Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
No fue mi caso, pero si alguno de ustedes, cinéfilos, se encuentran en mitad de las vacaciones, es decir, descansados, alegres, de buen ánimo… y dan con una de esas tarde-noches donde uno piensa “voy a ponerme un peliculón de esos largos”, déjenme que les aconseje enfrentarse a los más de doscientos minutos de Boccaccio ’70 (1962); son cuatro historias que intentan recoger el espíritu de las narraciones y poemas del poeta del Siglo XIV Giovanni Boccaccio y trasladarlo a la Italia de los años sesenta.
Tras las cámaras se ponen cuatro de los más grandes de la cinematografía italiana, que tocan cuatro aspectos diferentes de la sociedad de la época, de arriba abajo. Mario Monicelli arranca con Renzo y Luciana, la historia de una pareja de humildes trabajadores de una fábrica que deben esconder su matrimonio para poder conservar sus empleos. Federico Fellini dirige Las tentaciones del doctor Antonio, sobre un moralista hiperconservador y burgués que trata por todos los medios de quitar una enorme valla publicitaria que considera obscena. El trabajo es el capítulo dirigido por Luchino Visconti, sobre una pareja de aristócratas casados por conveniencia familiar y económica. Y finalmente Vittorio De Sica cuenta en La rifa la jornada en una feria de un pueblo de la Emilia-Romaña en la que la propietaria de un barracón sortea una noche con ella entre los vecinos de la localidad.
Los cuatro directores son reconocibles de un vistazo: el aire cómico y ligero de Monicelli, el exceso monstruoso y casi histérico de Fellini, la decadencia elegante de Visconti y la querencia por los ambientes más bajos y humildes de De Sica. Pero lo realmente espectacular de esta película son sus mujeres, auténticas protagonistas de las cuatro historias y que imponen su carácter indómito y radical a sus compañeros masculinos. Marisa Solinas es la que arrastra a su pobre marido en su locura laboral y en su vida fingida en Renzo y Luciana. Una impresionante e inconmensurable (en todos los sentidos) Anita Ekberg devora —casi literalmente— a Peppino De Filippo en el capítulo felliniano. La hermosura gélida y dañina de Romy Schneider es el sostén de El trabajo y de todo el capítulo de Visconti.
Y por supuesto Sofía Loren, extrema, furiosa, flameante, profundamente napolitana, es la inolvidable Zoe de La rifa… después de todo, ¿quién podría reprochar a los hombres del pueblo de Lugo el querer pasar una noche con ella?
2010-08-04 11:40
La colección de nombres que nutren los títulos de crédito de la película lo dice todo.
Ya no se hacen películas como esta, ni de 4 en 4 ni de 1 en 1.