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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Buenos chicos

Últimamente me he estado poniendo al día con la serie How I met your mother, Cómo conocí a vuestra madre en español, que ahora mismo está terminando su quinta temporanda en las televisiones norteamericanas. La serie es una sitcom de veinte minutos con un esquema más o menos parecido al de Friends, ya que habla de un grupo de cinco treintañeros amigos que viven en Nueva York. Lo que cambia con respecto a Friends son las relaciones entre ellos: dos son pareja desde el principio y matrimonio tras dos temporadas: Marshall y Lily son dos personajes que funcionan como pareja ridículamente empalagosa y que además ha ido enloqueciendo hacia esa dirección, algo además aumentado por la personalidad de ambos: ella es pequeña y dulce a la vez que salvajemente manipuladora y extrañamente agresiva; el es enorme, bonachón y miedoso hasta el extremo. Luego tenemos a los otros dos amigos del protagonista. Por un lado está Robin, ex novia del prota y una canadiense loca por las armas y muy independiente; por el otro está Barney, estrella real de la serie, un ligón imposible que tiene una teoría para cada uno de los aspectos del arte de seducir mujeres. Estos cuatro personajes son los que le dan fuerza a la serie, son excesivos, locuelos y realmente tontos, así que son los que provocan las carcajadas de la sitcom.

Y luego está Ted.

Ted es el protagonista de la serie, es decir, el que está contando a sus hijos en el futuro esa larguísima historia de cómo conoció a su madre. Pero Ted también tiene una peculiaridad: es un muchacho más bien normal. Es simpático, cariñoso, listo y con buenos amigos. Es decir, visualmente es un coñazo mayúsculo, ya que su personalidad queda completamente aplanada ante la locura de sus amigos, y es precisamente esa “normalidad”, ese ser un buen chico sin más, lo que permite que los otros cuatro orbiten en torno a él y la serie logre avanzar con bastante acierto.

Esto ocurre en muchísimas comedias románticas, donde el “chico de la peli” tiene que cumplir la mayor parte de las veces una misión clara: no molestar. Así es el Colin Firth de El diario de Bridget Jones, el Dermot Mulroney de La boda de mi mejor amigo y si me apuran hasta el Richard Gere de Pretty Woman. Esto no ocurre sólo en las comedias, también es así en las películas de acción, donde da igual Shia LaBeouf en Transformers, lo que importa son los robots; da igual Will Smith en Independence Day, lo que importa son los extraterrestres; da igual Matthew Broderick en Godzilla, lo que importa es la lagartija gorda. Pero todos tienen en común que son… buenos chicos sin nada más especial.

Casi casi que a eso estaba destinado Ewan McGregor en la interesante El Escritor (The ghost writer), de Roman Polanski, a ser un buen chico que no estorbase demasiado la compleja trama que narran director y guionista y que salpica a dos gobiernos, a la CIA, a la mujer del ex primer ministro británico y a sus biógrafos. En una película tan “de ambiente” como la que crea el director polaco, el protagonista no puede tener una personalidad arrolladora que gobierne la narración, ya que —paradójicamente— puede arruinar la propia película que protagoniza. Y sin embargo Polanski y McGregor logran componer un personaje más interesante del que podríamos prever, y todo con un ejercicio aparentemente sencillo: le han dado una profundidad real al personaje, le han dado características propias que le ayudan a definirse, saltando por encima de la tentación de limitarse a definirlo como un “buen chico”. El escritor es un tipo más bien gris y que no debe molestar, pero también es alguien muy sarcástico y que no puede evitar hacer chistes incluso cuando no debe; y también es un bocazas con no demasiado valor; y también es un poco golferas y que no es capaz de no meter lo que no debe donde no debe y cuando no debe. En resumen, los creadores de la película han conseguido que su protagonista, destinado a no incordiar, tenga una entidad propia, lo que es una muestra de respecto hacia el espectador y hacia el propio personaje.

Alberto Haj-Saleh | 05 de mayo de 2010

Comentarios

  1. lablanco
    2010-05-05 10:56

    Dylan McDermott? Querrá usted decir Dermot Mulroney…

    por lo demás, bastante de acuerdo. Y además el público, pese a lo anodino del chico bueno, simpatiza bastante con él.

  2. Alberto
    2010-05-05 11:12

    Sí señor, Dermot Mulroney, ahora lo corrijo.

    En cualquier caso no es de extrañar que los mezcle, son prácticamente la misma persona :D

  3. Marcos
    2010-05-05 17:59

    Pues sí. Otro ejemplo señero de buen chico sobrante es Seinfeld, en el que el comediante que da título a la serie es la comparsa que hace posible que el resto de personajes se luzcan y den valor a la comedia.

    Saludos

  4. Manuel Haj-Saleh
    2010-05-05 23:16

    Pues voy a tener que decirle al jefe que se equivoca, porque Seinfeld puede ser cualquier cosa menos “un buen chico”. A lo largo de la serie se puede comprobar repetidamente cómo es tan joputa, egoísta y amoral como sus compañeros. Es más, siempre que puede se dedica a putear a George o a Elaine (con Kramer, por alguna razón, no puede). Y, eso sí, en algún momento muestra un pequeño destello de ética, que rápidamente queda escondido por alguna trastada posterior.

    Para mi gusto esa serie tiene uno de los mejores capítulos finales de la historia, con el juicio a los cuatro protagonistas, aparentemente por una nimiedad pero que va recorriendo sus fechorías a lo largo de sus nueve temporadas. Brillante hasta la declaración final del juez: “no tengo ni idea de cómo ustedes cuatro han podido llegar alguna vez a juntarse”.

    Sí que es verdad que es posiblemente el personaje más equilibrado de los cuatro, precisamente para contrastar con los otros tres (de sobrante, nada; al igual que con Ted Mosby, si lo quitas se te viene abajo todo el tinglado). Pero de ahí a decir que es un buen chico… Señor T, voy a tener que ponerle deberes.

    Saludos.

  5. Marcos
    2010-05-05 23:40

    Veamos… ¿se puede considerar entonces, según tu criterio, como buen chico al Smith de Independence Day? ¿A Richard Gere en Pretty Woman?

    Entiendo que la definición que da Alberto de «buen chico» es amplia y engloba a todos aquellos personajes alrededor de los cuales se monta una ficción pero ellos mismo pesan menos que los supuestos secundarios. Sé que es excesivo decir que Seinfeld sobra, pero sólo estaba utilizando una de las palabras que utiliza Alberto en su definición.

    Saludos

  6. Manuel Haj-Saleh
    2010-05-05 23:54

    “Veamos… ¿se puede considerar entonces, según tu criterio, como buen chico al Smith de Independence Day? ¿A Richard Gere en Pretty Woman?”

    ¡Por supuesto! Porque en esos casos no dejan de ser gente con un punto más que amplio de altruismo y buenrollismo que se manifiesta más pronto o más tarde. En el caso de Gere (que de todos modos creo que es un ejemplo cogido con pinzas), con más claridad, porque es un cabrón con pintas que por amor se pone a construir barcos con un vejete simpático y a sacar a una prostituta del arroyo. Y Will Smith no deja de ser un trasunto de Gary Cooper, pero con mejor humor. En ambos casos son personajes que quieren luchar contra “el mal”. En el caso de Seinfeld, él es parte de ese mal y ni lucha contra él ni quiere salir de él, porque es donde más cómodo se siente.

    Saludos.

  7. Scytaleg
    2010-05-06 00:04

    A Seinfeld no lo veo asi. Pero quien deberia ser la foto en esa definición es el Ray Romano de Todo el mundo quiere a Raymond.
    Es más soso que Ted, que ya es decir, y si no fuera por los secundarios, actorazos como la copa de un pino todos, a excepción de la mujer, la serie seria una mierda infecta.

  8. Alberto
    2010-05-06 03:46

    No, nunca he querido decir que son sobrantes esos buenos chicos, son indispensables para que todo gire a su alrededor.

    Es cierto que el ejemplo de Richard Gere está cogido con pinzas, pero me sirve para hablar de esa tendencia que se instaurón con él de comedias/drmas románticas de protagonista femenina fuerte (Meg Ryan, Kate Beckinsale, Sandra Bullock, Julia Roberts, Charlize Theron) y parteneire… soso y que no estorbe.

  9. Guillermo Zapata
    2010-05-06 15:01

    No, no, no, no, no ¡y mil veces no! Que un fenómenos suceda no quiere decir que sea natural y mucho menos lógico para la narración. O lo que es lo mismo, que pase algo no quiere decir que no pueda PASAR OTRA COSA.

    Friends (Dentro de su correción política ABSOLUTA) es un ejemplo perfecto en el que no es necesario que haya alguien normal para que los demás brillen.

    The Office es un ejemplo perfecto de que no es necesario que haya una persona normal para que los demás brillen. Jim, que sería el personaje que encarnaría el aparente “buen chico” es un vago redomado, sarcástico, etc. El ejemplo que se ponía de Seinfield es igual.

    ¿Quién es el buen chico el Cheers? Nadie. ¿Quién es el buen chico en MASH? Nadie. Etc, etc, etc.

    El buen chico no está ahí para potenciar al resto, sino porque los creadores de la serie y/o los productores creen que así el público se IDENTIFICA con ese buen chico, con esa nada sin subjetividad que encarna deseos poco comprensibles (Si es que tiene algunos) que parecen ser “los de todos” (Casarse, conquistar una estabilidad, vivir una vida llena de amor, etc.)

    La tendencia es tan brutal que una película tan aparentemente incorrecta (y totalmente moralista y reaccionaria en el fondo) como “Resacon en las Vegas” ha optado por alejar por completo al buen chico de la juerga que se pegan sus compañeros para que sea el definitivo “sí, pero no”.

    Recordemos a los protagonistas de “Desmadre a la Americana” o los “Blues Brothers”.

    Y sí, ODIO con toda mi alma a Ted Mosby, salvo cuando se neurotiza por algo y se vuelve el obsesivo compulsivo, intolerante y maniático controlador que todo “buen chico” lleva dentro.

    Pero insiso, no es bueno, ni necesario. Es una elección entre otras miles de elecciones posibles.

    Eso en las comedias. El “heore” del cine de catástrofes (Transformers sería una variedad del cine de catástrofes porque se basa, como éste, en el placer catárquico de ver como todo el paisaje urbano se va a tomar por culo) creo que se mueve en otra liga y es que, en realidad, no es el prota, es la comparsa.

    Pero aún así, pensemos en el personaje de Edward Furlong en Terminator II o en casi todos los heróes de Hitchcock para darnos cuenta de que, insiso, el “bueno chico” no es más que un reduccionismo simplista sobre unos criterios de producción y/o escritura bastante dudosos para hacer películas más conservadoras y, en general, bastante peores.

  10. Alberto
    2010-05-06 16:02

    “No, no, no, no, no ¡y mil veces no! Que un fenómenos suceda no quiere decir que sea natural y mucho menos lógico para la narración. O lo que es lo mismo, que pase algo no quiere decir que no pueda PASAR OTRA COSA.”

    Eh eh eh, que yo no he dicho que no pueda pasar otra cosa. Lo que digo es que cuando los utilizan lo hacen para que no molesten, para que, como bien dices, el espectador pueda “identificarse” con facilidad. Puedo equivocarme, pero creo que sin un Ted normal no funcionarían jamás los otros 4 personajes, porque así está construida esa serie. Y en la comedia romántica (ojo, no en toda comedia) es clarísimo: la protagonista está loca, risueña, amargada, desquiciada, lo-que-sea y él es el buen chico que no debe tener ningún tipo de característica para que no haga sombra a ella. Se llame Matthew Broderick, Harry Connick Junior o Josh Corbett.

    Por lo demás, completamente de acuerdo con tu comentario, si señor.

  11. Alberto
    2010-05-06 16:30

    Lo que está claro es que no me expliqué demasiado bien, Guillermo. Precisamente lo que digo al final de “El escritor” va por la línea de lo que dices tú: es perfectamente posible escribir un protagonista “buen chico” que aporte matices y sea más complejo que la versión sosa que solemos ver en las películas de las que hemos hablado, donde, en efecto, se impone ese “reduccionismo simplista” del que hablas, y donde el estereotipo gana la partida por el relativo poco trabajo que conlleva elaborarlo.


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