Yo no les guardo rencor a los árbitros. Trato de no fijarme en sus caras, no acordarme de sus nombres, no tener claro cuando fue la última vez que los vi en un partido. ¿Para qué voy a hacerlo? No es más que hacerse mala sangre. El árbitro es el punto más débil del fútbol y a la vez, un elemento importantísimo (aunque algunos no quieran reconocerlo) de la ficción que es un partido de fútbol. Dentro de la guerra florida por el balón y las primas, el árbitro es el representante de la Convención de Ginebra. En
La herencia de Guruceta, Màrius Serra, sin embargo, quiere profesionalizarlos, algo que yo creo que los haría tan inútiles como la ONU.