Me pilla el toro en la columna de hoy, pero no quería dejar de escribir al menos unas cuantas líneas sobre las candidaturas a los Oscar de este año, nada demasiado sorprendente, nada demasiado extravagante… pero nada demasiado cantado: Avatar tendría que haber arrasado en nominaciones y se ha quedado con unas respetables 9 pero que no son “muchísimas”, y además no le ha caído ni interpretación ni guión. Este año no apostaré por ella, desde luego.

En cualquier caso me ha gustado mucho ver a Colin Firth y su profesor George en la terna de los cinco finalistas por A single man, el original e interesante debut en la dirección de Tom Ford. Tiendo a preferir a los actores más inexpresivos e hieráticos, como Tommy Lee Jones, Bill Murray o Ed Harris que a los “sobreexpresivos” como Jack Nicholson, Nicolas Cage o Robert de Niro, por ejemplo, aunque haya papeles de estos últimos que me fascinen (bueno, de Cage no). Soy un amante de la delicadeza a la hora de expresar sentimientos y acabo apreciando más cosas como la “contención” que el histrionismo. Mucho más el sufrimiento interno de Tommy Lee Jones en En el valle de Elah que el exceso de Al Pacino en Esencia de mujer, mucho más la ansiedad silenciosa de Russell Crowe en El dilema que la esquizofrenia de Russell Crowe en Una mente maravillosa.

Yo creo que Colin Firth da ese complicadísimo paso de ser sutil y expresivo desde el detalle y no desde el exceso en la película de Ford. Su rostro está cargado de tristeza entre resignada y desesperada, mientras que la cámara devuelve una paz interior magnífica en los flashbacks con los que se nos cuenta su vida antes de la muerte de su pareja (que es como comienza la película). Pero sobre todo (atención que hay SPOILER aquí) me puso la piel de gallina ese momento en el que se levanta desconcertado en su cama y al ir al salón descubre el cuerpo de su joven estudiante dormido sin miedo ni preocupaciones en su sofá. Allí, mirando una cara tan hermosa y perfecta, el buen profesor vuelve a encontrar la belleza en la vida y el sentido en continuarla y se emociona, se emociona con una dosis de verdad asombrosa en los ojos de Colin Firth, que sonríe entre lágrimas, una autenticidad que le convierte en mi favorito de este año sin lugar a dudas.