Cuando llovió gente es un texto difuso, heterogéneo, centrífugo, sugerente y lleno de luz entre lo oscuro, como acostumbra a escribirlos Enrique Bustamante: “Una intuición básica, primitiva, da comienzo ahora a una actividad incesante: cada uno sabe lo que tiene que hacer, aunque decir no, por sí sólo, no basta. Escribió Wittgenstein en las Investigaciones: «Al nombrar una cosa todavía no se ha hecho nada. Tampoco tiene ella un nombre, excepto en el juego”. Y había escrito antes: “Si un día alguien escribiese en un libro las verdades éticas, expresando con frases claras y comprobables qué es el bien y qué es el mal en un sentido absoluto, ese libro provocaría algo así como una explosión de todos los otros libros, haciéndolos estallar en mil pedazos».”