Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
¿En qué momento dejó de evolucionar la comedia norteamericana de un modo completamente natural y fluido? Quiero decir: desde el slapstick —caídas, resbalones, acrobacias, golpes— del primer cine mudo, pasando por el toque sentimental de Chaplin; la comedia de réplica ágil e incontenible verborrea del Hollywood dorado de Frank Capra, George Stevens y George Cukor; las comedias con mala uva de Billy Wilder y Lubitsch en paralelo con la comedia inocua y blanda protagonizada por Doris Day y Rock Hudson; el glamour y estilazo de las películas de Blake Edwards y Stanley Donen, éste algo más amargo; el surrealismo profundo y desquiciado de los filmes de Monty Python (que sí, que ya sé que son británicos pero me vale igual para plasmar la idea); y a principios de los ochenta… ¿qué?
En 1978 John Landis filma Desmadre a la americana (Animal House, 1978) y lleva a la comedia a un marco híbrido entre el cine y el triunfante estilo televisivo de los humoristas surgidos del programa Saturday Night Live, vórtice espectacular del que periódicamente surgen estrellas del cine cómico con una frecuencia pasmosa: Bill Murray, John Belushi, Dan Aykroyd, Eddie Murphy, Mike Myers, Adam Sandler, Ben Stiller… tan fructífera y continuada es la sinergia entre TV y cine de comedia que se configura una especie de “género aparte” en el que predominan unas reglas del juego cinematográfico muy concretas que es necesario aceptar para disfrutar y valorar de forma plena y sincera estas películas. Entrando de lleno en el humor más grueso, con la escatología y el sexo como fuentes predominantes de humor, la línea recta evolutiva de la comedia coge una interesante bifurcación en este punto, ya que estas películas apartan de un plumazo la calificación de “para todos los públicos” y acepta de forma honesta y cabal la fragmentación de sus espectadores, que llegan a atrincherarse en contra de críticos y público bienpensante. La crítica no sabe cómo reaccionar a una ruptura tan brusca y radical del género y se posiciona como francotiradora de un tipo de cine al que desprecia de forma sistemática, relegándolo a entretenimiento de videoclub. Muchos años después algunos de los jóvenes que acudían a ver El chico de oro (The golden boy, Michael Ritchie, 1986) o Entre pillos anda el juego (Trading Places, John Landis, 1983) se convirtieron en críticos y colocaron en su justo sitio y con la perspectiva correcta aquellas películas.
Pero me desvío: mientras la comedia gruesa y corrosiva del SNL marcha por ese camino, en 1980 los hermanos Jerry y David Zucker junto con Jim Abrahams ruedan Aterriza como puedas (Airplane!), una parodia del cine de catástrofes tan de moda en los años setenta que consistía en una muy afortunada sucesión de gags y chistes continuados con la intención de provocar la carcajada inmediata, con una evidente despreocupación de la narrativa en beneficio del humor más directo y frontal posible. Esta “idea feliz” que tuvo continuidad con Top Secret (id., 1984) llevó a su segunda bifurcación al género de la comedia, un camino que llevaba directamente al humor menos ambicioso —_Hot Shots_ (id., Jim Abrahams, 1991)— para terminar por olvidarse completamente del humor elaborado e inclinarse de forma chusca y lamentable hacia el chiste descerebrado alargado hasta el infinito, como sucede a partir de Scary Movie (id., Kenneth Ivory Wayans, 2000) y sus sucesivos clones, entre lo peor de la cinematografía mundial.
Pero todavía queda un tercer camino para la comedia: la llamada “comedia romántica”. En 1989 Rob Reiner trata de coger los esquemas de las comedias elegantes de Cukor de los años treinta y cuarenta y filma un precioso homenaje a la comedia de pareja con lengua afilada llamado Cuando Harry encontró a Sally (When Harry met Sally). Su protagonista femenina, Meg Ryan, coloca en los ojos de todos un modelo de protagonista femenino que marcaría la década siguiente: la chica guapa pero no despampanante, tierna pero con carácter, que busca el amor de forma desesperada pero su carácter o su mala suerte le impide encontrar al hombre adecuado. En 1990 Garry Marshall dirige una comedia con estos mimbres con poco presupuesto y con un actor al borde del olvido y una chica que empieza a despuntar e incluso ha tenido un papel secundario muy premiado. La película se llama Pretty Woman y es uno de los mayores éxitos de todos los tiempos. En la mente de las productoras de cine la ecuación está clara: ponemos una chica bonita que no resulte “amenazante” para otras chicas sino que sea “parecida” a cualquiera; le buscamos un compañero atractivo pero sobre todo tierno; les metemos un conflicto donde terminen juntos; tenemos éxito. Meg Ryan, Sandra Bullock, Julia Roberts (al menos parte de su carrera), Marisa Tomei, Kate Beckinsale… son las caras visibles de una cierta perversión sentimentaloide de la comedia clásica, que se convierte en “comedia” simplemente por oposición al drama, no por su componente “cómico” en sí mismo.
Tres caminos completamente diferentes para un género que pierde de golpe y porrazo su identidad para convertirse en tres nichos diferenciados: el humor para adolescentes con nula exigencia; la película amable más preocupada de no molestar que de divertir; y la comedia que bebe del formato televisivo de forma desprejuiciada que vive golpeándose contra un muro crítico. De esta última surge Ben Stiller y es posible que sea él quien pueda dar un golpe de timón a la comedia como género. Hablamos de ello la semana que viene.
2008-10-08 17:59
Lo que es realmente curioso es que las tres bifurcaciones que menciona han contribuido seriamente a un desprestigio generalizado de la comedia en los últimos años. Y sin embargo, cualquiera de las tres resulta una baza casi segura para hacer caja. (Por supuesto, hay excepciones).
Por cierto (y sin que venga a cuento), ¿por qué los festivales de cine más prestigiosos seleccionan tan pocas comedias para sus secciones oficiales? ¿alguna sugerencia?
2008-10-08 20:45
Pienso “de que” la evolución de la comedia no se detiene en los 90, simplemente cambia de bando y se pasa a la televisión, exactamente igual que en los 60, década en la que la calidad de las comedias (Wilder incluido, con ciertas excepciones), decae estrepitosamente merced a esa “italianización” o “yeyeización” que sufre el cine.
Es en los 90 cuando surgen series como “Los Simpson”, “Friends”, “Frasier” o “Seinfeld” que resultan, sobre todo esta última, una auténtica revolución en la comedia televisiva, tras unos años ochenta mohosos, lamiosos y ultraconservadores (reaganianos, en definitiva). La tele, además, da más libertad para experimentar, gracias a los episodios piloto y a no tener que depender de la asistencia a salas de proyección, por lo que se propician nuevos giros tanto en imagen como en diálogos. El cine, en cambio, se vuelve más sombrío y, si exceptuamos algunas joyitas que provienen del otro lado del océano (Gran Bretaña o Francia, casi siempre), la comedia que se hace repite la fórmula romántica, esta vez con la Bullock al frente.
Lo bueno del caso es que, pasada esa década, las invenciones en comedia siguen en la televisión, donde ahora, además, se permiten contar con “viejos” (entiéndanme) rostros de la gran pantalla que están encontrando una segunda época dorada en este medio. Miren a gente como Alec Baldwin, James Spader, James Woods, y el interminable elenco de secundarios del tipo “¡anda, mira, si es…!”
La comedia no se anquilosa, sólo cambia de aires. En España también… ¿o qué se creen que es el Cálico Electrónico? :-)
2008-10-09 12:29
Alberto, he echado de menos a Woody Allen.
2008-10-09 14:44
Ciertamente Allen es sinónimo de comedia, pero casi casi podríamos decir que él, en sí mismo, es un género propio.
2008-10-09 16:06
Es verdad, Merche, aunque (no sabría explicar muy bien por qué) a mí me parece que es una evolución en la línea de Billy Wilder y Lubitsch, eso sí más centrado en sí mismo y sus neurosis.
2008-10-10 12:19
Bonito acercamiento, pero me quedo con la sensación de que has cogido esta vez una manzana mucho más grande que la dentadura con que has intentado morderla.
En tu clasificación te has dejado fuera, entre otros, a los Marx, a Mel Brooks o a las factorías de Bob Hope (+Crosby) o Abbot & Costello (aunque estos últimos no tuvieron en España el mismo predicamento que en los EEUU). A Allen ya lo han nombrado.
Y es que tengo para mí que la comedia es un género de improntas enormemente personales, es decir, que hay casi tantos subgéneros como autores.
Oye, que no digo que no esté de acuerdo con lo que cuentas, sino que hubiera sido preciso un muchísimo más largo análisis en la primera fase.
2008-10-10 19:04
Pero Miguel… si no tenía ninguna intención de morder esa manzana tan grande, fíjate bien en la columna. ¿Cómo voy a querer contar la historia de la comedia americana en una columna? Si te das cuenta despacho ochenta años de comedia en el párrafo introductorio (que es eso, una pequeña intro) para centrarme en lo que me interesaba: lo que ocurrió en los años ochenta, el momento de esa triple bifurcación. No es que me haya dejado a todos los que dices, es que tampoco están Laurel y Hardy, Buster Keaton y Lloyd, Allen (como decía María José), Brooks (como dices tú)… y me he centrado en los americanos, obviando comedia italiana, francesa, española post Franco.
Lo que pretendía con ese breve primer párrafo era señalar que la comedia en el cine norteamericano ha evolucionado desde el principio del cine de forma progresiva y con una cierta lógica pero que todo eso se quebró en (al menos) tres senderos muy diferentes y casi “enemigos” a partir de los años ochenta.
Todo ello lo he hecho con la intención de introducir la última película de Ben Stiller, Tropic Thunder, que tal vez pueda suponer un regreso a un único camino. Veremos.
2008-10-11 00:15
Vale, conforme entonces, quedo expectante.
Yo es que, para radicalizar, suelo decir que la última comedia fue “Bienvenido, Mr Chance” y desde entonces solo se han hecho “películas de risa”, que es distinto. (no lo creo intimamente, pero tal afirmación suele tener un increible efecto para animar la charla y abrir otra botella). ;)