Conducción sin exclusiones es un divertido cuento-parábola de Ricardo Moreno Castillo. El Gobierno, considerando que la actual Ley de Tráfico era clasista pues no distinguía entre la capacidad económica de los conductores a la hora de pagar multas, la deroga y aprueba otra que suprime toda sanción o multa. El aumento de accidentes y muertes es inmediato, y tiempo después comienza la búsqueda de posibles soluciones: “Siguió aumentando el número de siniestros, hasta que por fin un día, a algunos ciudadanos de ese país, a quienes se les daba una higa parecer políticamente incorrectos, se les ocurrió decir que todos los informes elaborados por los expertos eran pura charlatanería, y que la única solución estaba en reinstaurar las multas y las sanciones, por muy represivo y frustrante que esto pudiera ser, y por mucho que, irremediablemente, diera dar lugar a algunas injusticias y desigualdades. Los expertos encargados de estudiar el tema se apresuraron a decir que esos ciudadanos eran unos nostálgicos, que añoraban tiempos pretéritos, y que no habían entendido el espíritu de la LOCSE, y que lo de volver a poner multas era una solución demasiado simple para un problema que en realidad era muy complejo. También los policías de tráfico se quejaron, argumentando que, desprovistos de toda autoridad, su tarea se había hecho imposible. Los expertos respondieron que era muy cómodo cargar toda la culpa de una situación disparatada sobre la ley que había creado el disparate, y que en el problema todos tenían su parte de responsabilidad, de modo que lo que necesitaban los policías de tráfico era hacer una autocrítica. Y también que debían cambiar su mentalidad, a fin de adecuarla a los nuevos tiempos.”