Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
Terence Davies dirigió en 1988 una película maravillosa llamada Distant voices, Still Lives, una especie de musical en el que las canciones no narran una historia sino que son parte de la misma, donde lo que comunican es lo mismo que comunicarían fuera de la pantalla, en un bar real, en una celebración real. En su día lo conté así:
La primera secuencia de Voces distantes muestra a la madre llamando a desayunar a sus hijos, Tony, Eileen y Maisie, mientras en la radio dan la predicción del tiempo. A continuación un cortejo fúnebre nos lleva al velatorio del padre muerto, con su familia posando para la posteridad. La cámara nos devuelve a un cortejo pero esta vez es nupcial: es la boda de Eileen y los mismos personajes posan de la misma manera, sólo que ahora sonríen. Eileen dice en voz alta que ojalá su padre hubiese estado allí para verla. Maisie, su hermana, a su izquierda, la mira y piensa cuánto odiaba a aquel bastardo. La voz del padre gritando a su hija menor se apodera de la escena, que da paso a años atrás, un momento en el que el hombre golpea violentamente con una pala a su hija por haberle pedido permiso para ir al baile.
Ese padre sobrecogedor y odioso, violento y atormentado que sólo encuentra la paz cepillando su caballo y oyendo cantar a sus hijas, es el actor Pete Postlethwaite, una de las presencias más absorbentes y magníficas de la historia del cine británico. Esta semana ha muerto y todo el cine es peor desde entonces.
2011-01-05 11:56
Creo que lo vi por primera vez en En el nombre del padre. Es de esos actores que sorprende que hayan triunfado con la cara tan difícil que tienen, porque además hizo papeles de lo más dispares.
Saludos