Luis María Ansón aporta unos datos del todo significativos: el teatro, en Madrid, reporta más espectadores y más dinero que el fútbol. Si esto es cierto imagínense qué pasaría si los telediarios dedicasen al teatro el tiempo que le dedican al fútbol. Lo que si pueden discutir, si quieren, son las conclusiones de Ansón: “Una política teatral pública, si quiere ser seria, debe impulsar la iniciativa privada y no competir con ella. Aquí se está haciendo lo contrario. Se despilfarra el dinero, pagado con los impuestos de todos, en teatros nacionales, comunitarios o municipales en colisión con el esfuerzo de los empresarios privados que se esfuerzan por hacer un teatro de calidad y rentable. Bien está que determinados clásicos o ciertas obras se monten desde las instancias públicas, pero una cosa es eso y otra es la persecución cuando no la laminación de la iniciativa privada. En Francia o Inglaterra, el Estado o el municipio asumen la puesta en escena de obras que no pueden ser rentables pero que la cultura general exige que se exhiban y se conozcan.
Las autoridades responsables del teatro en sus diversas instancias deberían exigir exenciones fiscales completas para estímulo de un bien cultural de primer orden. Deberían multiplicar la publicidad, las ayudas y patrocinios a empresas, compañías y grupos, desde los comerciales a los alternativos, para hacer viable el impulso teatral sin tanta cortapisa económica como hoy se padece.” Cutre política teatral.