Libro de notas

Edición LdN
Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Música para ver

Tras encajar la última pieza del rompecabezas que concluyó con el asesinato de Tessa, Justin regresa al norte de Kenya, junto al lago Turkana, muy cerca del lugar donde torturaron y acabaron con la vida de su esposa. Justin, jardinero paciente, se sienta en el suelo a dejarse morir mientras el dolor desgarrador del recuerdo de ella inunda cada fragmento de su cuerpo.

Alberto Iglesias, El jardinero fiel ( Fernando Meirelles, 2005) – Kothbiro

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Tras el último asalto al tren, la banda de Jesse y Frank James se disuelve, tal vez para siempre. Los forajidos deambulan por un territorio que ha dejado de ser fronterizo con el resto de América del Norte y se esconden en casas de familiares y amigos para ver el anochecer de un tiempo que ya no es el suyo. Charley Ford y su hermano pequeño Robert se esconden en casa de Martha Bolton, junto con el desvergonzado casanova Dick Liddil y Wood Hite, primo de Jesse que se vanagloria de un parentesco que le da cierta protección.

Desperdigados por los desvanes y las bodegas, escondidos en sótanos y cuadras, esperan la llamada de Jesse James para reagrupar la banda. A la espera le acompaña el miedo, la figura engrandecida y aterradora del famoso pistolero, del que dicen que jamás se separa de su arma.

Mientras tanto Jesse vuelve a casa con su esposa Zee y sus hijos Mary y Tim. Ambos se limitan a llamarlo papá porque no conocen su verdadero nombre. Jesse trata de vivir una vida normal, alimentando la paranoia y el miedo a la traición, volviéndose mezquino y huraño, abandonándose a una profunda depresión que empieza a anunciar su final.

Nick Cave y Warren Ellis, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford
( Andrew Dominik, 2007) – Song for Jesse


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Muy cerca ya de la costa, del destino con el que emprendió el viaje, el pequeño Masao, mucho más desacomplejado y despierto que cuando se marchó de casa de su abuela, demora el final del trayecto para entregarse a los juegos de verano que le propone el sinvergüenza malandrín de Kikujiro, viejo yakuza descarado y robaperas. Junto con ellos participan dos moteros de aspecto duro e interior gelatinoso, un vagabundo de mirada limpia y un boss mafioso harto de las adulteces de su mundo. Durante horas son los ocho años de Masao los que marcan la pauta de los demás, que se dedican con cuerpo y alma a vivir un verano de infancia absoluta y despreocupada. Kikujiro, como un maquiavélico manipulador de edades, participa y observa riendo travieso la regresión a los juegos primarios de hombre hechos y derechos.

Joe Hisaishi, El verano de Kikujiro ( Takeshi Kitano, 1999) – Summer


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El taimado y ruin siciliano Vizzini ordena con insultos y gritos al gigantón Fezzik que cargue a la princesa Buttercup, inconsciente aún, en el barco que les llevará a los Acantilados de la Locura. Después, el malvado villano enuncia su plan de cortarle el cuello a la princesa en la frontera entre Florín y Guilder. “Provocar una guerra es una profesión con larga historia y llena de prestigio”, proclama antes de estallar en carcajadas diabólicas. Fezzik, de pensamiento lento y cuerpo enorme, se rasca la cabeza y le dice a su jefe que no le parece bien matar princesas. Vizzini, ese asesino, le recuerda que él no tiene cerebro para pensar y le amenaza con volver a abandonarle, solo, allá donde lo encontró. El espadachín español Íñigo sale a defender al gigante pero Vizzini tiene respuesta afilada como el acero: si vuelve a abrir la boca devolverá al español a la taberna donde lo encontró borracho y pobre como una rata. Atemorizados, gigante y espadachín cargan a la princesa e izan las velas del barco.

Pero cuando Vizzini no mira, Íñigo hace un guiño a Fezzik y le lanza una frase a su amigo para que le responda con una rima. El enorme hombretón piensa por un momento y responde con una réplica ingeniosa. Menos mal que se tienen el uno al otro…

Mark Knopfler, La princesa prometida ( Rob Reiner, 1987) – The friends’ song


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Alberto Haj-Saleh | 05 de marzo de 2008

Comentarios

  1. c.
    2008-03-05 23:50

    Precisamente hoy estas bandas sonoras, estos breves e intensos fragmentos de vida. Pero no es casualidad, no es azar (no a estas alturas) que las mentes piensen cosas semejantes. Y quien quiera (o pueda) entender, que entienda. La cita, como cada año, es a medianoche. Tengan, por favor, allá por el norte, sus teléfonos desconectados para que lleguen, en la noche, mil abrazos musicales.


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