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Buscando a Johnny Jones por Francisco José Palomares

A través de sprites polvorientos y bajo viejos y olvidados comandos de basic, Francisco José Palomares, arqueólogo de los 8 bits y soñador profesional, nos trae los días 9 de cada mes el fruto de sus investigaciones, centradas en la búsqueda del rastro del legendario héroe Johnny Jones. Su intención: reconstruir lo más fielmente posible la memoria sentimental de una generación fascinada por los gráficos simples, los casetes llenos de pitidos y la música en MIDI.

A tortazo limpio

Si se hiciera un estudio sobre el nivel de agresividad de cada habitante del planeta, y teniendo en cuenta las gigantescas chorradas en las que se gastan el presupuesto buena parte de las agencias de investigación y estadística de todo el mundo la verdad es que no me sorprendería en absoluto, estoy seguro de que mi nombre se encontraría no ya en la cola del pelotón, sino descolgado, perdiendo tiempo, jadeando sobre la bicicleta y con el coche escoba haciéndome luces por detrás. No recuerdo haberme peleado con nadie jamás en mi vida, o sea que si alguna vez lo hice me debieron pegar tan fuerte que se me olvidó de golpe. Cuesta horrores enfadarme, y cuando se consigue lo único que se suele obtener es una voz con algo más de volumen del habitual y, si se hace con cariño e insistencia, quizá un puñetazo en la mesa. Pero flojito.

Y sin embargo…

Año 1986 o por ahí. Mi nuevo y flamante MSX acaba de llegar a casa, y los cincuenta cutre-juegos que venían de regalo dentro de una enorme caja negra de plástico se empiezan a demostrar como insuficientes. Mi padre consigue a través de un compañero de trabajo una cinta de cassette BASF con unos cuantos juegos, la mayoría de una compañía japonesa llamada Konami, cuyo logo se acabaría grabando a fuego en mi joven e impresionable retina. El primer juego de la cara A se titula Yie Ar Kung-Fu, y es mi primer juego de lucha. Y no fue el primero de la historia por poquito, ya que antes que él sólo existió Karate Champ, en el que se inspiró claramente, y algunos vetustos juegos de boxeo para las primeras generaciones de recreativas y consolas domésticas.

A pesar de ser uno de los pioneros del género, Yie Ar Kung-Fu ya contenía los elementos básicos de los juegos de lucha modernos, a saber: dos personajes enfrentados en combate uno contra uno en un escenario cerrado dándose mamporros hasta que la barra de energía de uno de ellos se agotaba, momento en el que su oponente ganaba el combate y avanzaba hasta el siguiente nivel. En concreto, el juego disponía de cinco enemigos diferentes, cada uno con su estilo de lucha propio (pegar con un palito, escupir bolas de fuego, atacar con una cadena, lanzar shurikens y, eh, volar), con unas sencillas fases de bonus intercaladas entre ellos en las que debíamos romper vasijas y ladrillos voladores con nuestros limitados movimientos. Y cuando acababas, vuelta a empezar, sólo que cada vez un poco más rápido y más difícil. El juego era simple a más no poder y de calidad bastante cuestionable, pero me tuvo entretenido durante años. Fue mi único juego de lucha para MSX.

Año 1993. Recién empezado el instituto, descubro las bondades de poder salir a la calle en la media hora de recreo. Enfrente mismo del instituto hay una tentadora cafetería con no una sino dos máquinas recreativas. Poco después de que mi amigo Óscar y yo nos dejemos en una de ellas la friolera de trescientas sesenta pesetas del tirón para conseguir acabarnos el Moonwalker (visto con la perspectiva de los años, y teniendo en cuenta que el crédito valía cinco duros, éramos terriblemente malos), el juego es sustituído por otro, cuyo título quizá os suene de algo: Street Fighter II. Sí, amigos. La leyenda de los recreativos de medio mundo vino a buscarme a la puerta del cole. Evidentemente, no pude resistir su llamada durante mucho tiempo, y más de una y más de veinte monedas originalmente destinadas a pagar mi desayuno acabaron colándose por accidente (je) por la ranura de la perdición, muy acertadamente iluminada con ese típico leve resplandor color rojo averno.

Street Fighter II fue una revolución, convirtiéndose en el juego de lucha más popular de la historia con bastante diferencia, por motivos bastante evidentes. Ocho personajes a elegir en la versión original, ampliados a doce en la Champion Edition aparecida unos meses más tarde, y más adelante a dieciséis con la publicación de Super Street Fighter II, multitud de ataques normales, especiales y superespeciales, enormes y muy bien animados sprites para los luchadores, grandes gráficos, buen sonido, y sobre todo, un hiperadictivo modo versus para dos jugadores que incitaba a la competitividad entre amigos, generaba sanos (y no tan sanos) piques, y vaciaba bolsillos a la velocidad del rayo. Las versiones de consola fueron un bombazo tanto o más grande. De las de PC mejor no hablamos…

Año 1994. Mi no tan nuevo y en absoluto flamante MSX viaja con billete de sólo ida hacia el fondo del armario, sustituido por mi primer PC. De nuevo toca tirar de amigos para tener algo jugable que echarme a la boca, y de nuevo los amigos responden. Uno de mis tres primeros juegos de PC es un juego de lucha, uno al que llevo teniéndole ganas desde que vi de pasada la recreativa original en el parque de atracciones del Tibidabo, y uno del que se ha hablado mucho (y mal) en los medios de todo el mundo, convirtiéndolo en uno de los juegos más famosos y polémicos de la historia: Mortal Kombat. La conversión a PC es sorprendentemente fiel al original, incluyendo la sangre, los higadillos y, por supuesto, los fatalities. Sub-zero se convierte en mi personaje favorito, pero Goro siempre me humilla en la penúltima fase, y nunca consigo acabarme el juego. Sigo apestando en esto de aporrear botones.

Noviembre de 1994. Después de poner los dientes largos con previews varias durante meses, Micromanía por fin pone a Rise of the Robots en su particular Punto de Mira. En los comentarios destacan, por supuesto, sus preciosistas gráficos y animaciones, pero también su gran jugabilidad, la sencillez de su manejo, y su alto nivel de adicción. Le dan un 95 sobre 100. Siendo un juego exclusivo para CD-ROM, la gran novedad de los compatibles por entonces, nunca llegué a jugarlo. Gracias al Monstruo Espagueti Volador, por cierto. Porque hoy en día no es dificil encontrar a Rise of the Robots en cualquier lista de los peores juegos de la historia. Los motivos son tantos que me quedaría sin teclado para mencionarlos todos, pero destacan una jugabilidad nula, el sólo disponer de un personaje jugable, que todos los combates se pudieran ganar sin apenas esfuerzo simplemente a base de patadas voladoras, y que la variedad de movimientos y enemigos no fuera envidiable ni siquiera por el vetusto Yie Ar Kung Fu. Entre esto y el 100 que le cascaron años más tarde a Black & White perdí toda la fe en el criterio o la imparcialidad de Micromanía, y por extensión en la inmensa mayoría de la prensa especializada. O eso, o se habían fumado algo muy, muy extraño ese día.

Año 1995, o quizá 1996. Diversions y Epic Megagames enseñan a los desarrolladores de Rise of the Robots cómo se hace un juego de lucha de robots. El título es One Must Fall 2097, y se convierte rápidamente en uno de mis favoritos dentro del ancestral género de “aporrea-a-tu-oponente-hasta-que-no-se-levante”. Los gráficos son desde luego inferiores, pero es tan, tan superior en todos los demás aspectos que hacen a un juego bueno de verdad que no hay color. Divertido, rápido, ágil, con suficiente variedad de movimientos, personajes y escenarios para mantener el interés durante la larga (quizá demasiado) campaña para un jugador. A pesar de los años, aún lo desempolvo de vez en cuando para escuchar el crujido de acero contra acero y ver cómo saltan las chispas al lanzar a mi rival contra la verja electrificada que rodea el ring. Es tan relajante…

Año 2000, más o menos. Un amigo de la universidad nos invita a todo el grupillo a su casa para echar una partida con su Dreamcast, sin saber que pocos meses después ese aparentemente gran sistema se convertiría en la tumba de la sección de consolas de Sega. El juego estrella de la tarde es Soul Calibur, y todos nos quedamos boquiabiertos con sus gráficos, animaciones y sonido. Cuando me llega el turno de coger el pesado, incómodo y enorme mando, me doy cuenta de una cosa bastante importante: no me gustan nada los juegos de lucha en 3D. Tras aporrear botones al azar durante un rato, devuelvo el mando y me dedico a mirar y disfrutar con la experiencia visual. No creo haber tocado un juego de lucha en 3D desde entonces más que en una o dos ocasiones.

Año 2009. Tras años descargando puñetazos, patadas y mucha adrenalina casi exclusivamente a través de juegos de Neo Geo, como las sagas Fatal Fury o King of Fighters, gracias al siempre fiable y siempre fantástico MAME, un nombre que tenía casi olvidado asoma su cara llena de moratones por la página de noticias de Steam: Street Fighter IV estaba a punto de salir a la venta. Tras un par de saltos de alegría aflojo la pasta, en una de mis muy poco frecuentes compras de juegos recién salidos a precio no rebajado. El juego no me defrauda ni un poquito, con una vuelta al sistema clásico de lucha 2D, pero con una calidad técnica por las nubes. Pero hay un problema: dieciséis años después de disfrutar como un enano siendo humillado en el Street Fighter II, sigo apestando en esto de los juegos, y me cuesta horrores pasar del quinto combate en dificultad normal. Creo que ya estoy mayor para estos trotes…

Y sin embargo… Volver a ver a Ryu ejecutar su hadoken, a Ken prendiendo fuego al rival de turno con su shoryuken, a Edmond Honda dando palmadas al aire a una velocidad sólo igualable por Chun Li con sus piernas, y a Blanka convirtiendo un ataque de estreñimiento agudo en una descarga eléctrica de a saber cuantos voltios tiene un algo especial. Casi me dan ganas de salir a la calle a dar patadas a un coche cualquiera hasta que se le salten las ruedas. Pero con cariño, ojo. Y sólo si da puntos extra.

Francisco José Palomares | 09 de septiembre de 2010

Comentarios

  1. Alberto
    2010-09-09 17:54

    Siempre he sido como mínimo tan malo como tú en todo tipo de arcades de guantazos, por eso los juegos de lucha de uno contra uno eran una especie de “alivio”: era la manera de jugar a un juego de acción en el que, a veces, podías ganar, aunque fuese dándole a todos los botones a la vez y sin mirar.

    En el Commodore recuerdo muy bien el Yie ar kung fu, que venía con un pack de diez juegos de Erbe. Lo recuerdo vagamente, pero pa mí que se podía uno pasar el juego simplemente haciendo todo el rato la patada voladora, sin parar.

    Otro de los que teníamos más quemados (y que echo un poco de menos en el artículo) fue el The way of the exploding fist , con su dinámica de “blanco contra rojo” y lo de tener que conseguir dos “Ying-yang” para ganar; aunque posiblemente uno de mis juegos de la infancia fue su segunda parte, Fist II: The Legend Continues que me tenía loquísimo. En un mundo en el que lo de grabar partidas no se destilaba, un verano me levanté tempranísimo por la mañana para intentar acabármelo… sólo para descubrir que el juego tenía un bug casi al final que hacía que el protagonistas atravesara los sprites cual fantasma.

    Y el juego de lucha deseado que nunca llegué a tener ni a jugar: Karateka. ¿Lo llegaste a jugar tú?

  2. Marcos
    2010-09-09 18:09

    Al único de los que nombras que jugué de manera sostenida fue al Street Fighter, primero en las máquinas de los bares y después en la SuperNintendo. Me ocurre que me parecen todos repetitivos: no tengo paciencia para aprenderme todas las combinaciones de tecla posibles, con lo que al final jugabas siempre con dos o tres mañas que sabías efectivas. En cualquier caso, son de ese tipo de juegos, como los deportivos, que disfrutas de verdad jugando contra otros humanos.

    Ah, yo era siempre Blanka, el más bruto y feo.

    Saludos

  3. FPO
    2010-09-09 18:11

    El Exploding Fist y su segunda parte no llegué a probarlos, aunque me suena haberlo querido tentar alguna vez. Uno de esos títulos pendientes desde siempre. El Karateka si lo toqué en cambio, pero poquito, en la NES de mi prima si no me equivoco. No era la mejor versión ni mucho menos, pero las animaciones seguian siendo la repanocha para la época. Creo recordar que fue el embrión del Prince of Persia unos cuantos años más tarde. Molaba :D.

  4. Santiago Viteri
    2010-09-11 18:40

    ¡¡¡International Karate +!!! Una joya de Commodore 64. Permitía combates entre 3 luchadores. Yo me pasé media vida intentando que me saliera la patada doble que permitía dejar KO a los dos oponentes a la vez…

    Oye, Alberto, te acuerdas de que en Isla Cristina había un bar con el Street Fighter II y que había un chaval manco que se lo pasaba sin usar “continues”?

    Lo que pasaba en el Fist II es que había una zona a la que sólo se podía llegar dejándose caer por una cascada, pero debido al famoso fallo de programación el personaje no caía sino que flotaba.

  5. Otis B. Driftwood
    2010-09-11 19:14

    Apunto: no era el Street Fighter sino el Karate Champ (fue hace más años, primo!). Y sí, el tipo era manco de un brazo hasta casi el codo, y usaba el muñón para manejar la palanca… y, efectivamente, se pulió el juego entero sin continues ni nada. Imprezionante.


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