Desde hoy y durante cuatro semanas escribiré un comentario de las películas que vaya viendo del Atlántida Film Fest, el festival de cine online que puede verse por cuatro duros en Filmin y en HD. Merece la pena, yo lo digo.

Si las primeras películas que ve uno en un festival son las que van a marcar la tendencia de lo que vendrá, me espera un bonito mes de marcianadas de primer orden. El Atlántida Film Fest ha arrancado en su sección Atlas (dedicada a largometrajes internacionales no estrenados en España) con Alps, la tercera película de Yorgos Lanthimos, director de la sorprendente Canino y que ha puesto a la cinematografía griega en el mapa de intereses del espectador europeo.

Decía con bastante gracia un amigo que la película le había parecido “PM”, pero que tendría que verla de nuevo para saber si “Puta Madre” o “Puta Mierda” y se comprende, porque si algo es Alps sobre todas las demás consideraciones es desconcertante. Tan desconcertante que el mero hecho de contar su argumento es un spoiler como una casa, ya que necesitas más o menos de la mitad de la película para terminar de comprender qué están haciendo juntos ese conductor de ambulancia, esa enfermera, esa gimnasta y ese entrenador que se hacen llamar “Alpes” como grupo.

Hasta llegar ahí hay que lidiar con un ritmo y una fotografía extraños, con unos personajes que se relacionan con anormalidad a dos niveles (una anormalidad “fluida” y otra atropellada y artificiosa) y con un sentido del humor incómodo, de sonrisa congelada e inseguridad acerca de si lo que estás viendo tiene gracia o es enfermizo. ¿Merece la pena? Sin dudarlo, aunque sea por celebrar la diferencia.

Más decepcionante me ha resultado la película con la que he abierto la Sección Oficial, dedicada a filmes en español de los dos últimos años que no han tenido estreno comercial en las pantallas de nuestro país. Crebinsky es un teatro de marionetas dirigido por Enrique Otero en el que se cuenta la leve historia de dos hermanos abandonados de la mano de dios en las costas de Coruña en plena Segunda Guerra Mundial y la búsqueda de su vaca extraviada. Crebinsky resulta demasiado amable para enfadarse con ella pero la sensación que deja es que es una película que se ha jugado todas sus bazas en la ternura y la simpatía de sus dos protagonistas, Miguel de Lira y Sergio Zearreta, descuidando por completo todo lo que rodea a su pequeña odisea godotiana en busca de su vaca. Las historias que acompañan a esa búsqueda y los secundarios dejan un regusto a “película hecha con amigos aunque con medios” y una decepción por haber desaprovechado el marco espléndido (vaya espectáculo la costa coruñesa) y la buena idea contando las cosas de manera equivocada. Y tal vez un día debería hablarse en serio de qué ocurre en la cinematografía gallega para que sus películas se den una y otra vez con el mismo muro.

La semana que viene más, ¡hasta entonces!