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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Los idiotas

El cómico siempre ha asumido la responsabilidad bufonesca de servir como fiscal paródico de la sociedad y de sacarle la lengua a personas, ideas, modos y pensamientos contemporáneos suyos, una función social imprescindible e ineludible. No es de extrañar que se repita con cierta frecuencia que los dictadores no tienen sentido del humor ni que los cómicos sean una de las primeras víctimas cuando llega la represión y la tiranía. Sin llegar a tanto, el propio Silvio Berlusconi vetó de forma explícita y sin tapujos a humoristas como Beppe Grillo o Daniele Luttazzi durante su primer mandato, prácticas que no creo que tarde en retomar.

El cine ha girado hacia la comedia puramente evasiva, hacia las “películas de risa”, como decía Miguel A. Román en un comentario a mi última columna. El cómico norteamericano de las películas de las dos últimas décadas (generalizando, como siempre) ha dejado de señalar la desnudez del emperador para reírse amablemente de su color de pelo o de la palidez de su piel. Incluso la incorrección política en realidad no era más que humor grueso y escatológico que servía como columna de humo para ocultar la nada que se esconde detrás. Eso no le resta validez ni diversión a esas películas en sí, pero sí las deja arrinconada en la esquina de los cobardes.

Algo pasa con Mary (There’s something about Mary, Peter y Bobby Farrelly, 1998) fue un intento real de romper con esa dinámica, aunque sin conseguirlo plenamente. Tampoco creo que la intención de los hermanos Farrelly fuera otra que provocar carcajadas pero lo cierto es que el humor de esta película incomoda, desasosiega a las mentes más pacatas, que se remueven incómodas en el asiento. ¿La clave? La absoluta idiotez de sus protagonistas, todos ellos, incluida esa Cameron Díaz objeto del deseo de todos los hombres del film.

Es precisamente el protagonista masculino de Algo pasa con Mary el que lanza uno de los órdagos que pueden marcar la senda buena de la comedia a punto de terminar la primera década de este siglo XXI. Ben Stiller se ha puesto tras las cámaras por cuarta vez para dirigir Tropic Thunder (2008) y conseguir proponer un nuevo camino para la comedia contemporánea. Stiller decide, como tantos otros, parodiar Hollywood y su esquema de valores, pero a diferencia de otras veces apunta y dispara contra los menos criticados: los propios actores. Sin concesiones, frontal, destrozando todos y cada uno de los estereotipos de la interpretación norteamericana, desde el comediante blockbuster hasta el héroe de acción pasando por los actores de método —madre mía, enorme, enormísimo Robert Downey Junior—, Tropic Thunder se comporta como el acusado que cuando es llevado al calabozo aprovecha para poner los cuernos a los policías que le llevan. Los protagonistas de la película son imbéciles, idiotas con dinero e inquietudes planas que han logrado abrirse camino y llegar a la cima de la admiración pública y del reconocimiento.

Tan idiotas o más son los habitantes que pueblan Quemar después de leer (Burn after reading, 2008), última película de los hermanos Coen en cartel, aún más delirante que la anterior a pesar de su aspecto aseado y de que sus protagonistas sean ejecutivos, jefes de seguridad y hombres de negocios, en lo más alto del estamento social, el colmo del glamour. Un reparto en estado de gracia (sin ninguna excepción) lleva al espectador de forma atropellada y absurda hacia una trama de espionaje e infidelidades sin pies ni cabeza, sustentada en la falta de materia gris de sus protagonistas. El rostro desconcertado de J. K. Simmons, jefe de la CIA, al final del film es la proyección en pantalla del rostro del espectador, incapaz de comprender qué ha sucedido para llegar a ese punto.

Ambas películas, la de Stiller y la de los Coen, hacen algo que puede ser fundamental a la hora de enfocar la comedia americana a partir de ahora: hacen que el espectador mire hacia arriba y le obligan a asumir que el Olimpo está poblado de imbéciles. Y eso hace reír con un punto de amargura inevitable.

Alberto Haj-Saleh | 22 de octubre de 2008

Comentarios

  1. gatavagabunda
    2008-10-22 11:03

    Sí, de hecho el único “no idiota” en “Burn after reading” es John Malkovich y precisamente por eso se pasa toda la película indignadísimo…

    Mi afinidad con el sentido del humor de “Tropic Thunder” es más bien baja, pero hay dos aspectos que me han parecido brillantes: a) los falsos trailers del arranque, que consiguen resumir de manera pasmosa todo el cine que fabrica Hollywood; b) el diálogo de R.Downey Jr. describiendo cómo es el “cine de subnormales” de Hollywood. Clarividente, oiga…

    Por cierto, aún quedan algunos directores de comedia al viejo estilo. Por ejemplo, Frank Oz.

  2. Miguel A. Román
    2008-10-23 00:09

    Por alusiones… ;)

    No puedo dejar de comparar a Tropic Thunder con Los violentos de Kelly, aunque solo sea en la temática de fondo, pues siempre es irreverente tratar lo bélico como cómico.

    Pero, al hilo de tu artículo, la de Savallas-Eastwood-Shutherland es un ejemplo de humor inteligente y elegante, con un guión “creible”, donde la alta dosis de ironía, guiños, “homenajes” y personajes ridiculizados no es óbice para que el espectador suelte carcajadas, risas o sonrisas a libre elección.

    De todas formas, los creadores de esta Qué guerra más perra tampoco han inventado nada nuevo. Sturmtruppen (1976, en España “Jo, qué guerra”) ya utilizó la zafiedad y el disparate absurdo en entorno bélico.

    Lo que siempre me asombra de estas películas es que existe un público que las recibe alborozado. Público que, por otro lado, me merece todo el respeto del mundo.

  3. Grom el Único
    2008-11-04 20:05

    Hombre, es peligrosamente fácil caer en lo de “cualquier tiempo pasado fue mejor”; si bien no es santo de mi devoción, Judd Apatow parece ser el escritor-director-productor que está renovando a paladas (¿pero cuándo descansa este hombre?) el género cómico a base de introducir a personajes límite (Steve Carell en “Virgen a los 40”; Seth Rogen en “Lío embarazoso”, o Jason Segel en “Forgetting Sarah Marshall”) en rocambolescas situaciones hasta alcanzar un conservador – en el peor sentido de la palabra – happy end.
    O la eterna promesa Kevin Smith y su Clerks y secuelas mutantes. O los trabajos de Jason Reitman (“Gracias por fumar”; “Juno”). O…
    En pocas palabras, mi impresión es que la comedia actual se ha modernizado a golpes de realidad urbana.
    Por cierto, entre “Supersalidos” y “Sopa de ganso”, pues como que ni me pregunten…


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