Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
Siempre que llega el verano y el período de vacaciones llego a la conclusión de que el mejor regalo que se le puede hacer a un cinéfilo es el tiempo para ver muchas películas.
El mejor verbo para el espectador es descubrir. El segundo mejor es redescubrir.
Descubro a John Ford y saboreo mi absoluto desconocimiento sobre él. A mis treinta y pico y con mi amor por el cine, sólo he visto cuatro películas suyas, de las cuales sólo una era un western. A los que se lleven las manos a la cabeza: es la pura envidia que sentís porque yo veo todas sus películas por primera vez, y vosotros no.
La última que he visto: Misión de Audaces (The horse soldiers, 1959), ambientada en la Guerra Civil Americana.
Saboreo el nombre de la película y la habilidad de los que ponían los nombres entonces, que a veces superaban a los originales. Misión de Audaces es mejor que The horse soldiers, Centauros del desierto es mejor que The searchers, Pasión de los fuertes es mejor que My darling Clementine.
Saboreo el primer momento en el que aparece John Wayne, que es como Humphrey Bogart y como pocos más. Lo ves, sonríes y piensas “John Wayne”. Todo él. Aquí sale casi en la primera imagen que vemos.
Saboreo la forma directa de comenzar la historia: tres minutos para que el general diga “¿Qué ha pensado usted?”, el Coronel John Wayne cuente su plan y los otros le digan “Buena suerte Coronel”. Tres minutos.
Saboreo el sentido del humor de toda la película, el del sargento borrachín, el de la mujer testaruda y furiosa, el del rostro chuleta y vacilón de William Holden, el del político trepa, el de ese gran momento de “¿para qué vamos a discutirlo si podemos solucionarlo a hostias?”.
Saboreo la pequeña muesca que pongo en mi background cinéfilo y en el placer que supone en sí mismo haber visto esa película, más allá de lo que luego te parezca la película. Has hecho lo que debías y eso sienta bien.
Y saboreo, en fin, el parar el DVD y pillar empezada por unos minutos Virgen a los cuarenta (The 40 year old virgin, 2005), de Judd Apatow. El pensar “qué demonios, voy a tragármela”. El disfrutar con algunas cosas de ella y pasar en general una hora media estupenda. Y sobre todo el sentir que por hereje que suene, en las últimas cuatro horas he hecho lo que más me gusta: ver películas.
Alberto Haj-Saleh | 18 de agosto de 2010
Comentarios
Manuel Haj-Saleh 2010-08-18 11:25
Yo me comí a Liberty Valance y al Delator hace bien poco, pero tengo que regresar precisamente a esas tres de las que hablas hoy, que hace anyos que no veo.
Conocida es la respuesta que dio Orson Welles cuando le preguntaron por los que el consideraba los mejores directores de la historia: “John Ford, John Ford y John Ford”.
2010-08-18 11:25
Yo me comí a Liberty Valance y al Delator hace bien poco, pero tengo que regresar precisamente a esas tres de las que hablas hoy, que hace anyos que no veo.
Conocida es la respuesta que dio Orson Welles cuando le preguntaron por los que el consideraba los mejores directores de la historia: “John Ford, John Ford y John Ford”.
2010-08-18 15:54
Muy entrañable todo. Creo que te entiendo.
2010-08-20 03:53
Dichoso usted.