Está claro que los seres humanos somos contradictorios, hasta en las ideas más arraigadas. Me paso el día defendiendo la intrascendencia de las expresiones culturales y artísticas, en particular en el cine, donde para un nutrido sector de críticos —y de espectadores— las películas tienen que tener una importancia más allá del componente puramente lúdico. Ahí es donde se enmarcan opiniones como “es mala pero te ríes” o esas películas de acción que se te pasan volando y luego te avergüenzas de decir que te ha gustado y tienes que disfrazarlo de un “va, entretenida, pero es una mierda”.

En fin, si es entretenida ya no es una mierda.

Esto no es cosa de críticos solamente, ¿eh? Para mí una buena prueba de fuego está en Jungla de cristal, una de las mejores películas de acción de todos los tiempos y una gran película en general. Trepidante, bien escrita, cargada de mala leche, con unos diálogos maravillosos y unos actores formidables. De vez en cuando pruebo a soltar esa opinión entre algunos amigos más o menos aficionados al cine. Las respuestas casi siempre van de la condescendencia a la incredulidad: una película de entretenimiento a tope no puede ser considerada una buena película, dejemos eso a historias más profundas. Ya.

Pero digo que hoy ando contradictorio, porque fui a ver Tres veces veinte años, de Julie Gavras, con Isabella Rossellini y William Hurt en los papeles protagonistas, y salí del cine pensando que era una película completamente intrascendente. Y pensé en ello como en un defecto.

A lo mejor cabría revisar la definición de “trascendente” aplicada a las películas. Igual la trascendencia se mide por la transformación que tú, como espectador, vives durante la proyección del filme o al acabar éste. Tal vez los adjetivos negativos en estos casos sean cosas como “agradable” o “amable”, que es lo que se me ocurre para definir la película de Gavras. La historia de un matrimonio que de repente cae en la cuenta de que tienen sesenta años y que ya no son jóvenes se mueve en una confortable zona de seguridad en la que no hay estridencias de ningún tipo, ni para bien ni para mal. Los actores son un valor seguro, el guión no mete la pata, el drama es leve y está neutralizado por varios momentos de comedia ligera… todo sobrevuela nuestras cabezas sin molestar y sin emocionar, ni todo lo contrario.

Y es ahí, y no cuando salgo enfurecido con una película que me ha parecido un asco, cuando siento que he perdido el tiempo en una sala de cine: cuando me doy cuenta de que me da exactamente igual haber ido a ver la película o no. Tal vez esa sea la intrascendencia, y no otra cosa.

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Hoy comienza el Atlántida Film Fest en la plataforma de cine online Filmin y durante las próximas cuatro semanas cubriré el Festival en esta columna. La selección de películas no puede ser más interesante: La sección oficial son “12 largometrajes rodados en los dos últimos años en los territorios de habla hispana que permanecen inéditos en nuestro país”. Y una sección paralela, la Sección Atlas, “formada por 12 largometrajes internacionales inéditos en nuestro país que podrán verse por primera vez a través de filmin durante los 30 días que durará el certamen”. Entre otras películas podrá verse Alps, la última de Yorgos Lanthimos, el director de la famosa Canino que tanto impactó el año pasado.

Se puede comprar el pase para todas las películas en streaming por cuatro duros, pero os recuerdo que hasta las 20:00 de hoy miércoles regalamos un pase aquí, en Libro de Notas. Un concurso fácil fácil que tenéis aquí.