Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
Un amigo tuvo un importante desencuentro con su mujer a propósito del visionado de Honor de cavalleria ( Albert Serra, 2006), película de corte experimental con un cierto éxito en circuitos festivaleros y vista en la quincena de nuevos realizadores de Cannes. Ella aborreció la película por aburrida hasta la exasperación. Él tenía un punto de vista algo diferente:
(...)Lo cierto es que viendo esa película tan vacía de argumento y cuya lentitud permite al espectador contemplar el movimiento de la luna, he recuperado recuerdos y sensaciones de instantes felices de mi vida que permanecían ocultos en mi memoria. Y es que creo que si algún valor tiene Honor de cavallería es el que consigue extraer cada espectador de su propio interior estimulado por la contemplación de sus parsimoniosas imágenes. La película es más un estimulante que otra cosa. El placer que reporta poco tiene que ver con el que proporciona ver una gran película convencional y sí con el que se siente descansando a la orilla de un lago después de una caminata. En fin, que no sé si la película es buena, o mala, pero en un instante la mirada del actor que interpreta a Don Quijote fue la misma mirada que recuerdo de mi abuelo en sus últimos años de vida, cuando el alzheimer le había otorgado ciertos rasgos quijotescos. Y sólo por regalarme ese recuerdo, Honor de cavallería, tiene mi ferviente adhesión.
He recordado estas palabras mientras veía El aura ( Fabián Bielinsky, 2005), segunda y última obra de su director —murió repentinamente poco después de terminarla— quien tuvo un éxito importante en España con su primera película, Nueve Reinas ( Fabián Bielinsky, 2000). La trama del filme ya está dotada de una cierta extrañeza: un taxidermista epiléptico fantasea con cometer atracos perfectos a sucursales bancarias; un accidente de caza le dará la oportunidad de hacer realidad esas ensoñaciones. Lo cierto es que durante la primera hora la película se mueve por terrenos lentos, reflexivos, aturdidos, como su protagonista —un buen Ricardo Darín—, superado por las circunstancias y por el entorno salvaje en el que se encuentra. Metidos en un bosque cerrado, entre colores fríos, grises, azules, acompañados por una música monocorde y un pitido que antecede a los ataques epilépticos del protagonista, nosotros, espectadores, entramos en una atmósfera inquietante y estática, lenta, recurrente. ¿Aburrida?
No lo sé. A ratos es posible que sí, no terminó de envolverme aquella atmósfera, verdadera protagonista del relato que estaba viendo. Cabe preguntarse por la efectividad visual de esos discursos que, como decía mi amigo, funcionan como estimulantes, donde la historia es un elemento secundario (cuando no totalmente prescindible) y el texto cinematográfico pretende generar una respuesta más intuitiva que intelectual. Recuerdo una de mis películas preferidas del año pasado, En la ciudad de Sylvia ( José Luis Guerín, 2007), donde el argumento está ausente, o más bien levemente insinuado, desdibujado: un joven pintor busca entre las mujeres de Estrasburgo a una chica a la que conoció dos años antes. El filme es una invitación al voyeurismo extremo, desde una doble perspectiva: somos mirones del pintor que funciona como hilo conductor de la película pero también somos partícipes de su propia obsesión, miramos a las mujeres que él observa desde sus mismos ojos. Durante una hora y media, sin música, sin sonido extradiegético alguno, con apenas cuatro líneas de diálogo, experimenté una sensación de abstracción total, de mimetización con el protagonista, pasando a ser yo también parte de ese paisaje urbano, observador como él, olvidandome de la cámara del director, de manera que donde había un plano de detalle de una nuca yo lo convertía en mi propia focalización de esa cabeza femenina de espaldas.
La sensación de satisfacción al salir de la sala de cine era plena pero también era consciente de los resoplidos de aburrimiento de una parte del público que salía conmigo, así como de la sensación de estafa y tomadura de pelo que he visto plasmada en foros cinematográficos de todo pelaje. Supongo que el problema real es que un cine tan atmosférico está estrechamente ligado al estado de ánimo del receptor y a su capacidad en el momento concreto de ver la película para apropiarse de ella y transportarla al universo de la vivencia personal.
2008-02-13 11:43
En alguna parte he escuchado que ya no es posible narrar “mejor” de lo que un puñado de insignes cineastas han hecho en el pasado, por lo que encontrar un discurso narrativo propio en un arte que produce cada año miles de obras en todo el mundo es cada día más complicado. Queriendo diferenciarse, muchos buscan en el cine otras vías de expresión, olvidando la supuesta esencia del mismo: contar una historia. Cada día más me encuentro películas de estreno que son pura “atmósfera”, como tú dices. Son un estado de ánimo, captan la esencia de un momento. Impresionismo puro.
2008-02-13 15:59
Cuando te haces viejo y ya has ido al cine tantas veces, es casi imposible que te emocione o sorprenda una película de principio a fin. Al entrar a la sala me dan mucho más miedo la falta de originalidad y la previsibilidad que la lentitud. Aquellos sí que son aburrimientos malos.
2008-02-13 16:17
Precisamente esta mañana me he acordado inesperadamente de nueve reinas. Me ha venido a la cabeza una sola frase: “...¿Por las nueve reinas? ¿Estás en pedo?”
Y he tenido muchas ganas de volverla a ver.
Merche, no estoy de acuerdo con esos que dicen que ya no es posible narrar mejor. Siempre hay quien descubre nuevos caminos para dejarnos con la boca abierta y el corazón en un puño. Pero eso no pasa todos los días, ni si quiera todos los años. Y sin embargo hay tantas intentonas fallidas que caeran en el olvido…
2008-02-13 20:26
Merche, yo creo que el cine, como medio de expresión artística, no debe limitarse a contar historias. Hay una gran variedad de sentimientos, de sensaciones, de pensamientos, que se pueden transmitir a través de la pantalla y que no responden a una lógica narrativa tradicional.
La pintura, en un momento dado, dejó de servir exclusivamente para representar la realidad y buscó otros caminos a través de la abstracción. La música ha explorado también esta vía, desligándose de las ataduras convencionales del ritmo y la melodía: ahí está la música concreta, o la experimentación de tantos y tantos artistas que juegan con las texturas sonoras y prescinden de las estructuras tradicionales para crear verdaderas atmósferas y paisajes sonoros. En la literatura se podría poner como ejemplo la poesía, en la que prima la sensación sobre el componente narrativo, pero también hay innumerables libros en prosa en los que el autor renuncia a contar una historia para transmitirnos algo más complejo o más huidizo.
¿Por qué se ha aceptado la experimentación en las otras expresiones artísticas (los museos de arte moderno están llenos de turistas), mientras que el cine más o menos experimental se considera a menudo como una muestra de elitismo intelectual o una máscara para encubrir la incapacidad de sus autores? Quizá todavía tendemos a ver el cine como una forma de arte “popular”, cuyo fin es básicamente entretener.
Coincido con Alberto en que el cine “atmosférico” exige un determinado estado de ánimo, o incluso una determinada sensibilidad. Creo que esto no es algo bueno ni malo en sí mismo; hay libros y discos a los que le sucede lo mismo. Eso sí: al igual que ocurre con el cine convencional, o con la literatura y el arte en general, hay obras “atmosféricas” y experimentales buenas y las hay malas, con independencia de nuestro estado de ánimo.
2008-02-14 10:35
Insignificante, estoy completamente de acuerdo, por eso maticé “su supuesta esencia”. Claro que va más allá (¡aunque también cuenta historias!), y es más, como cinéfila y cinéfaga que soy, sería bien triste que pensase que su “única” función es ser un pasatiempo. Cuando arte e industria se dan la mano, todo el espectro de calidades y texturas es posible…
Santi, por supuesto que es posible seguir narrando igual de bien, ¡por eso me refugio en un cine siempre que puedo! Nunca pierdo las ganas de dejarme sorprender.
2008-02-15 16:52
Alberto, me encanta la sensación térmica y la atmósfera de tu nueva sección. El problema es diferenciar entre lo que pone el autor y el espectador (ambos ponen mucho siempre). Yo te leo y me dan ganas de verlas, pero no sé si al final tiene que ver mucho con el estado de ánimo de uno, o con que le active algo que con un referente emocional muy claro, mas allá de la propia obra. Algo así como ver una película porno según en que momento. O como pasa con los poemas de amor, que es dificilísimo que sean buenos, pero producen una sensación térmica o atmósfera en los que los leen pensando en alguien, que tienen un éxito independiente de su valor.
Eso no quita para que cada uno disfrute con lo que quiera o pueda.
2008-02-17 15:42
A mí “En la ciudad de Sylvia” me parece una de las experiencias cinematográficas más gozosas de los últimos años. ¡Resulta tan confortable de principio a fin! Está llena de seres humanos y de vida. “Honor de cavalleria” es igualmente deslumbrante, aunque por razones bien distintas. Ardo en deseos de ver el nuevo trabajo de Albert Serra, con los tres (o cuatro) Reyes Magos como protagonistas…
2008-02-18 10:33
No sé, Alberto, si este comentario que te hago sería más adecuado en Sensación térmica que aquí o en ninguna de las dos, así que vayan mis disculpas por delante.
Por una serie de circunstancias, mi marido y yo llevábamos sin poder ir al cine ¡dos años!. El caso es que por fin, en verano, tuvimos la oportunidad de, en un viaje, ir a uno de esos cines de verano de pueblo, al aire libre. Ni lo dudamos: pantalla grande al fin. Teníamos tal mono de cine que ni miramos qué echaban. Nos sentamos y vimos los anuncios y los trailers (lo mejor, los trailers y el mo-vi-ré-cord). Salimos medio flotando. No os lo vais a creer, pero la película era Liberad a Willy. Ay, es que eso de la pantalla grande, crea adicción: la atmósfera, claro, era simplemente la pantalla, el sonido envolvente (aplastante)... lo demás, qué os voy a contar.
Un beso
2008-03-15 16:31
Perdon por meterme en una discucion a lo que no he sido invitado. Pero lei con interes los comentarios y me dio ganas de dejar el mio, asi que de nuevo disculpas por la intromision.
Para mi el error se comete cuando se va al cine con expectativas de ver “la siguiente pelicula de…”. Al buscar 9 reinas 2º parte, el espectador se decepciona irremediablemente. En mi caso me gusto y entretuvo 9 reinas y me gusto y me hizo pensar y movilizar mucho mas El aura. Al amigo que fue conmigo al cine le paso lo mismo, lo que nos produjo fue un replanteo gradual (el ritmo de la pelicula lo permitia) de hacia donde iba el argumento, yo hice inferencias durante la pelicula distintas que la de mi amigo, y eso es lo que me resulto estimulante.
Quizas sea un juego pseudo-intelecutal, no lo se, pero a mi me gusto hacerlo. Otro amigo que tengo y que odio la pelicula, diria que de puro aburrido me puse a hacer inferencias inexistentes sobre la historia que me contaban, pero tal como le asegure a el, no me aburrio nada la pelicula. En cambio si me parecio lenta y previsible la que luego dirigio Darin, “La señal” y eso que amo el cine negro.
En fin, que como dijeron otros ver cine tambien depende de los estados de animo. Si te queres entretener sin tiempo casi a pensar porque te sorprenden todo el tiempo, ver 9 reinas. Si te va mas pensar la pelicula mientras se va proyectando, si te gustan las atmosferas melancolicas y algunas cosas sin resolver, esta bien El aura. No será lo mejor que he visto, pero tampoco lo peor, no hay que ser injustos, ya que perdonamos tanto bodrio de Hollywood o del “cine independiente” financiado por grandes estudios.
2008-06-16 03:10
CREO QUE ES UNA OBRA INTERESANTE CRARO SI ES QUE LE PONES ATENCION DESDE EL MOMENTO QUE ENPIESAS A LEERLO