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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Explícitos y sutiles (I)

Una de las películas más decepcionantes que vi el año pasado fue Lucky you (Id., 2007), dirigida por el (hasta entonces) interesante Curtis Hanson, un tipo capaz de sacar petróleo de pocos mimbres, como en la inquietante La mano que mece la cuna (The hands that rocks the cradle, 1992), la perversa Malas influencias (Bad influence, 1990) o la a priori intrascendente 8 millas (8 Mile, 2002). Para colmo, el director norteamericano es el responsable último de una de las más grandes películas de la pasada década, L.A. Confidential (Id., 1997), así que contaba con toda mi confianza en este filme en el que se adentra en el mundo de los grandes jugadores de poker de Las Vegas.

Es horrenda.

Las razones son muchas y variadas, en realidad da lo mismo, pero el peor pecado que comete la película es su ridícula obviedad, su vergonzante explicitud. Cada diez minutos el director para el filme para dirigirse al espectador y decir a voz en grito: “¿Se ha entendido todo? ¿Queda claro lo que quiero contar?”. Los que estamos mirando a la pantalla nos miramos entre nosotros para preguntarnos si va en serio, si realmente nos cree tan imbéciles. ¿Exagero? Permítanme contarles un trozo de la película. Ah, sí, habrá spoilers y tal.

Resulta que cuando era pequeño, Eric Bana jugaba al poker con su padre, Robert Duvall, un auténtico maestro en el juego. Cuenta Bana a Drew Barrymore, a la que se quiere ligar, que siempre apostaban la calderilla de un bote que había en la cocina donde se metía el dinero que sobraba de la compra y cosas así. Con el tiempo se enfrentaron, él jamás logró ganar a su padre, siempre anda arruinado, apenas se hablan, le acusa de haber abandonado a su madre, bla, bla, bla. Vale. Supongo que no les sorprenderá si les cuento que el desenlace de la película es una partida de poker importantísima en el campeonato del mundo más gordo posible donde, entre otros, están padre e hijo; el resultado de la partida (único momento decente del filme) es lo de menos, lo que me interesa contar es lo que sucede después. Bana y Duvall se encuentran frente a frente, se gritan, se insultan, se pelean y tras un par de confesiones, se perdonan. Finalmente el viejo saca una baraja y reta cariñosamente a su hijo, al que ha ido desplumando durante toda la película. ¿Y qué se apuestan? Eso es, un bote de calderilla. Inesperado, ¿eh?

Pero bueno, no es para tanto. Lo infame de verdad es que cuando finalmente el guaperas protagonista va a la… no tan guapa antagonista para decirle que ha cambiado y que la ama y esas cosas, ella le pregunta si ha jugado con su padre. Sí, dice él. “Y he ganado”, añade. ¿Qué has ganado?, pregunta la dama. Él, en silencio, saca un montón de centavos de dolar del bolsillo. Pausa para oír el “ohhhh” del patio de butacas. ¡No! ¡Esperen! ¡Una última cosa! Cuando ella ve esas monedas sonríe y dice… ¿lo adivinan?

En efecto, dice con su mejor sonrisa: “¡Como cuando eras pequeño y jugabas con él en la cocina!”.

Siempre hay directores, guionistas y productores que creen que los espectadores de cine son estúpidas ovejas sin capacidad de coordinar pensamientos, pero lo de esta secuencia llega a ser ofensivo. No es de recibo que una película trate de explicar con una explicitud ridícula lo que no ha sabido o querido mostrar con un leve manejo de un discurso más sutil. Idiota lo será usted.

NOTA: Había casi olvidado esta película, pero la lectura de este post del Dr. Zito y su réplica de John Tones me la han devuelto a la cabeza. Malditos seais ambos, esto no quedará así.

Alberto Haj-Saleh | 20 de agosto de 2008

Comentarios

  1. Merche
    2008-08-20 23:52

    ... e incluso algunas películas se paran en un punto determinado del metraje para explicarlo todo con detalle, por si había despistados en la sala. Sucede por ejemplo en “Vanilla Sky”, ya que los guionistas supusieron que los espectadores americanos no podrían con la “dificultad” de la trama de “Abre los ojos”. En fin…

    (Y sí, muy mala “Lucky you”).

  2. c.
    2008-08-24 02:17

    Bueno, esto que voy a contar ya es muy conocido. Billy Wilder tenía un letrero en su despacho al que miraba cuando no sabía cómo resolver una escena de su película. Decía: “¿Cómo lo haría Lubitsch?” Él (Lubitsch), encontraba siempre la manera menos obvia (y la más divertida) de contar las cosas.

    Está claro que las cosas han cambiado mucho desde entonces. Hoy apostamos por lo evidente en lugar de lo ambiguo, por lo mostrado en vez de lo sugerido. El propio Lubitsch, en su drama sobre la Primera Guerra Mundial, “Remordimiento”, filma una serie de imágenes sobre el desfile de la victoria en Francia que son mucho más espeluznantes que la mayor parte de lo que vemos en las películas bélicas desde hace treinta años. Ninguna cara ensangrentada, ningún brazo chorreando sangre digno del oscar a los mejores efectos especiales, ningún grito en THX puede compararse con el rostro de esos heridos del hospital aterrados con cada cañonazo victorioso que resuena en toda la ciudad.

  3. Dr Zito
    2008-08-26 22:07

    No se si darle las gracias o pedirle perdon… ;)


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