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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

¿Puede ser Mar Flores una buena actriz?

Después de ver Los años desnudos (id., Dunia Ayaso y Félix Sabroso, 2008) no me cabe la menor duda de que puede ser, al menos, una actriz dignísima. La película es floja, desaprovechada, intrascendente, poco interesante; se limita a rodar un ambiente –el del Madrid de finales de los años setenta— sin saber qué colocar dentro de ese contexto, arrancando en el retrato de una época para terminar haciendo un culebrón absurdo y aburrido. Pero, como suele ser constante en las películas españolas que llevo vistas este año, los actores y las actrices están bien, bastante bien. No destacan, las interpretaciones no son arrebatadoras pero impiden que la película sea abominable. Y entre ellos está Mar Flores.

En muchos aspectos es, probablemente, la mejor de las tres protagonistas: Candela Peña está convincente pero no abandona el registro que ha convertido en marca propia desde que despuntó por primera vez en Días contados (id., Imanol Uribe, 1994); Goya Toledo es probablemente una de las mejores actrices europeas que hay, pero se limita a calcar el papel que ya hizo en Rivales (id., Fernando Colomo, 2008) quizá con un punto más sórdido. En cambio Mar Flores tenía a su favor el efecto sorpresa y las bajas expectativas; en cambio en contra tenía muchas más cosas porque, no nos engañemos, es casi imposible abstraerse de que Mar Flores es quien es y que si la conocemos es por la vida escandalosa que llevó hace ya una década, romance con el Conde Lecquio incluido. Tomarse en serio a un personaje denostado y desprestigiado públicamente se hace muy difícil y ella sale airosa del envite acudiendo a un arma al alcance de muchos intérpretes con no demasiados registros actorales: la contención.

El cine está lleno de “caras de palo” que han convertido el rictus serio y la mirada densa en una virtud ante la cámara. Nombres incontestables como Tommy Lee Jones, Takeshi Kitano o Jean Reno han conquistado la pantalla en muchas de sus películas con un arqueo de cejas como máximo esfuerzo facial, dando por bueno el dicho de “menos es más”. Mar Flores no cae en la tentación de hacer un duelo interpretativo con nadie y dibuja a una muy creíble actriz de destape corroída por dentro por heridas del pasado y ansiosa de encontrar una familia propia. Si esto se resuelve con reconocimiento crítico, con una nominación al Goya, con una aceptación popular, tendremos un caso de “resurrección a la española”, una de esas historias que Hollywood adora de actriz completamente desahuciada que encuentra de nuevo el camino gracias a la confianza de un director. Nada gusta más que un buen regreso.

John Travolta es el regresador norteamericano por excelencia. Fue una gran estrella en los setenta con sólo un par de películas pero después de hacer Grease (id., Randal Kleiser, 1978) alguien le tatuó en la frente la frase “condenado a hacer telefilms de cuarta”. Y en esas estaba cuando rodó una comedieta simpática para toda la familia pensada para ir directa a vídeo con una actriz televisiva como Kristie Alley. Aquello se llamó Mira quien habla (Look who’s talking, Amy Heckerling, 1989) y fue un éxito descomunal en todo el mundo. Travolta volvía a estar en las primeras páginas… y volvió a ser relegado a la sección de “Local” eligiendo fatal sus películas de nuevo: dos secuelas de la comedia de bebés que piensan en voz alta y poco más. Ahora sí que parecía estar tocado y hundido, hasta que el experto “recuperador de estrellas de capa caída” Quentin Tarantino pensó en él para protagonizar Pulp fiction (id., 1994). El resto es historia y Travolta ya es tan rico y poderoso que da igual si vuelve a hacer buenas películas o no.

¿Y qué me dicen de Mickey Rourke? Todo un sex symbol bestial de los ochenta, protagonista del súper éxito Nueve semanas y media (Nine ½ weeks, Adrian Lyne, 1986), incluso trabajó con Coppola e hizo la biografía de Charles Bukowski. Luego salieron a la luz sus problemas con la bebida y su carácter violento, intentó dedicarse al boxeo, perdió la cabeza… hasta que un amigo de Tarantino, Robert Rodríguez, pensó en él para hacer del matón de buen corazón Marv en la impactante Sin City (id., 2005) y su nombre volvió a sonar de nuevo. Este año ha sido la sensación en el Festival de Venecia protagonizando la película ganadora del León de Oro, The Wrestler (id., Darren Aronofsky, 2008) y su nombre suena fortísimo como próximo candidato al Oscar al mejor actor.

Hay muchos más casos: Rob Lowe, ídolo de adolescentes en los ochenta que fracturó su carrera por una acusación de abuso a una menor y que volvió en 1999 para ser una pieza imprescindible de la serie de éxito El ala oeste de la Casa Blanca, dos nominaciones a los Globos de Oro incluidas; otro de los grandes “regresadores”, Robert Downey jr, estrella de la comedia ochentera caído en las drogas y el alcohol y que consiguió su renacer gracias a la serie Ally McBeal; Andrés Pajares ganando un Goya, adquiriendo un prestigio impensable y un aire de buen actor tras años de comedia chusca a raíz de su papel en ¡Ay, Carmela! (id., Carlos Saura, 1990)…

Volver al ruedo interpretativo, escenificar un regreso a lo grande, bordar un papel cuando ya nadie espera eso del actor o la actriz en cuestión, sorprender a todos dando un registro impensable por nadie… las grandes reapariciones siempre han entusiasmado y entusiasmarán a las generaciones venideras de espectadores.

Mi apuesta para el siguiente regreso: ¿puede Jean Claude Van Damme ser un buen actor? Yo digo que sí.

Alberto Haj-Saleh | 29 de octubre de 2008

Comentarios

  1. Merche
    2008-10-29 10:12

    Un apunte: ignoro el motivo, pero las actrices son menos propensas a tener “regresos”. Por ejemplo Kim Basinger volvió a primera línea tras “L.A.” pero no ha conseguido quedarse. Ellos son más propensos a las resurrecciones que ellas. Ahí queda como muestra el intento fallido de Sharon Stone por regresar y pegándosela… eso sí, tras meterse una buena pasta en el bolsillo.

  2. pinfloid
    2008-10-29 10:35

    Yo soy de la idea de que cualquiera puede tener una buena actuación si le dirigen bien. No digo que cualquiera pueda ser buen actor, sino que puntualmente puede hacer incluso una gran actuación si el director sabe dirigirlo. Creo que es algo que se valora poco.

  3. Ana Lorenzo
    2008-10-31 12:17

    Alberto, no he visto la película, pero el artículo es estupendo en general. Solo quiero que imagines lo que duele ver en el mismo párrafo a Mar Flores

    y a Tommy Lee Jones y Jean Reno, por favor, hombre. Que no, que no son dos caras de palo. Y, aparte, están las voces, ¡vaya par de voces!
    Un beso.

  4. Alberto
    2008-10-31 12:25

    Claro que lo imagino, no he podido hacerlo más a posta Ana :D

    Evidentemente no estoy comparándolos con ella pero tu comentario me ha servido para confirmar lo que apunto al principio: Mar Flores tendrá que hacer veinte películas maravillosas para que no dé repelús simplemente hablar de ella.

    Fíjate en Alfredo Landa: ¿te das cuenta de que hoy es perfectamente legítimo decir algo como “actores de la talla de Paco Rabal, Fernán Gómez y Alfredo Landa” y hace treinta años meter a Landa en una terna de actores de calidad habría sido un anatema?


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