He escuchado varias veces de gente regresada de algún país de latinoamérica que la pobreza por allí se debe en gran parte a, diciéndolo suavemente, la falta de iniciativa congénita de sus habitantes, a una especie de pereza o aversión por el trabajo que los llevaría a la inanición, como si los nativos, acostumbrados a la vida idílico del buen salvaje, no se acabase de adaptar al mundo moderno. Wilfredo Ardito Vega rebate esa idea en su Cinco mitos sobre la pobreza en el Perú: “Cualquiera que se acerque al mundo de los pobres advertirá los factores que bloquean sus posibilidades: la geografía, el idioma, la indocumentación, el racismo, el machismo y muchas más. Además, el mecanismo que durante décadas permitió enfrentar estas barreras, la educación pública, se ha deteriorado mucho en los últimos años. Estos problemas estructurales no son culpa de los pobres y es mas bien responsabilidad del Estado afrontarlos.”