Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
Es, sin duda, una suerte poder ver a Federico Luppi sobre un escenario. Yo lo vi la semana pasada, compartiendo cartel con Ana Labordeta y Manu Callau, poniendo en pie un texto apenas correcto de Herbert Morote llamado El guía del Hermitage. Luppi es uno de esos actores cuya sola presencia es casi una garantía de lleno en cualquier teatro por estas latitudes, la réplica que le da Callau es espectacular (diría que mejor que la del actor de pelo plateado). Como digo es una suerte poder verlo pero es un auténtico privilegio poder escucharlo. Y es que voces como la del actor bonaerense hay muy pocas.
La mayor parte de nosotros hemos crecido pensando que Bogart tiene una voz grave y firme, en lugar de nasal y ligeramente gangosa, como tiene en realidad. Clint Eastwood, James Bond y Darth Vader hablan igual, los tres con la voz de Constantino Romero, pero esa voz que parece surgir de una gruta muy profunda siempre nos impresiona. En cambio podemos gozar con la voz de Rosa María Sardá, de dicción cuidada y cadencia casi musical; cuando Javier Bardem aprendió a vocalizar consiguió que el Santa de Los lunes al sol ( Fernando León de Aranoa, 2002 ) alcanzara los cielos en pantalla. Al lado de él Luis Tosar apuntaba lo que en muy poco tiempo se convertiría en una de las voces más aclamadas del cine en español. Inmortal el torrente regalado por Fernán-Gómez en El viaje a ninguna parte ( Fernando Fernán-Gómez, 1986 ); la voz radiofónica de José Sacristán en Solos en la madrugada ( José Luis Garci, 1978 ); el ronquido austero, seco y cortante de Terele Pávez hablando dentro del cuerpo de Régula en Los santos inocentes ( Mario Camus, 1984 ); la garganta rota de Carmen Maura intentando, a pesar de todo, seguir sobre el escenario en Ay, Carmela ( Carlos Saura, 1990 ); tantos, tantos otros…
Confieso: mi voz preferida del cine es italiana. Ahí la dejo, leyendo ni más ni menos que un menú de restaurante. Disfrútenlo.
2008-06-18 13:45
Estupendo el menú recitado por Vittorio Gassman. Gracias por compartirlo.
Federico Luppi es una de mis voces favoritas. Otra es Héctor Alterio; hace ya mucho pude verlo en Quimera y amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, dirigido por José Luis Gómez (otro actor que me encanta, por cierto).
Un beso.
2008-06-18 15:37
¡Uy! Para voz personalísima del cine patrio la de Gracita Morales diciendo aquello de “el señorito no está, pero si quiere que le deje un recado” o “¡Pero qué cu—la—ta ni qué pi—ño—nes!”. Impagable.
2008-06-18 19:34
Uy, Román, el cine patrio tiene voces interesantes para dar y tomar, jeje… ¡genial tu ejemplo!
Como la mayor parte del cine actual que se exhibe en las salas se consume doblado, no tengo un archivo mental adecuado de voces de actores de las generaciones actuales. Pero me gusta por ejemplo la de Cate Blanchett. Es muy sugerente.
También me encanta el menú leído por Gassman, estoy con Ana :)