Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
En el cine más autoral de la última década, el silencio filmado se ha convertido casi en una marca de fábrica. Es como si la elipsis se hubiese convertido en el enemigo a batir por parte de las películas más minoritarias: hay que filmarlo todo, hay que filmar a las personas calladas, hay que filmar el trayecto completo que va desde A hacia B, aunque en ese trayecto no suceda nada. Y eso es un error: las películas deben contar algo siempre. Si tu película no cuenta nada, si nada ocurre desde el punto de salida hasta el punto de llegada, entonces te has equivocado o me estás tomando el pelo (¿eh, Albert Serra?)
Pero, ¿qué significa que no pasa nada en una película? Los espectadores ocasionales que se encuentran —casi siempre sin querer— con un filme de los “festivaleros” suelen terminar el visionado con una queja enfadada: en esta hora y media/dos horas no ha pasado nada de nada. Generalmente eso no es cierto; presumiblemente han sucedido muchas cosas a distintos niveles, aunque no en el nivel más externo, más obvio, el que desarrolla una historia a partir de la explicitud. No defiendo la sutileza por encima de la explicitud, ojo: defiendo que las historias que transcurren por debajo de la narración también son historias válidas, también es un método “legal” de contar algo.
Kelly Reichardt es una directora norteamericana que sabe mucho (y muy bien) de contar conflictos muy íntimos por debajo de la narración más evidente. Ella no utiliza los silencios como una herramienta de afirmación de la autoría, sino que deja que el silencio fluya cuando sea necesario, omite cualquier tipo de subrayado, le dice al espectador que no va a explicarle de un modo más sencillo lo que está sucediendo.
Old Joy, la película con la que Reichardt saltó a la fama por su primer premio en el Festival de Rotterdam, es un ejemplo preciso y precioso de todo esto. La película, en su capa más visible, cuenta la muy leve historia de dos amigos que se embarcan en una breve excursión de día y medio por el estado de Oregon, buscando unas aguas termales semiocultas en uno de los muchos bosques de la zona. En cambio en su capa menos obvia relata algo tan universal como el desmoronamiento de una amistad que no ha sobrevivido al paso del tiempo. Los dos protagonistas de Old Joy ya no se reconocen el uno al otro, como ya no se reconocen a sí mismos cuando eran amigos. El silencio aquí no es más que otro protagonista: el que nos cuenta a los espectadores que el tiempo ha pasado y que nada queda de ellos dos juntos.
2011-10-12 18:06
Un bello post, Don Alberto.
Déjeme que haga un poco de autombombo con este textito que escribí hace tiempo sobre Old Joy. Creo que estamos de acuerdo.
Old Joy
2011-10-12 18:13
Gracias Zito, tu post es magnífico. He editado tu comentario para que salga directamente el enlace.
2011-10-14 23:20
Te felicito vello tu comentario y estoy totalmente de acuerdo.
Saludos desde México.
2011-10-14 23:23
Perdón por el horror ortográfico anterior, error de dedo. Saludos
2011-10-27 15:39
Me apunto tu recomendación de Kelly Richard, Alberto.
Por otro lado, no estoy muy de acuerdo con tu primer párrafo. Todo momento es imprescindible, decían los neorrealistas. Y ya sé que en cualquier esfuerzo narrativo (en el del cine también, por supuesto, aunque su función no sea específicamente contar sino mostrar) la elipsis no es una opción, es un imperativo. No podemos contar (ni mostrar) todo de todo, es evidente.
Pero frente al dominio absoluto de los discursos economicistas, creo que no está tan mal aspirar a ver cómo crece la hierba, al menos de vez en cuando. Debe haber tiempo para todo y para todos.
No he visto las películas de Albert Serra, pero creo que no nos tomarán más el pelo que las de Tarantino. Y él es mucho más poderoso, así que merece que nos metamos mucho más con él. Un abrazote,
2011-10-27 15:43
Bueno, me apunto la de Kelly Reichardt, la de esa tal “Richard” que se me ha escapado por error no me la apunto. ; )
2011-10-27 15:59
Pues yo me reafirmo en ese párrafo, Juan Antonio, y creo que sin contradecir tu comentario. Probablemente no he sabido explicarme bien así que matizo más. Insisto: las películas deben contar algo siempre. ¿Quién dice que no se pueda aspirar a “ver crecer la hierba”, que el economicismo sea la meta, que la elipsis sea siempre la mejor solución? De hecho digo lo contrario, y para ejemplo esta Old Joy, una película principalmente silenciosa y que no se ahorra un plano en beneficio de la elipsis.
Lo que digo es que se plano no ahorrado TIENE que contar algo, TIENE que significar algo. Es el objeto de toda esta columna, defender que si eliges filmar a la hierba creciendo, eso tiene que tener un sentido dentro del discurso que estás contando. En el caso de Old Joy, el sentido es constatar la distancia abismal que se ha abierto entre dos viejos amigos, esa no-elipsis es necesaria, es imprescindible.
Lo que critico es al cineasta que filma crecer la hierba por una mera cuestión “arty”, por un ‘autoralismo’ mal entendido: voy a filmar 40 minutos del sol que se pone porque mi película es de autor. No, si filmas 40 minutos de puesta de sol tiene que ser porque esos 40 minutos tengan un objetivo, signifiquen algo. Es decir, el problema no es prescindir de la elipsis: el problema es mal-prescindir de la elipsis.
Lo de Albert Serra es una guerra personal, es casi un running gag cuando hablo de cine. Pero Tarantino no toma el pelo a nadie, su apuesta narrativa es clara, luego ya a uno le gusta más o menos (a mí, exceptuando la última, nada).
2011-11-02 18:37
Muchas gracias por la respuesta, Alberto. Creo que sí te explicas muy bien, simplemente es que quizá esto no lo vemos de la misma forma o, mejor, no lo expresamos de la misma forma. Entiendo lo que valoras de Old Joy y me fío mucho de tu criterio, así que voy a intentar verla lo antes posible.
Pero, planteando el tema en un sentido general, nunca he creído que lo esencial del cine sean sus posibilidades narrativas y por eso creo que un plano, sea cual sea, no tiene que tener inevitablemente una justificación informativa, un significado dentro de una historia.
Y el alarde “arty” me parece casi siempre menos dañino que la rutina fragmentaria (muy convencionalmente narrativa, eso sí), que domina la mayor parte del cine contemporáneo.
Es simplemente eso lo que intentaba decir.
Por último, lo mío con Tarantino también es una cuestión personal. Por muy clara que sea su apuesta narrativa, todo lo que viene de él (desde sus películas a sus declaraciones) me parece una tomadura de pelo. Un abrazo