Partiendo de la ordenación de una mujer como obispo protestante en los EE.UU., Eduardo Durán hace una crítica feroz y sin pelos en la lengua del estado actual del catolicismo. Lo que los anglicanos llevan de adelanto a los católicos: “Pero las diferencias no estriban sólo en darle a Dios lo que es de Dios, al César lo que es suyo y a las mujeres lo que les corresponde, no. Si en mi época de parroquia yo repetía frente a una estatua salmodias como un loro que no sabe qué dice pero sí cómo (algo que se mantiene a lo largo de los años), los protestantes que he conocido poseen una fe que, ni por asomo, he visto en la Santa Madre. Conocedores de la Biblia al dedillo, no engordan sus carteras con medio kilo de estampas con lo que su creencia me da la impresión de estar despojada de toda alienación cultural y, por tanto, me resulta mucho más verdadera. Además, dejan de lado (¡aupa! ¡adelanten varias casillas/siglos más!) un disparate tan colosal como es la exigencia de la castidad a sus prelados.”