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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

El espectador temeroso

Hace unas semanas estaba discutiendo con un amigo el posible guion de un cortometraje que ha de servirle como trabajo de fin de año para un curso de imagen que está haciendo. Para ello contábamos con poder pedirle ayuda a otra conocida, que cuenta con una cámara profesional y que ya ha dirigido un par de cortos y de videoclips. La chica es bastante peculiar —escuchar no es su fuerte— pero aún así fuimos a contarle nuestra idea a ver qué le parecía. No le gustó demasiado, cosa bastante razonable. Pero a mí lo que no me gustaron fueron sus razones.

A pesar de no tener un currículum demasiado amplio, ella nos dijo: “Yo ya he filmado unas cuantas cosas y sé que es lo que funciona, lo que está bien. Y una cámara enfocando todo el tiempo a una persona que camina aburre al espectador, es algo que no se puede hacer”.

No se puede hacer, dijo ella. Nos describió cómo, en su opinión, tenía que ser una película, cualquier película, cómo tenían que cambiar los planos, a qué velocidad, con qué ritmo. Yo pensaba en la última película de Sofia Coppola, en Chris Marker, en José Luis Guerin, en Wayne Wang, en esa infinidad de cineastas que hicieron un cine radicalmente opuesto al que ella estaba enunciando como el único posible.

También pensé en ellos después de una reunión poco después con otros amigos que estaban preparando un documental. Hablaban de historia, de actos, de puntos de giro, de detonantes, y tenían razón, ese documental que queremos hacer necesita todas esas cosas. Pero no todos los documentales lo necesitan, ni todas las películas. A veces los ritmos son más pausados, los enfoques más extraños, el montaje menos fluido o menos acostumbrado.

Yo creo que el espectador muchas veces tiene miedo a enfrentarse a esa película festivalera, a ese documental extraño que alguien le recomienda o del que oyen hablar aquí o allá. Esnobismos y falsos prestigios como el de Albert Serra o incluso el de Apitchatpong Weerasethakul (al menos lo que he visto de ellos) ayudan a ahuyentar a cualquiera que pase por ahí sin estar sobre aviso. Y sin embargo allá donde voy recomiendo cualquier película de Chris Marker, probad a ver Sans Soleil o El fondo del aire es rojo, o cualquiera de sus cortos. Mirad qué extrañas son sus películas y decidme si os habéis aburrido. El espectador temeroso muchas veces rechaza completamente siquiera pensar en ese cine, y yo sigo sin saber por qué no intentarlo al menos, por qué no probar a disfrutar con la otra cara de lo que te han dicho que es correcto. O peor, lo único.

Alberto Haj-Saleh | 06 de abril de 2011

Comentarios

  1. The Bard
    2011-04-06 20:46

    Las reglas surgen de la observación de los grandes por parte de los pequeños.

    Para el creador con talento las reglas son irrelevantes, puesto que, al igual que los grandes, que son la fuente de ellas, se guía por la intuición.

  2. c.
    2011-04-10 16:15

    Pues dile, si no se lo has dicho ya, que Elephant, de Gus Van Sant se llevó en gran parte de Palma de Oro en Cannes por la manera tan particular en que rodó Elephant; esto es, siguiendo a sus personajes adolescentes deambulando por los pasillos alucinados del instituto donde llevan a cabo la masacre. Y díselo también a tu amigo, porque le animará :)

    En efecto, ¿por qué “no se puede”? Claro que se puede; se puede (probado está; tu citas algunos ejemplos memorables de Marker) y, para mí, también se debe. Es lo que aleja a cualquier arte de lo conocido y lo lleva a territorios inexplorados y fascinantes. Godard consideró que se debía entender el montaje de una manera diferente a como la había entendido Griffith muchos años antes y creó Al final de la escapada, y hoy ya nadie considera esos cortes abrubtos como una osadía. Lo mismo con el propio Griffith cuando alterna cuatro tramas paralelas en Intolerancia; lo mismo cuando Murnau decide darle libertad de movimientos total a su cámara en El último; lo mismo cuando Dreyer plantea su La pasión de Juana de Arco rodada casi por completo en arrebatadores primeros planos.

    Las reglas que conforman códigos que conocemos pueden servirnos (1) para mantenerlos sin variación alguna, (2) para mantenerlos con variaciones y (3) para que alguien venga y los rompa. Y los libros de guión y los manuales que explican como se debe rodar tienen sentido pleno en el primero de los puntos, sentido parcial en el segundo y nada más que como plataforma desde la que saltar en el tercero. O de otra forma: si vas a comer a Elbulli esperas que la tortilla venga deconstruida y también que si pones la tortilla de esa forma en la tasca de la esquina, es bastante probable que te la tiren a la cara.


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