Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
Master & Commander es una excelente película de aventuras, más allá de cualquier otra cosa. Y lo es porque su director, Peter Weir, uno de esos autores extraordinarios a los que la historia acabará poniendo en el sitio que se merece, mantiene un sentido de la maravilla cinematográfico que nos retrotrae a un cierto tipo de superproducciones que se veían en los años cincuenta y sesenta y que hoy apenas se encuentran en las pantallas. Los elementos básicos son siempre los mismos: grandes héroes, inolvidables heroínas, paisajes espectaculares, momentos de épica salpicados con notas de humor y sobre todo el viaje, esos viajes maravillosos que sólo pueden tener lugar en un mundo a medio descubrir, es decir, un mundo que ya hace mucho que dejó de existir.
También es una gran película de aventuras porque los protagonistas son dos amigos, amigos de una firmeza envidiable, ya que la base de su amistad es el respeto mutuo, la admiración que sienten el uno por el otro, es una amistad creada a base de mirar de frente a la muerte y ver que el otro no flaquea ni por un instante.
Tal vez Camino a la libertad (The way back), la última película del director australiano — siete años ha tardado en volver a dirigir, eso no se hace, hombre — no sea una película tan redonda como Master & Commander, pero vuelve a demostrar que Weir es el último gran director de aventuras que tenemos. Vuelven a estar los héroes, la amistad basada en el respeto mutuo, las heroínas asombrosas, la épica, los paisajes… y sobre todo el viaje, ese viaje casi infinito que parte de Siberia para llegar a la India, a pie, bajo el hielo, entre lobos, engañando a jinetes mongoles, atravesando el desierto de Gobi, llegando a la cima del Himalaya. El descubrimiento de las zonas grises del mapa, ese placer abrumador que el cine ha olvidado contar y que Weir sigue rescatando de vez en cuando.
2011-08-18 02:56
Estupenda película, preciosa. Me mareo en los barcos pero disfruté muchísimo viéndola (y oyéndola; recuerdo especialmente el sonido de los cabos tensándose). En cuanto a Camino a la libertad, no había leído buenas críticas pero me has animado. Gracias.