El modo de actuar como los de Islandia o Japón en el asunto de la caza de ballenas es un ejemplo más que lleva a preguntarse sobre la efectividad real de los tratados internacionales; Juan José Valenzuela, Reikiavik: Sacrificio en los tableros y en los océnos: “La decisión de Islandia de retomar la caza comercial de ballenas no sólo transgrede la moratoria establecida por la CBI, sino que su decisión de comercializarlas a los nipones también atenta contra la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que incluye a las ballenas en el apéndice I, es decir que figuran entre las especies sobre las que pesa un mayor peligro de extinción.
Hay que señalar que Islandia durante la moratoria continuaba practicando caza de ballenas a través del resquicio de “caza científica”, que no era más que una forma de disfrazar esta matanza. Al menos ahora Islandia es consecuente y deja de manifiesto ante el mundo todas sus infames intenciones. Entonces, hay que cuestionarse qué es peor, un carnicero disfrazado de científico o el mismo verdugo equipado translúcidamente con toda su maquinaria de masacre y devastación. “