Blanca Álvarez, Sáhara: “Miles de historias enmudecidas, de oportunidades perdidas. Toda una lluvia de silencios pateando el barro del olvido mientras en una esquina del desierto, en el lugar donde se abrasan incluso las maldiciones, un pueblo que aún habla nuestro idioma y espera nuestro apoyo agoniza prisionero de la desidia.
Uno pronuncia Sáhara y hasta la memoria salivar llegan ecos de aventuras, ojos de garza y tormentas de arena por donde se esconden princesas de cuento. Cuando se pronuncia tras haber leído las noticias reales de ese desierto vendido al mejor postor, al amigo del rey y a la traición de quienes primero regalaron un idioma y se llevaron sus fosfatos para más tarde abandonarlos como rehenes, la palabra adquiere el tinte dramático de las tragedias que no gritan, se limitan a morir desangradas entre la afasia general.”