Seré breve: Carlos Sorín es un director experto en contar muy bien cosas muy pequeñas. La película que lo puso en el mapa se llamaba Historias mínimas (2002), un nombre que es una declaración de intenciones que cumple a rajatabla. Allí contaba tres historias patagónicas muy sencillas, protagonizadas por mitad caras conocidas, mitad actores novatos. Con Bombón, el perro (2004) recorta un poquito más y deja las historias en una sola y los actores desaparecen para que aparezcan sólo los personajes. No actúa Juan Villegas, sencillamente es Juan Villegas, en vista de lo cual, para qué cambiarle el nombre al personaje: llamémoslo como el actor y punto. La Ventana (2008) estrecha todo lo anterior y rueda casi en cuatro baldosas una historia que a duras penas puede definirse en dos líneas: un hombre anciano y enfermo espera la visita de su hijo en su casa de la Patagonia. ¿Ven? No llegué a dos líneas. Sorín es el mejor captando instantes, el mejor sin discusión. Asombroso.

Kelly Reichardt, no obstante, se le ha acercado bastante con Wendy & Lucy (2008), que conste. En apenas cinco minutos la historia se nos perfila de forma obvia: Wendy, una chica joven (esplendorosa Michelle Williams, hermosísima con sus piernas de palillo y su aspecto de pájaro flaco y duro) viaja con muy poco dinero en un coche viejo por el norte de Estados Unidos con la intención de atravesar Canadá y llegar a Alaska, donde un buen trabajo espera. La acompaña su perra Lucy, único ser vivo con el que el rostro de Wendy se destensa y muestra alguna sonrisa. En el minuto ocho o nueve de película Lucy se pierde. Y donde pensábamos que íbamos a ver una road movie de tono contemplativo nos encontramos con una historia detenida, un relato minúsculo de una chica que busca desesperadamente a su perro. Y eso es todo.

Esa es la mayor virtud de una película que tiene muchas más. Pero ya dije que iba a ser breve. Es hermosa. Si pueden véanla.