Carlos Colón: “Es mentira que para modernizar una ciudad haya que variar drásticamente la fisonomía de su casco histórico. Es mentira que para no dejarla cerrada sobre sí misma, pudriéndose, haya que borrar todas las huellas que el tiempo –como historia y costumbre– ha dejado en su caserío, en sus calles, en sus plazas. Es mentira que para construir una ciudad de “personas” y “de todos”, para hacerla más humanamente habitable y para quitársela de las manos a los poderes fácticos que la prefieren cerrada y adormecida para poder seguir manipulándola, sea necesario desfigurarla. Es mentira que lo mejor que el pasado nos haya legado sea una rémora para avanzar hacia el futuro, un peso muerto del que sea saludable desprenderse, una marca de clase que los tiempos igualitarios exigen que se borren. Es mentira que se vaya a peatonalizar por completo y con éxito el centro de Sevilla sin que el metro subterráneo lo recorra haciéndolo accesible. Es mentira que los mercados sean una molesta y sucia rémora del pasado que haya que derribar o enterrar. Es mentira que la funcionalidad, la comodidad y la estética exijan la desaparición de aceras, árboles y adoquines, y su sustitución por extensiones grises, desarboladas y planas de losas que convierten nuestras plazas salón en miniaturizados y pekineses desiertos de Tiananmen. Es mentira que lo moderno y progresista sea plantar setas gigantes de dudosa arquitectura en pleno centro histórico y que conservarlo vivo –vivos sus edificios históricos o tradicionales, vivo su comercio, viva su habitabilidad– sea conservador y reaccionario.” Es mentira.