Alejandro Polanco Masa escribe sobre una de las intelectuales más brillantes del siglo XX, El espectro de Hannah Arendt: “A Hannah le tocó una parte importante de aquello y, para colmo, cometió el pecado capital más grave de cuantos podían cometerse en los años «duros» de la Europa del XX, a saber, no se posicionó ideológicamente de manera clara. ¡Sacrilegio! O eras comunista, o socialista, liberal, conservador, nazi, fascista… daba igual, todo estaba tan polarizado, marcado por los extremos que, cuando una apátrida sin ideología clara —o sea, que no se amoldaba a los fáciles esquemas establecidos— todo el mundo sospechaba de ella. Si no es comunista, será amiga de los nazis, decían algunos. ¿No condena usted a esos «comunistas»? le decían cuando estaba de moda la caza de brujas ¡Pues eso será porque es usted filocomunista! Nada, que no había manera.”