querty.
Pero una vez desaparece el problema técnico de la impresión con varillas, cuando se popularizan los ordenadores, el teclado Querty se mantiene. ¿Por qué? Es obvio: el esfuerzo de aprender una nueva distribución de teclado es demasiado grande.
Independientemente de si el Dvorak es mejor o no que el Qwerty (el debate sigue abierto, aunque el récord mundial lo tiene una mecanógrafa con usando Dvorak) está claro que una distribución originada en el problema de “que no choquen las varillas” tiene que ser ergonómicamente mejorable. Pero la cuestión es si esa innovación sería aceptada por los usuarios acostumbrados a manejar un Qwerty.
¿Y qué hay de los nuevos usuarios? Todos hemos vivido la penalidad de aprender dónde se encuentran las teclas. Ese esfuerzo de “la primera vez” no es especialmente liviano en el teclado Querty, y sí que lo sería en la configuración alfabética. Incluso en el Dvorak es menor cuando no se sabe ya el Querty. Por eso muchas veces el punto de ruptura tecnológico está en las nuevas generaciones.
Bajo esta óptica podemos analizar muchos fenómenos socio-tecnológicos que parecen sorprendentes a primera vista. Neal Stephenson, en “En el principio fue la línea de comandos” crea una divertidísima analogía entre los sistemas operativos de los ordenadores y diversos tipos de vehículos, y se sorprende que la gente pague por los “monovolúmenes” con los que representa a Windows más que por los “deportivos” de Apple. Pero lo que más le sorprende es que hay una tienda donde regalan tanques ¡y nadie los quiere! Se refiere obviamente a Linux.
Un amigo ha migrado recientemente a Ubuntu y se sorprende de lo sencillo que es y de lo bien que funciona. Pero ha tenido que cambiar muchos conceptos pre-aprendidos, como por ejemplo cómo se instalan nuevos programas. No sale de su asombro al haber descubierto que la instalación típica de un programa en Ubuntu, y en casi cualquier Linux actual, consiste en marcar una casilla indicando que se quiere usar ese programa. El sistema hace el resto, incluso descargárselo de Internet. Más ergonómico, sin duda, pero tardó varios días en comprenderlo. Su mente estaba “deformada” por un procedimiento menos ergonómico, como sucede con el teclado Qwerty. Otra pregunta típica, esta vez de los usuarios que migran a Mac desde Windows, es ¿y cómo se desinstala un programa? Y es que se han acostumbrado al absurdo concepto de “desinstalar”. En Mac un programa se borra, es decir, se tira a la papelera y listo.
Cosas tan triviales y tan arbitrarias como el botón de inicio de Windows, desde el que se ejecutan las aplicaciones, hacen que los usuarios se vean incapaces de encontrar dónde están los programas en otros sistemas, y eso automáticamente genera rechazo. Además nadie admite “no encuentro las cosas”, sino que se inventan mil críticas al nuevo sistema. Seguramente es también lo que hace que los usuarios prefieran KDE a Gnome en Linux: KDE es “más parecido”, de hecho es una copia en lo referente a la ergonomía, del botón de inicio de Windows: así encuentran las cosas con mayor facilidad en un primer contacto con el sistema.
La conclusión es que es muy difícil luchar contra lo que la gente ya conoce, por malo que sea. Así pues, ¿dónde queda la innovación? Creo que en dos lugares: en cierta categoría de usuarios especialmente dados a aprender cosas nuevas (los denominados early adopters tecnológicos) y, sobre todo, en las nuevas generaciones, puesto que tienen que aprender todo desde cero.
Referencias
Elisabet Rodríguez. La historia del teclado Qwerty.
Neal Stephenson. En el principio fue la línea de comandos.
2010-02-25 14:16
Y queda la innovación en un punto fundamental: en evitar en lo posible que toda nueva tecnología genere esos vicios que después son imposibles de erradicar.
2010-02-25 16:08
Totalmente de acuerdo; gracias por el comentario.
2010-02-25 18:04
Quien niegue que Linux triumfa más desde que se parece a Windows niega la realidad. ¿Quién no conoce al que flipaba con el sistema de paquetes de Debian o alguien que disfruta recompilando un Kernel cruzando los dedos para que no pete en la línea 15.654.219.322 (que evidentemente no sabes qué cojones es!).
Sería hora de reconocer que no todo lo ha inventado el señor Linus y sus secuaces! ;)
2010-02-25 18:06
No lo comparto pero lo respeto
2010-02-25 18:22
Por favor, deje de escribir artículos y dediquese a la poesia. Al margen de que a uno le guste más Gnome o KDE, el hecho innegable es que la gran mayoría de los avances y la innovación del ecosistema de los entornos de escritorio viene de la mano de KDE. DBUS es la evolucion de DCOP (KDE). Bonobo(gnome, 2001) es una imitacion mala de Kparts (kde, 2000). Otro ejemplo sería: http://www.jonobacon.org/2010/02/10/kde-application-indicators-in-gnome/
2010-02-25 18:45
Lo que también ocurre, es que a veces los cambios no son innovación sino retroceso, cuando el sistema propuesto complica alguna acción normal del método anterior.
Personalmente, por ejemplo, me irrita que en Inkscape, al arrastrar un objeto pulsando “alt”, éste no se duplique. O con “shift” el objeto se desplaza ortogonalmente y quizás en ángulos de 45º. O que el comando duplicar, duplique el objeto algo desplazado para poder distinguirlo, supongo que ya parecería pedir demasiado que si duplico, desplazo y vuelvo a duplicar, las siguientes copias aparecieran regularmente espaciadas según el primer desplazamiento. Estoy acostumbrado a ello desde hace más de 20 años y dispuesto a aceptar una mejora que creo que es factible, (ahora mismo estoy buscando una idea que usé en los años 90, el desplazamiento con “ctrl” restringía los movimientos a 30 y 60º, ideal para trabajar con isométrico…) pero no un retroceso en productividad; me encantaría, por ejemplo en este caso concreto de los programas vectoriales, ver nuevos paradigmas e interfaces, pero con ciertos visos de ser al menos tan ergonómicos y productivos como los mejores de los anteriores.
Perdón por el ejemplo algo largo, en definitiva, opino que inventar está muy bien, pero sólo si se mejora apreciablemente lo anterior. Y no en absoluto, si lo único que se pretende es ser distinto o no aceptar una buena idea de “la competencia”.
2010-02-25 19:11
“Sentido común”, por favor, si quieres participar en estos comentarios empieza por respetar a la gente. Y siempre puedes optar por no leer lo que tanto te disgusta que se escriba, y así te ahorras tener que decirle que no lo haga.
Saludos
2010-02-25 20:45
Déjalo Marcos, el debate KDE versus Gnome tiene muchos talibanes por las dos partes. A veces me apena que linux tenga que cargar con eso. En todo caso, sabía que aparecería alguien así, pero no creo que se haya leído el artículo porque lo que en él se dice no tiene que ver con la implementación de uno y de otro (más o menos se admite que KDE es superior en implementación –espero que no salga ahora uno de Gnome–), sino en la filosofía de interacción con el usuario, que es obvio que imita a Windows, aunque les duela.
En cuanto a lo de dedicarme a la poesía, lo intentaré, pero me queda poco tiempo libre entre proyectos y clases de Ingeniería Informática :-P
2010-02-25 20:59
Lluis:
Totalmente de acuerdo. Si no hay un motivo claro para modificar un interfaz, es mejor no tocarlo. Lo de cambiar para que sea más bonito o por un motivo caprichoso está totalmente desaconsejado. Tus ejemplos lo ilustran muy bien. Lo que pasa es que pocas veces hay un estudio serio de usabilidad en los desarrollos. No obstante creo que las cosas están cambiando mucho, y sinceramente creo que cada vez se va haciendo mejor, aunque de vez en cuando se sigan cometiendo barbaridades.
No es mala idea ponerle un mail a los desarrolladores explicándoles tus problemas y quizá incorporen la idea en futuras versiones.
2010-02-25 22:43
Hay una cuestión que no comentas.
Si bien KDE imita a Windows (sin lugar a dudas), GNOME admite claramente haber basado sus “Human Interface Guidelines” en las que Apple escribió para Macintosh, y si mal no recuerdo, KDE admite haberse basado en las de IBM/Microsoft que son las que guían Windows (si es que se les puede llamar HIG a esa documentación tan superflua).
2010-02-25 23:53
Eso es cierto Natalia, aunque el parecido en el caso de Gnome no es muy grande: no tiene Dock, sino una barra similar a la de Windows, cada ventana tiene su menú, etc. (MacOSX mantiene un único menú global que cambia con la aplicación en primer plano, cosa que por cierto lía bastante a los switchers, y cuya ergonomía se podría discutir). En lo único que es similar es en los iconos de notificación situados en la barra superior, y no abajo, como en Windows.
Yo me encuentro más cómodo con Gnome que con KDE, y eso que me ha hecho alguna trastada memorable (por eso me creo la fama de peor desarrollo, con perdón), pero la gran fortaleza de Linux es que es un ecosistema, y cada cual puede elegir lo que prefiere entre muchísimas alternativas. Como dice Raymond, es un bazar, no una catedral. Yo prefiero pensar en linux en términos de ecosistema, donde las alternativas compiten por los usuarios. Lo que me apena –y no termino de comprender– es que a veces se haga con malas artes: talibanismo, política, insultos. Eso en el fondo a quien hace daño es a linux.
Otra cosa que no he querido citar en el artículo es el gran esfuerzo realizado por Canonical, que ha acercado linux a muchos nuevos usuarios (para un neófito, encontrarse durante la instalación con una tabla de particiones es una auténtica barrera), pero no he querido hacerlo por que[*] no sugieran las disputas (volvemos a lo mismo: hay mucho resentido por el éxito de Ubuntu).
[*] Os dejo aquí un bonito ejemplo de “por que” separado y sin acento, que no son fáciles de encontrar :-P
2010-02-26 04:29
Estoy de acuerdo con muchos aspectos del comentario, en negocios la inovación siempre influye en un costo.
El llamado costo de cambio y es lo mismo que tu estás reflejando en el articulo.
Pero hay algo que falto decir, y es que cuando la nnovación tiene una eficiente implementación, el costo de cambio es mínimo y hasta despreciable.
2010-02-26 11:00
También es interesante comentar cuándo los cambios tienen que ver con un aspecto comercial: si un coche tiene el mismo aspecto que hace 10 años ¿para que me lo voy a comprar, aunque hayan mejorado la correa de distribución? :)
2010-02-26 11:24
Zarat Ustra: has dicho algo enormemente interesante: a veces los sistemas y productos se mejoran sólo estéticamente, para “aparentar” innovación. Es un fenómeno que los fabricantes de coches (y Apple, por cierto) manejan muy bien. Efectivamente si una cosa “parece” nueva hace automáticamente que las anteriores “parezcan” antiguas, aunque aún sean funcionales. Digamos que hemos saltado de la ergonomía al marketing.
El problema (y esto suele pasarle a Microsoft) es cuando para “mejorar” la estética se modifican aspectos de interfaz de modo arbitrario, como cambiar las cosas de sitio, etc. Si hay una ventaja en ergonomía y, como decía Álvaro Véliz, el costo del cambio es mínimo, bien. Pero si el cambio es arbitrario y no aporta nada el usuario acaba con un precioso coche en el que no encuentra el volante porque lo han cambiado de lugar y de forma.
2010-02-26 12:40
El Ipod es una innovación que ha superado esa barrera totalmente cierta. EL contexto del ipod es diferente a lo que conocíamos y asumes muy bien el papel de que se trata de algo nuevo; además es muy fácil e intuitivo de utilizar para el público al que esta destinado…
Se puede innovar haciendo algo totalmente nuevo; pero hay que hacerlo bien! : )
2010-02-26 16:05
Muy buen artículo Paco. Pero, no lo definiría cómo un problema sino cómo una característica de la innovación.
En otras disciplinas como el neuromarketing o la economía conductal, se está estudiando la irracionalidad del cerebro humano para adaptarse a su funcionamiento. Creo que es mejor adaptarse y tener en cuenta nuestra no racionalidad, que luchar contra este efecto.
2010-02-28 09:14
Creo que una parte de la cuestión que plantéas, Paco, tiene que ver con que la innovación implica un cierto riesgo. La percepción de ese riesgo es directamente proporcional a la ignorancia sobre el campo de innovación. De hecho, por lo que comentas, incluso entre los supuestos expertos no está claro si valen o no la pena algunas innovaciones. Como siempre es posible encontrar algún refrán que lo resuma: “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Visto así suena muy mal, pero imaginemos las consecuencias de un mundo en el que la gente abandonara automáticamente y sin dificultad alguna los procedimientos, pautas y normas de todo tipo para abrazar otros nuevos. Es obvio que sería catastrófico, los que tengan un Toyota Pryus estarán de acuerdo :-). Claro que el resultado sería muy parecido si fueramos incapaces de cambiar (el argumento sociobiológico está servido). Este tipo de tensiones dialécticas autonomía vs dependencia, regularidad vs. novedad, etc… envuelven a numerosos fenómenos psicológicos, el desarrollo evolutivo y las relaciones románticas, por ejemplo.
En resumen, yo creo que disminuir los riesgos (imaginados o reales), creando espacios seguros para probar cosas novedosas, ayudaría a que la gente adoptara las innovaciones. La propuesta, obviamente, no es innovadora, solo repite lo que es sabido en el campo del aprendizaje: los entornos poco amenazantes, aumentan la probabilidad de exploración, condición necesaria para adquirir nuevas conductas.
A esto obviamente habría que sumar otras dimensiones como la sociológica, (cómo una innovación reconfigura el equilibrio de poder afecta a las resistencias que genera) o la económica que ya se ha mencionado. Pero bueno, eso para otro rato.
2010-03-22 18:53
Que buen post,
Pienso que la evolución tecnológica es similar a la biológica. En algún punto, el cambio es lo suficiente significativo para que sea adoptado de manera permanente.
Los humanos le damos demasiado valor a los aspectos ideales del diseño, el ejemplo de Qwerty vs Dvorak es perfecto en cuanto a lo que “debería ser” pero el cambio no es lo suficientemente significativo para su adopción en masa (como se podría medir esto?). Creo que nunca lo será.
Otro ejemplo interesante es de los lenguajes de programación: que hace que unos sean más populares que otros? Porque Java triunfó y haskell no? Porque c/c++ no mueren?