Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
(Hay algún spoiler que he indicado en el texto. Avisados quedan)
Yo también fui un pagafantas una vez.
La mía se llamaba Cristina Pérez (o López, o algo así). Era repetidora, bajita, con cara bonita y cuerpo en formación. Primero de BUP, esto es, catorce años. La de deberes que le habré hecho yo a esa chica, la de apuntes que le habré pasado, ya saben, su mejor amigo de clase, ella siempre podía contar conmigo. Yo la amaba en silencio y esperaba a que en algún momento ella viviese una decepción profunda con Sebas, su novio, y acudiese a donde nunca había posibilidad de fallo o rechazo, esto es, a mi hombro. Ese lugar reservado para siempre que ella quisiera.
Cristina se sentaba con otra repetidora, indudablemente más explosiva pero menos interesante a mis ojos. Un día se pusieron a bromear sobre mi abnegación como “amigo”, incluyendo alusiones sexuales, de manera que en un momento dado pillé a mi amor platónico diciéndole a su amiga que siempre podía acudir a su arma secreta conmigo (acompañen esa conversación con un movimiento repetido de la lengua pasando por los labios). Esa es la tragedia de los pagafantas, su auténtico drama: que ellas siempre saben, pero nunca obran en consecuencia de lo que saben.
Borja Cobeaga no elude esa tragedia en esa espléndida comedia amarga y descorazonadora que es Pagafantas (2009), una película que parte de una premisa locuela y que invita al desmadre de corte más grueso, en la línea de la comedia española más repetida, esto es, sucesión de gags y trama sexual-cómica en busca de risotada sencilla. Pero Cobeaga ignora esa invitación y decide adentrarse por el mucho más complicado camino del trasfondo triste que marcó de forma inigualable Billy Wilder con El apartamento (1960) o Irma la dulce (1961).
La comedia funciona porque Gorka Otxoa es un actor formidable y tiene la misma habilidad que Jack Lemmon de hacernos carcajearnos y sentir pena casi al mismo tiempo, porque su escudero Oscar Ladoire está excepcional como Pagafantas veterano y por Julián López, amigo-espejo del protagonista y único personaje cien por cien cómico del filme. Pero el auténtico valor de esta película es su inevitabilidad: todo (o casi todo, para ser honestos) lo que sucede en la pantalla está marcado por un fatum, por una sensación de destino marcado e inmutable. Chema vive en ese territorio terrible de “lo que quisiera ser pero nunca seré” y sufre por ello constantemente. Ama a una chica inalcanzable y a la que es absurdo amar —nosotros, espectadores, nos sentimos muchas veces irritados por el carácter a ratos insoportable de Sabrina Garciarena, esa chica hermosa, divertida, chispeante e inconsciente que significa todo lo que no es y nunca será Chema—, así que vive en un sueño silencioso en el que el amor sólo podrá surgir desde un error, o por razones equivocadas.
Valgan dos momentos devastadores de ejemplo: la aceptación de la realidad que le toca por parte de Chema, que literalmente se queda con aquello que nadie más quiere; (SPOILERS) y sobre todo ese momento en el que, finalmente, decide confesar su amor a Claudia, quien responde riéndose de “la broma” de su amigo para, a continuación, ponerse seria de golpe y preguntar: “porque es una broma, ¿verdad?”. El intercambio de miradas a continuación es durísimo, es el momento en el que todos, Chema, nosotros, descubrimos que ella siempre lo supo y le está lanzando un ultimátum al chico: esto es lo máximo que vamos a ser tú y yo; más allá de esto, nunca habrá nada. ¿Y Chema? Chema acepta, claro, como haría cualquier pagafantas de raza. (FIN DE SPOILERS)
No se confundan, la película es una comedia plena, de momentos descacharrantes (y con algunas cosas menos logradas que, ahora mismo, me importan menos) y en la que te ríes sinceramente. Pero Cobeaga y el guionista Diego San José juegan en el delicado terreno de contarte dos discursos a la vez: uno es el que vi, y otro es el que ha ido impregnándome desde que terminó la película.
2009-07-08 13:13
La primera vez que vi el cartel de la película, pensé “esto no puede ser verdad”. Pero resulta que sí. Al final acabaré viendo la película por curiosidad morbosa, aunque la premisa me parezca inmunda.
2009-07-08 14:40
¡Nooooo! [Spoiler] La secuencia que mencionas expresa para mi justo lo contrario. Que ella NUNCA lo ha sabido y que de pronto se da cuenta de que podría ser verdad lo que él le está contando y le entra el pánico absoluto. Un pánico probablemente egoísta y chungo, pero el pánico ante la rebelación de la verdad que ella ignora.
Si ella no ignora lo que sucede la historia no se sostiene, porque ella es una hija de puta y como buen espejo que tiene en el personaje de Kiti Manver, no es una hija de puta, es que ni siquiera está en la misma galaxcia que Chema. Ni se le pasa por la cabeza que su “súper amigo” pueda estar sufriendo por amor. Ese es el auténtico fatuum que tu describes tan bien, que no es que a ella no le guste, es que ni siquiera ha pensado en él en ese sentido. No le ha dedicado ni medio segundo en su cabeza a ello [FIN de SPOILER]
Por lo demás, totalmente deacuerdo con tu crítica. Peliculón que escapa con grandeza de la fórmula de comedia española heredada de la (peor) tele y anda caminos propios y a la vez comunes y reconocibles. Que ganitas de que le vaya bien.
2009-07-08 15:41
¡Discrepo! :-D
SPOILER
A lo que me refiero es a ese punto de “Ella siempre lo supo en el fondo pero se negaba a verlo”, es decir, EXACTAMENTE lo que le pasa a Kiti Manver, que cuando su hijo le hace las preguntas incómodas de repente su rostro encaja treinta años de piezas sueltas con total facilidad. Esa cara de “host… si estaba clarísimo…”.
FIN SPOILER
@Nia: ¿Qué es lo que te parece inmundo de la premisa?
2009-07-08 20:28
Pues no quiero criticar la película en sí porque no la he visto, pero llevo años encontrándome aquí y allá, más que al estereotipo del “buenazo que nunca liga precisamente por buenazo”, el opuesto: “el cabrón que liga porque a las mujeres nos gustan los cabrones”. Hace pocos días que un compañero de trabajo, un hombre universitario, viajado, y de cuarentaypocos al que se le puede suponer una madurez, dijo a un grupo de compañeras “pero a las mujeres parece que os atraen los hombres malos, ¿no?”. No se refería a ficción sino a los hombres malos en la vida real. Y te puedo asegurar que igual que los caballeros las prefieren rubias pero se casan con las morenas, a las mujeres nos puede gustar el cabrón en la tele, pero en persona los hombres “normalitos” nos ahorran sustos.
Esa división en hombres atractivos-y-malos frente a antieróticos-y-buenazos está por todas partes hasta el punto de que la gente se la cree. Y creo que hace nos hace daño a todos pensar que las mujeres somos tan retorcidas como para nos guste estar en medio de ese triángulo.
2009-07-09 00:41
Ah, pues estoy bastante de acuerdo contigo, sí, Nia.
Lo que pasa es que la película no va ni remotamente de eso, no hay cabrón que liga (guapo que liga sí, pero imagino que ese estereotipo sí que es real), no hay buenazo que no liga precisamente por eso, no hay esa dualidad entre los dos tipos de hombre… eso, que la película ni va de eso ni tiene esos tipos en ella ni nada de eso.